domingo, 29 de septiembre de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 108 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


 “Durmamos un rato porque tenemos que ir a Cajamarca” repitió el Tunjo. “Como ordene, bebé. Nosotros sabemos que usted conoce lo que va a suceder y por eso hemos aprendido a obedecerle” respondió el muchacho buscando una hamaca en la que se acostó rápidamente cerrando los ojos. Millaray hizo lo mismo. El cacique Tibaima y el brujo buscaron sus hamacas tendiéndose a dormir también, mientras la tribu hacía silencio para no interrumpirles su descanso.
La mayoría de hombres se fueron a trabajar la tierra en los sembrados, a pescar en el rio y en una laguna cercana, a tejer cobijas, ruanas, hamacas, vestidos, a esculpir la piedra rústica, a sacar oro y piedras preciosas de las minas y del rio, o a fabricar instrumentos musicales mientras las mujeres también tejían y hacían de comer en los grandes fogones de sus cocinas, y los niños corrían jugando entre ellos, con piedritas, hojas, cortezas, mariposas, cucarrones,  y también con los perros o las ovejas y los cerdos que andaban por las cocinas y las chozas comiéndose las mejores cosas que encontraban.
Seguramente los viajeros estaban muy cansados porque se despertaron tarde, como a las dos, cuando el sol alumbraba potente. “Tenemos que irnos, tenemos que irnos ya. Es urgente” gritó el Tunjo sacando la cabeza de la ruana y abriendo mucho los ojos.  Entonces se despertaron, bajándose de las hamacas, diciendo de una vez “Muchas gracias cacique Tibaima y muchas gracias gran brujo por lo que han hecho por nosotros. El Tunjo, que todo lo sabe, dice que debemos irnos a Cajamarca porque algo importante está pasando allá, y tenemos que obedecerle. El nunca se equivoca” explicó el joven cogiendo una mano del bebé que lo miraba con ojos afanados. “Si es así, respetamos su decisión, hijos de los dioses. El pájaro de las estrellas, que nos tenía muy afanados, se curará pronto con los remedios que se le han hecho, y el vuelo le ayudará a sanarse”.
Entonces salieron de la maloca caminando hasta donde estaba el cóndor, que al verlos se puso de pie estrujando las alas. Se veía que los remedios del curandero le habían servido prodigiosamente.
 “Nos vamos cóndor. Volveremos a Cajamarca porque el Tunjo dice que habrá algo importante allá” le explicó la princesa tocándole algunas plumas cerca a las rodillas. “Si es así, ya estoy listo. Me siento bien con los remedios que me hizo el brujo, de modo que súbanse y nos vamos”.
Cajamarca y Millaray se acercaron al cacique y al brujo “Gracias cacique Tibaima por habernos acompañado a donde teníamos que ir, y por habernos servido con tanto esmero. Gracias a usted, gran brujo porque sus tabacos mágicos nos guiaron sin error. Gracias también por los tabacos que nos ha regalado, los llevaremos como un tesoro y los usaremos en los momentos peligrosos e importantes” le dijo Millaray tocándole un brazo, mientras Cajamarca decía “Otro dia volveremos. No olvidaremos su amistad”. “Que tengan buen viaje y que las estrellas los acompañen y los guien. Gracias hijos de los dioses por habernos visitado”. “Hasta luego cacique, hasta  luego gran brujo” dijo el cóndor bajando el ala de la que se agarraron la princesa y el joven subiendo a las espaldas donde se acomodaron prontamente. El ave dijo “Adiooooosss” a la gente que los miraba. Batió las alas con enorme fuerza elevándose entre el humo de las cocinas, mientras Millaray y Cajamarca se despedían del pueblo moviendo las manos y gritando “Adios Coyaimas, no los olvidaremos”. El buitre se fue, dirigiéndose a Cajamarca donde encontraría clima fresco que le ayudaría a curar bien sus heridas.
Fueron dos horas de viaje por encima de enormes montañas que se elevaban como gigantes al cielo. El aire se iba haciendo frio hasta que al rato vieron muy lejos, las cumbres cubiertas de nieve y mas acá, un pueblo que saltaba y gritaba alegre al ver que el cóndor regresaba con la princesa Millaray y con el cacique Cajamarca en sus costillas.
En poquito tiempo pisaron tierra entre la multitud que los esperaba.
Allí estaban Ibagué, Yexalen, el taita Amuillan, los brujos y sacerdotisas que en un momento se habían preparado, reuniéndose para recibirlos.
“Una gran alegría nos acompaña viéndolos otra vez” dijo Ibagué acercándose a su hija Millaray y a Cajamarca, que en ese momento se descolgaban por el ala del cóndor. “Padre, tenía ganas de volver a verlo. Aunque no crea, me hace mucha falta” le dijo Millaray abrazándolo y besándolo en la frente. “Linda princesa. Me siento felíz de que hayas vuelto” le dijo Yexalen quitándosela a Ibagué que ahora saludaba a Cajamarca “Mi gran cacique, gracias por ser el compañero de mi hija. Si no fuera por ti, Millaray estaría sola y posiblemente muy triste. Se les nota la fuerza y las luchas que han tenido”.
 “Que es lo que traes ahí?” le preguntó la reina Yexalen a Millaray levantando la ruana y viendo al Tunjo sonriéndole. “Es el compañero que todo lo ve y todo lo sabe. Nos hará ricos en poco tiempo porque sus cagadas son de oro” respondió Millaray buscando el joto donde había guardado las defecaciones. “Mire Yexalen todo el oro que el Tunjo ha cagado en éstos días. Y nos han dicho que es el oro mas fino que nadie logra encontrar en ninguna otra parte”. “Verdad? Espere miro. Uyyyy, esto es increíble. Son piezas de oro de mucha finura” contestó Yexalen levantando otra vez la ruana viendo al bebé. “Donde encontraron a éste niño?” le  preguntó a su amiga. “En un bosque en el pueblo de los Combeimas. Nos rogó que lo recogiéramos y lo protegiéramos, y el a cambio nos haría muy ricos” explicó Millaray poniendo sus manos encima de la ruana. “Es increíble” contestó Yexalen buscando a Cajamarca para saludarlo. “Princesa Millaray, no se acuerda de mi?” le dijo de pronto el taita Amuillán acercándosele, mientras Cajamarca se saludaba con Yexalen. “Taita Amuillán. Eres otro padre para mi. Estando tu en el pueblo, se vive la paz, la disciplina y el conocimiento”. “Hola taita Amuillán, como está de fresco y conservado” le dijo Cajamarca abrazándolo también. Luego miraron a otras partes, donde estaban las sacerdotisas y los brujos, saludándose con gestos, entrando finalmente a la maloca seguidos por la tribu que la princesa y su antiguo cacique habían saludado alargando la mirada y levantando los brazos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario