“Llama
al cóndor de los Andes que debe estar en su nido entre las rocas” le ordenó
Millaray tocándolo en la espalda. “Como diga, princesa. Ya lo llamo”. Inmediatamente
el pájaro entonó un agudo canto penetrando el espacio, llegando al nido del
buitre y sus alrededores. “No demorará en aparecer aquí” le dijo Luz de Luna a
Millaray, “Esperemos un momento”.
En tres
minutos vieron aparecer el inmenso buitre rompiendo la neblina con sus alas y
bajando cerca a la maloca donde estaba la princesa. “Hola cóndor, es un gusto
volver a verlo. Ha descansado?” le preguntó la muchacha mirándolo atenta. “He
aprovechado bien éste tiempo para reponerme del maltrato que era mucho. Ahora
estoy bien, y dispuesto a cumplir sus órdenes, linda princesa” contestó el
cóndor sacudiendo las alas enérgico, por la alegría de encontrarse junto a su
amiga. “Lo que pasa cóndor, es que tenemos que irnos para el Líbano porque mañana empezará el
eclipse de luna y así mismo comenzará la
reunión de los magos, los duendes y las hadas de ésta región, y en la que
debemos estar sin falta, como nos dijo el Hojarasquín del monte”. “como ordene
princesa, yo estoy listo ya. Si necesita viajar, pues nos vamos sin dudar” dijo
el cóndor saltando fuertemente para calentar y fortalecer los músculos y para
hacer correr su sangre bien acelerada. “Dentro de un ratico nos vamos porque
tenemos que alistar algunas cosas” le respondió Millaray alejándose entre los
indios que la rodeaban, mirándola algo nostálgicos “Bueno, los esperaré”.
Entonces
Millaray fue a su rancho demorándose un poco, saliendo luego con Cajamarca y
con el Tunjo que también debía estar en la reunión del Líbano por tratarse de
un ser con ocultos y fuertes poderes.
La
tribu los rodeó y ellos despidiéndose y entrando a casi todas las chozas para
verse de cerca con la gente que tanto les servía, volvieron a donde estaba el
buitre en el que se encaramaron acomodándose entre las plumas, y moviendo las
manos diciéndole “adiós” a su pueblo. El cóndor saltó en una carrerita no muy
larga, moviendo poderoso sus alas y elevándose por encima de las chozas y de
las cocinas de las que salía el humo de la leña verde y mojada. La gente
gritaba abajo, saltando y alargando los brazos mientras el ave se iba entre la
neblina, perdiéndose definitivamente en las nubes gruesas y oscuras de ese día
a través de las montañas
En su
vuelo, cóndor buscó rápido la dirección del Líbano usando la glándula de la
ubicación que hacía algun tiempo no manejaba, dirigiéndose finalmente allá, decidido entre un aletear alegre y
vigoroso. Cajamarca y Millaray se habían cobijado con sus ruanas metiéndose
entre el plumaje para resguardarse del
frio tan penetrante de esas alturas.
Según
decían en los pueblos Pijaos, ir al Líbano era meterse en la casa de los dioses
donde se decidían las cosas para la buena marcha de las tribus y de los hombres
en gran parte de Columbus. Iban deseosos de llegar allá, para gozar de su clima
y para hacerse a nuevos amigos.
En un
rato vieron a lo lejos la cima blanca de dos nevados brillantes por los rayos
del sol que a esta hora caían suaves filtrándose entre nubes blancas. “Mira
Cajamarca, no te parece mucha magia la blancura de esas montañas?” le preguntó
Millaray señalando al frente las moles, donde una refulgencia transparente iluminaba
el espacio poniéndolo sereno. “De ahora en adelante estos territorios serán
conocidos como “El país de la nieve”. Ese será el nombre de éstas tierras.
Tenemos que decirlo en las tribus, en todas partes y también aprovecharemos la
reunión a la que vamos, para hacer esta propuesta que sin duda será aceptada
por los magos y las hadas” dijo Cajamarca entusiasmado con la idea. “Me parece
buen pensamiento” le respondió Millaray sonriendo y mirando las montañas que
como colosos blancos, pretendían identificarse con el cielo.
Se
quedaron callados largo rato mirando el paisaje. “Vamos a las tierras donde
todo es posible” dijo de pronto el cóndor queriendo explicar algo que desde
hacía tiempos guardaba porque no se lo había dicho a nadie. “Entre la fauna de
éstos lugares hay un secreto que solo los animales conocemos y que les voy a
revelar” decía el ave impulsándose en el aire congelante. “En el Líbano es
donde han nacido varios dioses, muchas hadas y magos, que luego se van a otros
territorios para ayudar a las gentes en las cosas que necesitan. Les enseñan a
inventar instrumentos de trabajo y casas donde puedan vivir. Los instruyen en
la creación de letras para interpretar sonidos y formas. Les enseñan a conocer
los metales y piedras preciosas de las montañas y los ríos. Los adiestran en
los tejidos para que fabriquen sus vestidos y les enseñan también a conocer las
plantas y las propiedades que tienen. Los cuidan cuando están peligro. Se le
aparecen a la gente cuando los invocan. No hacen mucho ruido, pero sin ellos no
habría vida ni habría nada en la tierra. Por eso voy contento a ese lugar donde
cualquier deseo se cumple sin demora” terminó diciendo el ave que dejó a
Millaray y a Cajamarca entusiasmados y con muchas ganas de estar prontamente allí.
En veinte
minutos vieron las montañas de ese pueblo, donde los habitantes construían sus
casas en las ramas de los enormes árboles, a donde llegaban a descansar después
de largos viajes por los mares y por tierras desconocidas.
Miles
de pájaros volaron de pronto, saliendo de los bosques, rodeando al cóndor y a
los viajeros en su vuelo. Los saludaban cantando lindas melodías. Cóndor se
puso nervioso lo mismo que sus amigos entre la nube de pájaros que les impedían
la visión, pero así fueron bajando a una larga planicie sola.
Cuando
descendieron del buitre, los pájaros se fueron a sus nidos, quedando solos y
sin saber que hacer. Miraban a todas partes sin notar nada anormal. Solo
escuchaban los gritos de los animales y los otros ruidos del bosque “No veo a
nadie con quien hablar” dijo Cajamarca mirando a todo sitio. “Deberíamos
invocar a Mohán y a Madremonte para que vengan y nos digan que debemos hacer o
a que sitio tenemos que ir” propuso Millaray sabiendo que estaba en la tierra de los magos
y las hadas, y que raramente no veía a ninguno.
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