Muchos
indígenas salieron a las puertas de las chozas y a las callecitas a despedirse
de su princesa y de su antiguo cacique “Adios Princesa Millaray, adiós joven
Cajamarca que los dioses los protejan y los ayuden” decían estirándose. Muchos
alistaban hachas de piedra con las que rajarían la leña para cocinar los alimentos.
Otros entraban palos y troncos poniéndolos cerca a los fogones para que se secaran
rápido y para recibir calor ellos también.
Cóndor
volaba ahora sobre empinadas montañas desafiantes con el cielo. Descendía
vertiginoso por encima de sus propiedades buscando el cañón del rio combeima
donde vivía la tribu del mismo nombre.
Eso los
demoró veinte minutos, entrando finalmente entre las dos largas montañas
formadoras del cañón. “Si ve Cajamarca? Hay chozas a lado y lado del rio y en las faldas
de las montañas también” “Ojalá encontremos aquí a la niña Luz de sol. Sería maravilloso”.
“Allá abajo está el caserío donde vive el cacique Tucurumby” dijo el cóndor
dejándose caer en la pendiente de una montaña no muy selvática y no lejos del
poblado.
Cajamarca
y Millaray bajaron del ave preguntándole a Rayo de Luna “Nos ira bien aquí
pájaro de mil colores?”. “Si, les irá bien” respondió aleteando en el hombro de
la joven. “Encontrarán la fuente de las riquezas que otros han buscado tanto” y
salió volando gozando del verde limpio, del aire soplador y de la compañía de
muchos pájaros que venían a saludarlo porque veían que era un pájaro especial.
La
princesa caminó entre altas ramas que le herían las piernas porque su guayuco
no era muy largo, y los brazos que tenía desnudos también se le arañaban. Se
arreglo la diadema de oro ajustándoselo mas en su cabeza, y el collar, mientras
Cajamarca se acomodaba el joto donde llevaban las cosas y aseguraba las flechas
y la lanza que agarró en su mano como buen guerrero. Caminaron solo diez
minutos cuando de pronto escucharon el llanto huerfano de un niño “Hay un niño
llorando cerca. Es como un bebé” dijo Millaray ubicando la dirección donde
estaría la criatura. Cajamarca volteó a mirar a uno y otro lado, corriendo
entre las ramas y llegando debajo de un árbol coposo donde encontró a un bebé desnudo
de mas o menos un año, con los ojos irritados y un temblor de frio, de hambre y
abandono. Seguramente alguien lo había tirado allí, por algún problema.
Millaray se agacho recogiéndolo inmediatamente, levantándolo y cubriéndolo con
su ruana para que se calentara. Con los minutos el bebé se fue calmando,
gimoteando solamente y mirando a la princesa y a Cajamarca con una rara mirada
de adulto. De pronto se enderezó en los brazos de la joven diciendo
“Protéjanme, cuídenme de ahora en adelante y les daré muchas riquezas” y
mientras hablaba le salía candela por la boca que le quemó parte del cabello y
la cara a Millaray que gritó de dolor y susto. Entonces lo bajó poniéndolo en
el suelo, recordando lejanamente la historia que su abuela le había contado cuando
ella era una niña “En éstas tierras Pijao hay un bebé muy famoso, extraño, pero atractivo, que cuando habla le sale candela por la boca, y al mirar, mira como si
fuera un adulto. Es el Tunjo, criatura famosa en Columbus y otras regiones vecinas
porque tiene autoridad para cuidar las riquezas que dejaron aquí los poderosos
magos que nos visitaban en compañía de los dioses. Es capáz de enriquecer a
cualquiera en poco tiempo. La persona que lo encuentre y logre tenerlo será dueña
de muchas cosas increibles”.
A pesar
del susto de Millaray viendo como le salía al niño candela por la boca, se
agachó con ganas de levantarlo pero finalmente se arrepintió “Cárgalo tu” le
dijo a Cajamarca que lo recibió cobijándolo otra vez con la ruana. Y como tenía
manchas de tierra en la frente y las mejillas, el joven quiso quitárselas sin
lograrlo. Se untó un dedo con saliva para limpiarlo
y al ponérsela en la frente, el bebé se transformó descolgándose
inofensivo, diciendo. “Yo soy el tunjo de oro que nadie ha podido
tener porque sus corazones no son buenos. Ustedes han sido afortunados encontrándome
y quiero ser su esclavo siempre. Les ruego que me báñen con sus orines” dijo
agachando la cabeza. Entonces Millaray se convenció de lo que le había contado
su abuela y ansiosa le dijo a Cajamarca “Si, tenemos que orinarlo sin demora,
para convertirnos en sus dueños” y sin dudar dejaron que sus chorros cayeran
sobre el bebé que ahora sonreía tranquilo “Gracias por bautizarme” dijo. “Ustedes
son mis dueños y los haré ricos porque mis cagadas son de oro puro”. Entonces
el joven y la princesa se quedaron mirándolo mudos. Lo recogieron envolvíendolo
otra vez en sus ruanas diciéndole “Te llevaremos y te protegeremos pero ahorita
no llores ni grites porque algo raro está pasando en el caserío allá abajo. Si
haces bulla nos descubrirán y no podremos saber que es lo que pasa”. “como
ordenen” respondió el tunjo sacando la cabeza de la ruana y mirando al poblado “No
hagan sino mandar”.
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