domingo, 1 de septiembre de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 100 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


 La tribu se quedó callada por la ausencia del cóndor. Les había parecido un ave llegada de las estrellas y posiblemente del sol, al que adoraban. No dejaban de mirar entre las nubes esperando que de pronto regresara para que los llevara en sus espaldas o en sus garras a la presencia de los dioses.
El ave se fue en el aire caliente, semejante a una flecha lanzada con arco furioso. Como ya era tarde y posiblemente tendrían que trasnochar en el pueblo de los Coyaimas, Millaray y Cajamarca aprovecharon para dormir buen rato entre las plumas porque presentían que por la noche debían estar despiertos para encontrar a la Llorona, mujer fatal a la que no conocían y de la que pocas veces habían oído hablar pero que debían invitar al Líbano para que estuviera en la reunión de los magos, los duendes y las hadas.  De modo que cuando se dieron cuenta, cóndor ya había planeado tres veces sobre los alrededores de la tribu Coyaima, famosa por su valor en los combates defendiendo sus tierras, sus mujeres y sus riquezas, y por los tabacos mágicos que fabricaban a la luz de la luna creciente, montados en canoas bendecidas por los brujos entre las aguas brillantes de los rios cercanos y que muchas tribus lejanas de Columbus venían a llevar a cambio del oro que les traían, también a cambio de diamantes y esmeraldas, con el fin de fumarlos y encontrar en el humo y en las cenizas solución a sus problemas y al cumplimiento de sus deseos.
Los aborígenes estaban descansando del trabajo del día en los cultivos, en la pesca, en la caza, en los tejidos, en la artesanía. Fabricaban también sus tabacos mágicos que distribuían rápidamente por el país Pijao a los caciques, a los brujos, a las princesas,  que también podían pagarlos con oro, con diamantes y esmeraldas, igual que los pueblos venidos desde muy lejos.  
 Como ya Millaray y Cajamarca habían saltado de las espaldas del cóndor y se habían sentado en el pasto estirándo los músculos, comiendo algunas frutas, sintieron un ruido repentino que los asustó mucho. Eran veintiséis indios desnudos, muy pintados y feroces, con lanzas y flechas envenenadas que llevaban en los arcos, listos a dispararlas. Miraban serios y desconfiados  a los dos jóvenes, que no decían ninguna palabra por el miedo tan pavoroso que les dio semejante recibimiento. “Quienes son ustedes. Que hacen aquí?” les preguntaron acercándoseles, moviendo los brazos, amenazantes “Ah, lo lo lo que  que pasa, es que que hemos, hemos venido a su, su pueblo por orden del Hojarasquín del  monte a encontrar a la la Llorona para avisarle de de de una reunión que habrá en en el Líbano con los magos, los duendes y las hadas”. “Verdad?, dicen la verdad? No les creemos. No será que vienen a conocer la vida de nosotros para atacarnos y robarnos las tierras y las riquezas? . . . Y ese pájaro tan grande que es?”. “Es el, es el cóndor dorado de de los Andes. Yo soy Cajamarca, antiguo cacique de los Putimaes que viven en el centro de Columbus. Ella es mi esposa Millaray hija de Ibagué, cacique de los Panches, cercanos familiarmente a mi pueblo, y andamos buscando a la niña Luz de sol, hija de la diosa Inhimpitu de la Guajira para que nos entregue el diamante del poder”. “Nosotros no creemos en cuentos mentirosos. Cójanlos. Llevémoslos a la tribu. Los sacrificaremos, los ofreceremos a los dioses y nos los comeremos en el gran banquete de alianza con la luna”. “No, no hagan eso. Están equivocados. Es que no han oído hablar de nosotros? Tampoco han oído hablar del cóndor de los Andes que es tan famoso en Columbus y otras partes lejanas?.
En ese momento el cóndor que escuchaba atento lo que pasaba, voló raudo entre todos, semejante a un rayo que de pronto parte el espacio. Arañó a muchos con sus alas y sus zarpas, agarrando a varios indios con un incrible y certero movimiento. Se elevó con ellos en las nubes calientes del lugar, sacudiéndolos muy duro, estrujándolos para hacerlos cambiar de actitud. Bajando y subiendo con el fin de hacerles sentir muy cercana la muerte. Les clavaba las garras sacándoles agua y sangre mientras ellos gritaban aterrorizados “No nos vaya a soltar, cóndor de los Andes, no nos vaya a soltar. Le prometemos que no le haremos nada a usted ni a sus amigos pero no nos vaya a soltar porque nos matamos”. Y el buitre muy enfadado, les dijo “Lo prometen? Prometen que no harán nada y que nos dirán donde encontraremos a la llorona?”. “Si lo prometemos. Bájenos ya, que nos vamos a reventar, nos vamos a morir de miedo”. Entonces cóndor descendió vertiginoso haciéndoles sentir un vacio espantoso que los empalideció llenándolos de temblor y vómito. Casi los tiró al pasto donde los indígenas vomitaban incansables, y temblaban mirando aterrorizados al ave que se había quedado a su lado vigilándolos. Los otros indios huyeron despavoridos al caserío llamando a la tribu que ahora gritaba en la lejanía viniéndo dispuestos a la guerra. Pero ya acercándose, los indios que el cóndor había llevado por los aires, corrieron encontrándose con la tribu a la que le dijeron “No les hagamos nada. Le prometimos al cóndor de los Andes que seríamos sus amigos si no nos dejaba caer de las nubes. Parece que es un ave del cielo y que los dioses la han mandado a encontrarse con la Llorona que en éstos días está por acá. Esa ave viene con dos dioses en sus espaldas, un joven y una muchacha que parecen venidos de las estrellas”. “Es cierto todo eso?” preguntó el cacique  Tibaima mirando lejos, tratando de ver al buitre y a los viajantes del espacio. “Claro que es cierto. Los dioses han venido a visitarnos y si no hacemos lo que nos dicen, recibiremos el castigo. Han sido enviados también por el Hojarasquín del Monte con el que hablaron hace poco en otro pueblo”. “Así es? Entonces vayamos en son de paz a ver que es lo que nos dicen” gritó el cacique Tibaima volteándose a su tribu que ahora lo seguía callada porque en menos de lo que se piensa, la charla se había extendido entre la muchedumbre y todos sabían lo que pasaba. 
Caminaron levantando polvareda, llegando a donde estaba el cóndor con sus amigos. 

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