viernes, 6 de septiembre de 2013

ELPAIS DE LA NIEVE 101 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)





Los dioses han venido a visitarnos y si no hacemos lo que nos dicen, recibiremos el castigo. Han sido enviados también por el Hojarasquín del Monte con el que hablaron hace poco en otro pueblo”. “Así es? Entonces vayamos en son de paz a ver que es lo que nos dicen” gritó el cacique Tibaima volteándose a su tribu que ahora lo seguía callada porque en menos de lo que se piensa, la charla se había extendido entre la muchedumbre y todos sabían lo que pasaba. 
Caminaron levantando polvareda, llegando a donde estaba el cóndor con sus amigos. Cajamarca y Millaray mientras tanto temblaban temerosos por la presencia de tanta gente que formaba una gruesa pared humana para defenderse de los intrusos “Ustedes son hijos de los dioses?” preguntó repentinamente Tibaima desde lejos, acercándose algo agresivo e inclinándose después delante de los muchachos que inmediatamente comprendieron la actitud de la tribu. “Si, lo somos. Además han visto al cóndor, venido de las estrellas,  que está enfurecido con ustedes por querer matarnos. Le ha perdonado la vida a varios indios con tal de que nos lleven a donde está la llorona, que necesitamos con urgencia”. Al escuchar a Cajamarca, el cacique Tibaima se enderezó diciendo “lo que ustedes ordenen lo haremos inmediatamente, hijos de los dioses. Si quieren hablar con la Llorona vengan con nosotros. Los llevaremos al rio Saldaña o al rio Magdalena donde seguramente la encontraremos muy adolorida. Allá está esperando encontrar a sus hijos que ahogó hace tiempos para que la dejaran tranquila con sus amantes, y el remordimiento por eso no la deja en paz. Es hermosa pero eso de nada le sirve porque su aflicción es mucha. Los dioses no le permiten morirse como ella quisiera, y eso lo hacen para que pague el delito con su sufrimiento ” decía Tibaima invitando a Millaray y a Cajamarca a que caminaran al caserío mientras la tribu los rodeaba para conocerlos bien, porque ahora estaban convencidos que habían llegado del sol o de la luna en el pájaro mágico que hacía un momento había volado a un lado del pueblo para librarse de tantas miradas y tanto acose inoportuno.
En diez minutos estuvieron en el pueblo, donde muchas mujeres, ancianos y niños salieron a recibirlos porque ya sabían quienes eran los jóvenes. Estaban sin chistar palabra. Los niños y las mujeres corrían de un sitio a otro sin saber que hacer, mientras muchos miraban por las rendijas de las chozas y entre las malezas, escondiéndose, no fuera que un castigo desconocido los matara por atreverse a mirar de frente a los seres divinos recién llegados allí.
Un hombre anciano de gruesas arrugas, con diadema de plumas de guacamaya en la frente, con collares de pepas de colores en el cuello, con la cara y el pecho muy pintados, salió de una choza caminando entre la gente que le abría paso empujándose entre ellos. Llegó frente a los jóvenes mirando a Millaray a la que le dijo “Acabo de ver en el humo de mi tabaco mágico, que usted jovencita, será diosa de los dioses y que después de muchas aventuras tendrá el diamante del poder que finalmente le dará la niña Luz de sol como premio por su persistencia. Me inclino ante ustedes y doy gracias al cielo por su visita” terminó diciendo el brujo de la tribu. 
“Eso es, así se hace” dijo de repente una voz salida de entre la ruana de Millaray. Era el Tunjo que sacó graciosamente la cabeza mirando al pueblo “Aquí es el pueblo donde fabrican tabacos mágicos?” preguntó. El pueblo al darse cuenta quien había hablado, se sorprendió. Ver a un bebé hablando así, era realmente increíble. Entonces se convencieron que los visitantes eran hijos de los dioses y que habían llegado de las estrellas. “Ese bebé está hablando como un adulto”. “ Y su piel parece de oro”. “Los ojos son de un hombre mayor”. “Tan raro . . .”. “Quieren que les regale tabacos mágicos?” les preguntó el brujo levantando su mano en la que tenía uno y que fumaba en grandes bocanadas botando un humo espeso que miraba con curiosidad y mucha atención. El humo se quedaba suspendido, formando figuras que el brujo entendía como respuestas a sus preguntas. “Vean, vean lo que el humo está mostrando. Los veo viajando a muchas partes, buscando a la niña que tiene el diamante del poder. Pero no será fácil encontrarla, primero tendrán muchas  aventuras en todas partes de Columbus”. “Todavía no la encontraremos?” preguntó Millaray mirando  el humo del tabaco, donde vió figuras incomprensibles. Cajamarca se acercó  “Veo selvas, pájaros raros y muchos monstruos. Eso que quiere decir?” le preguntó al brujo. “Estimado joven, el humo le muestra lo que ustedes vivirán.” Y fumó mas, botando humo espeso. “Uuyyyy si” dijo Millaray mirando fijamente. “Allá veo a una niña diminuta montada en un pavo real. Parece estar en una selva, entre ríos y lagunas. Muchos animales raros la rodean. Veo también tribus desconocidas  . . .Gran brujo, debe darnos muchos tabacos mágicos, así sabremos lo que nos pasará y lo que debemos hacer cada dia” dijo Millaray entusiasmada. “Como ordene, princesa. Cuantos tabacos quiere llevar?”. “Deme bastantes. Le pagaré con éstos pedazos de oro” y buscando en el joto que Cajamarca había puesto en el suelo, encontró el oro que el Tunjo había cagado, dándoselo al brujo que palpándolo dijo muy contento “Pero que oro tan fino. Nunca había visto pedazos de oro como éstos. Solo en minas muy ricas, en minas de príncipes puede conseguirse. Les daré los tabacos que quieran por éste oro tan especial”. Entonces el Tunjo sacó la cabeza de la ruana mirando a Millaray, picándole un ojo con picardía. La joven sonrió, acariciando la cabeza del bebé que volvió a meterse entre la ruana, evitando el frio.
El brujo entró a su choza, sacando mas de ciento cincuenta tabacos mágicos amarrados con delgadas fibras de maguey, y que le entregó a Millaray en una larga inclinación. Ella los miró atenta, guardándolos con cuidado en el joto para que no fueran a mojarse ni a dañarse.

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