viernes, 25 de octubre de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 114 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)



“Llama al cóndor de los Andes que debe estar en su nido entre las rocas” le ordenó Millaray tocándolo en la espalda. “Como diga, princesa. Ya lo llamo”. Inmediatamente el pájaro entonó un agudo canto penetrando el espacio, llegando al nido del buitre y sus alrededores. “No demorará en aparecer aquí” le dijo Luz de Luna a Millaray, “Esperemos un momento”.
En tres minutos vieron aparecer el inmenso buitre rompiendo la neblina con sus alas y bajando cerca a la maloca donde estaba la princesa. “Hola cóndor, es un gusto volver a verlo. Ha descansado?” le preguntó la muchacha mirándolo atenta. “He aprovechado bien éste tiempo para reponerme del maltrato que era mucho. Ahora estoy bien, y dispuesto a cumplir sus órdenes, linda princesa” contestó el cóndor sacudiendo las alas enérgico, por la alegría de encontrarse junto a su amiga. “Lo que pasa cóndor, es que tenemos que irnos  para el Líbano porque mañana empezará el eclipse de  luna y así mismo comenzará la reunión de los magos, los duendes y las hadas de ésta región, y en la que debemos estar sin falta, como nos dijo el Hojarasquín del monte”. “como ordene princesa, yo estoy listo ya. Si necesita viajar, pues nos vamos sin dudar” dijo el cóndor saltando fuertemente para calentar y fortalecer los músculos y para hacer correr su sangre bien acelerada. “Dentro de un ratico nos vamos porque tenemos que alistar algunas cosas” le respondió Millaray alejándose entre los indios que la rodeaban, mirándola algo nostálgicos “Bueno, los esperaré”.
Entonces Millaray fue a su rancho demorándose un poco, saliendo luego con Cajamarca y con el Tunjo que también debía estar en la reunión del Líbano por tratarse de un ser con ocultos y fuertes poderes.
La tribu los rodeó y ellos despidiéndose y entrando a casi todas las chozas para verse de cerca con la gente que tanto les servía, volvieron a donde estaba el buitre en el que se encaramaron acomodándose entre las plumas, y moviendo las manos diciéndole “adiós” a su pueblo. El cóndor saltó en una carrerita no muy larga, moviendo poderoso sus alas y elevándose por encima de las chozas y de las cocinas de las que salía el humo de la leña verde y mojada. La gente gritaba abajo, saltando y alargando los brazos mientras el ave se iba entre la neblina, perdiéndose definitivamente en las nubes gruesas y oscuras de ese día a través de las montañas
En su vuelo, cóndor buscó rápido la dirección del Líbano usando la glándula de la ubicación que hacía algun tiempo no manejaba, dirigiéndose finalmente  allá, decidido entre un aletear alegre y vigoroso. Cajamarca y Millaray se habían cobijado con sus ruanas metiéndose entre el plumaje para resguardarse  del frio tan penetrante de esas alturas.
Según decían en los pueblos Pijaos, ir al Líbano era meterse en la casa de los dioses donde se decidían las cosas para la buena marcha de las tribus y de los hombres en gran parte de Columbus. Iban deseosos de llegar allá, para gozar de su clima y para hacerse a nuevos amigos.
En un rato vieron a lo lejos la cima blanca de dos nevados brillantes por los rayos del sol que a esta hora caían suaves filtrándose entre nubes blancas. “Mira Cajamarca, no te parece mucha magia la blancura de esas montañas?” le preguntó Millaray señalando al frente las moles, donde una refulgencia transparente iluminaba el espacio poniéndolo sereno. “De ahora en adelante estos territorios serán conocidos como “El país de la nieve”. Ese será el nombre de éstas tierras. Tenemos que decirlo en las tribus, en todas partes y también aprovecharemos la reunión a la que vamos, para hacer esta propuesta que sin duda será aceptada por los magos y las hadas” dijo Cajamarca entusiasmado con la idea. “Me parece buen pensamiento” le respondió Millaray sonriendo y mirando las montañas que como colosos blancos, pretendían identificarse con el cielo.
Se quedaron callados largo rato mirando el paisaje. “Vamos a las tierras donde todo es posible” dijo de pronto el cóndor queriendo explicar algo que desde hacía tiempos guardaba porque no se lo había dicho a nadie. “Entre la fauna de éstos lugares hay un secreto que solo los animales conocemos y que les voy a revelar” decía el ave impulsándose en el aire congelante. “En el Líbano es donde han nacido varios dioses, muchas hadas y magos, que luego se van a otros territorios para ayudar a las gentes en las cosas que necesitan. Les enseñan a inventar instrumentos de trabajo y casas donde puedan vivir. Los instruyen en la creación de letras para interpretar sonidos y formas. Les enseñan a conocer los metales y piedras preciosas de las montañas y los ríos. Los adiestran en los tejidos para que fabriquen sus vestidos y les enseñan también a conocer las plantas y las propiedades que tienen. Los cuidan cuando están peligro. Se le aparecen a la gente cuando los invocan. No hacen mucho ruido, pero sin ellos no habría vida ni habría nada en la tierra. Por eso voy contento a ese lugar donde cualquier deseo se cumple sin demora” terminó diciendo el ave que dejó a Millaray y a Cajamarca entusiasmados y con muchas ganas de estar prontamente allí.
En veinte minutos vieron las montañas de ese pueblo, donde los habitantes construían sus casas en las ramas de los enormes árboles, a donde llegaban a descansar después de largos viajes por los mares y por tierras desconocidas.
Miles de pájaros volaron de pronto, saliendo de los bosques, rodeando al cóndor y a los viajeros en su vuelo. Los saludaban cantando lindas melodías. Cóndor se puso nervioso lo mismo que sus amigos entre la nube de pájaros que les impedían la visión, pero así fueron bajando a una larga planicie sola.
Cuando descendieron del buitre, los pájaros se fueron a sus nidos, quedando solos y sin saber que hacer. Miraban a todas partes sin notar nada anormal. Solo escuchaban los gritos de los animales y los otros ruidos del bosque “No veo a nadie con quien hablar” dijo Cajamarca mirando a todo sitio. “Deberíamos invocar a Mohán y a Madremonte para que vengan y nos digan que debemos hacer o a que sitio tenemos que ir” propuso Millaray  sabiendo que estaba en la tierra de los magos y las hadas, y que raramente no veía a ninguno.

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