martes, 10 de septiembre de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 102 (la desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)



El brujo entró a su choza, sacando mas de ciento cincuenta tabacos mágicos amarrados con delgadas fibras de maguey, y que le entregó a Millaray en una larga inclinación. Ella los miró atenta, guardándolos con cuidado en el joto para que no fueran a mojarse ni a dañarse.
Mientras tanto el cacique Tibaima les había traido carne de gurre asada, arepas de maíz, yuca sancochada y chicha de corozos, en totumas medianas que los jóvenes recibieron precipitados. Se sentaron en un tronco largo acomodado junto a la pared de una choza donde comieron, mirados por miles de ojos que no se despegaban de ellos. “Donde encontraremos a la Llorona?” Le preguntó Millaray al cacique, parado al frente de ellos. “Ah, la llorona? dicen que está cerca de aquí, en el rio Saldaña porque muchos la han oído llorar desconsolada mientras pescan. Terminen de comer y nos vamos a algunas orillas donde la han visto. Fácilmente la encontraremos con los rayos de la luna”. “Nos vamos en el cóndor?. Quiere volar con nostros, buen cacique?” le preguntó Cajamarca “Si. Volar con los hijos de los dioses será lo mejor que puede pasarme en la vida.  “Yo también quiero ir” dijo el brujo que estaba sentado en una piedra mirando el humo del tabaco, interpretando las figuras formadas en el aire quieto. “Bueno, también iremos con usted. Con la experiencia que tiene en mirar el humo y lo que dice, podrá aconsejarnos lo que debemos hacer”.
Se tomaron la chicha, afanados, levantándose, invitando al cacique y al brujo a donde estaba el cóndor. El pueblo los seguía, cuchicheando y empujándose callados “Tibaima y el brujo se van con los hijos de los dioses?”. “Si volverán?”. “Será cierto que buscan a la Llorona, o se irán para la luna o para las estrellas?. “Tenemos que hacer un rito invocando a los dioses, pidiéndoles favores para que no les pase nada”. “Ojalá el cóndor no les haga nada malo y pierdan el camino”.  
Ya se habían encaramado en el buitre que saltó a un espacio sin árboles, donde agitó las alas elevándose sobre la muchedumbre que ahora gritaba y saltaba desconcertada. Los viajeros se fueron prontamente en dirección al rio Saldaña donde posiblemente encontrarían a la Llorona, según lo dicho por el cacique. Atrás quedaron los gritos y la algarabía del pueblo que no podía explicar nada.
La luna alumbraba bien, con sus rayos blancos y frios.
Se fueron al sitio donde los pescadores habían dicho que escuchaban el llanto y los lamentos de la Llorona. Llegaron a la orilla del rio que reflejaba en ondas y agites la luz de la luna. “Cóndor, baje bien para escuchar los ruidos raros y para mirar de cerca lo que pasa” le gritó Millaray al ave, que descendió suave, planeando silenciosa sobre el agua, las rocas y las piedras. “Por éstos sitios es que la han oído llorar seguidamente. Demos vueltas otra vez a ver si la escuchamos” decía Tibaima alargando el pescuezo tratando de mirar los detalles, y procurando también oir el llanto de la mujer. “Esperen yo prendo un tabaco. El humo nos dirá donde está y así  la encontraremos” dijo el brujo acomodándose entre las plumas, soplando la punta del tabaco, que se encendía mágica con el fuego de su respiración.
Cóndor subía y bajaba por las orillas y por encima de los árboles que de vez en cuando movían las ramas, impulsadas por el viento de la noche todavía caliente. Algunos indios, en la penumbra de la incipiente oscuridad, iban deslizándose en canoas con su carga de pescado y plátanos. Parecían figuras ficticias flotando en el cristal movedizo. Se resbalaban raudos, desapareciendo en las curvas reflejadas y en los vericuetos desconocidos.
“Estamos equivocados buscando aquí a esa mujer. La Llorona se ha ido al rio Magdalena aprovechando la última noche de luna de éste mes” dijo el brujo mirando el humo de su tabaco que el viento no lograba desbaratar ni llevarse aunque era fuerte y silbador. “La fumada está mostrando donde se encuentra, y no estamos lejos. Con la velocidad del cóndor llegaremos rápido. Yo los guiaré, hijos de los dioses hasta conseguir a la mujer. No tengan duda”. Entonces Millaray, guiada por el brujo, le ordenó al cóndor donde volar.
 El ave se elevó atravesando tierras boscosas, aguas reflejadas en colores, y arroyos  escondidos debajo del follaje. Este viaje fue mas largo. Iban en dirección al pueblo de los indios Natagaimas con los que el cacique Tibaima tenía buenas relaciones por ser vecinos muy cercanos y porque tenían las mismas costumbres. “La Llorona está cerca al pueblo de los Natagaimas” dijo el brujo mirando el humo. “Como hace la Llorona para ir tan rápido de un sitio a otro?. Hace poco estaba en el Saldaña y tan ligero ha llegado al Magdalena?” preguntó Cajamarca. “Lo que pasa es que ella puede estar donde quiera con solo pensarlo.” contestó Tibaima preocupado porque la noche pasaba rápida y la luna dejaría de alumbrar. “tenemos que ir mas veloces” dijo a Millaray. “Cóndor vaya velóz al Magdalena” le gritó la joven jalándole las plumas del espinazo, y el ave se fue con toda su potencia metiéndose en los huecos del aire, encontrando en menos de media hora el gran rio que bajaba caudaloso entre selva y piedras. “Díganos brujo donde está la Llorona” le dijo Tibaima concentrándose en el humo. “Espere. Espere yo miro” replicó el brujo botando una gran bocanada. Pronto respondió. “Está a un lado del caserío de los Natagaimas, cerca al templo de las sacerdotisas sagradas. Mírenla, se agacha mirando el rio”. Todos se acomodaron viendo el humo. El brujo señaló “Si la ven?. Está cerquita del templo de las sacerdotisas, sentada en una piedra y no deja de llorar. “Si. Yo alcanzo a oir su llanto” dijo Tibaima acercándose al humo para escuchar los lamentos. “Vamonos allá. Debemos encontrarla antes de que la luna deje de alumbrar”. “Si, vamos” respondió Millaray encantada por las figuras en el humo.

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