“Verdad Hojarasquin del Monte?. Allá estarán
las sabias criaturas de la nación Pijao?”. “Si. Es una buena oportunidad para
saber donde está Luz de sol” respondió el árbol inclinándose. “Ah, gracias
Hojarasquín. No faltaremos” dijo Millaray cogiéndose de sus ramas. “Pero cuando
será esa reunión?”. “Se hará en el próximo eclipse lunar, dentro de diecisiete
días” respondió Hojarasquín devolviéndose “Pero antes tendrán que encontrar a
la Llorona y al sombrerón porque ellos no saben de esa reunión, y deben estar
sin falta. Tendrán que
invitarlos. Para ayudarles en esa búsqueda,
les digo que en éste momento la Llorona está en el pueblo de los Coyaimas buscando
a sus hijos en los ríos y en las quebradas, de modo que deben aprovechar el
clima tan bueno que hay, y la estación en la que está la luna para viajar de
una vez, antes de que el satélite deje de alumbrar”. “Debemos irnos ya?”
preguntó Cajamarca sin comprender bien lo que debía hacer. “Lo que pasa es que
mañana la luna estará en menguante y entonces la Llorona se habrá ido a las
minas profundas donde vive y así será difícil encontrarla. Ella no puede faltar
a la reunión porque sus consejos serán útiles para todos. Su sufrimiento le ha
dado sabiduría que aprovecharemos bien. La necesitamos urgente en el Líbano, lo
mismo que al Sombrerón”. Terminó diciendo Hojarasquín atravesando el bosque sin
ponerle cuidado a los jóvenes que caminaban a su lado queriendo mirarle bien la
cara.
Viendo
que la charla había terminado, el pájaro de mil colores llegó al hombro de
Cajamarca diciéndole “Tenemos que irnos ya, Ya oyeron al Hojarasquín. Si no
estamos ahora mismo donde los Coyaimas, difícilmente encontraremos a la
Llorona. “Entonces que esperamos” dijo el Tunjo con voz ahogada porque estaba metido
entre la ruana con que Cajamarca lo arropaba, “Vamonos ya”.
Así, lo
único que acertaron, fue caminar al caserío donde la tribu estaba encantada con
el cóndor, que se había recostado a dormir mientras esperaba a Millaray y a
Cajamarca que aparecieron al otro lado del bosque donde encontraron a Machuca
tomando chicha y comiendo yucas con carne de chivo cocinada. “Como les fue. Tan rápido vinieron? Les preguntó
saliendo a recibirlos. “Encontraron al Hojarasquín del Monte?” Se tocaba su
torcida cara volteando los ojos rojos. “Si, ya hablamos con el. Habíamos
pensado que era un hombre viejo como cualquier humano, un vagabundo del bosque pero no. Es un árbol grande y musgoso que anda
con sus centenares de raíces y que puede hablar como cualquiera de nosotros.
Nos dijo que el era el que cuidaba los bosques, los animales y las aguas y nos
adivinó que desde hace algún tiempo andamos buscando a la niña Luz de sol.
Aseguró que teníamos que viajar inmediatamente al pueblo de los Coyaimas para
encontrar a la Llorona a la que tenemos que invitar a una reunión que los
duendes, los sabios y las hadas harán en el Líbano en el próximo eclipse, donde
invocarán los poderes del universo que nos dejarán conocer donde está la niña
Luz de Sol” dijo Millaray de un tirón mirando donde estaría su amigo el cóndor
al que no lograba ver. “Entonces se irán ya?” preguntó Machuca sorbiendo mas chicha.
“Es una lástima que se vayan tan rápido. Habíamos pensado que nos acompañarían
esta noche en el rito a los dioses de las estrellas y que después se irían”. “Gracias
cacique Machuca. No podemos quedarnos porque mañana la luna estará en menguante
y la llorona se habrá ido del pueblo de los coyaimas”. “Si es así, bueno. El
Hojarasquín sabe lo que dice y deben hacerle caso. Su sabiduría es conocida”. Y
señalando a lo lejos, dijo “Allá está el cóndor que desde hace rato está queriendo
descansar y la tribu no lo deja. Caminen los acompaño”. “Bueno, vamos”
respondió Cajamarca cogiendo del brazo a Machuca que se tambaleaba por el
efecto de la chicha.
Cóndor
al ver a sus amigos se paró de un salto gritando “Gggggrrrr, ggggrrrr”. Sacudió
las alas para despertarse completamente, mientras la tribu se apartaba dejando
que Millaray, Machuca y Cajamarca se acercaran. El buitre comprendió que ya se
iban, y bajando el ala esperó que sus viajeros se agarraran de ahí, subiéndolos
a sus espaldas. En un instante estuvieron en sus costillas, desde donde
Cajamarca gritó con toda fuerza al pueblo “Gracias tribu Cunday y gracias
cacique Machuca por habernos recibido. Nos llevamos un buen recuerdo de
ustedes. Han sido gente muy amable y nos han ayudado. Además conocimos al
Hojarasquín, que nos ayudará en lo que necesitemos”. Entonces la tribu gritó y
saltó repentinamente, viendo cómo el cóndor brincaba entre ellos pidiendo
espacio. Saltaba en una carrera veloz al lado de las chozas, elevándose por
encima de la maleza y de los árboles, yéndose finalmente a la tierra de los
indios Coyaimas que no estaban lejos de aquí.
La tribu se quedó callada por la ausencia del
cóndor. Les había parecido un ave llegada de las estrellas y posiblemente del
sol, al que adoraban. No dejaban de mirar entre las nubes esperando que de
pronto regresara para que los llevara en sus espaldas o en sus garras a la
presencia de los dioses.
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