viernes, 9 de agosto de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 92 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)




 “Que tal el funeral de Pucharma?” preguntó el anciano “Lo enterraron con muchas riquezas, varios esclavos y cinco amantes jóvenes que le ayudaran en su viaje” le contestó Ibagué “Eso está muy bien. Así irá tranquilo a encontrarse con los dioses. Sin duda estarán esperándolo” dijo Amuillán escarbándose los dientes con un palito. “De aquí también fue mucha gente con joyas, ruanas, coronas, esmeraldas”. “Si” terminó diciendo Ibagué. Allá nos encontramos todos.
Al mucho rato casi anocheciendo, la gente que había asistido al funeral de Pucharma en Salento, fue apareciendo en los alrededores del pueblo de los Putimaes y de los Panches en actitud cansada. Entraban a sus chozas en silencio, alumbrados por la luz amarilla y ahumada de las antorchas puestas frente a los bohíos y en columnas de madera. Sitios especiales para que no fuera a hacerse un incendio Se acostaban en hamacas y esteras quedándose prontamente dormidos sin decirle ni una palabra a sus mujeres que los miraban queriendo enterarse de lo que había pasado.
Cuando el sol volvió a salir, Millaray y Cajamarca se alistaban a seguir su viaje entre las tribus Pijao con el fin de encontrar a la niña Luz de sol que quizás estuviera por éstos sitios cercanos. A eso se habían comprometido con ellos mismos y con la diosa Inhimpitu en charlas secretas.
Como la noche anterior la princesa se sintió desganada, cogió uno de los frutos de los árboles del bosque prohibido que les había regalado Acaima, el diminuto cacique de la tribu de los diablos de Oro y se lo comió en bocados pequeños, sintiendo que se le fortalecía el cuerpo y se le iluminaba el pensamiento. En ese estado comprendió que debía visitar a los indígenas Combeimas, que no estaban lejos de Cajamarca, sino en un cañón, abajo de ellos, formado por altas montañas que en gran parte del tiempo estaban envueltas en neblina, y por donde bajaba un rio de aguas claras y potente fuerza desembocando mas abajo, dejando allá todos sus secretos. Posiblemente ahí encontraría a Luz de sol. Ese era el presentimiento que la rondaba. De modo que salió de su bohío y buscó a Cajamarca al que encontró hablando con un grupo de indígenas, diciéndole de un solo tirón lo que le pasaba. Entonces el regresó con su mujer al rancho y comió también de la fruta prohibida sintiendo igual impulso. Fuerte, potente. Por eso hoy habían madrugado para irse a los valles y aprovechar bien el dia.
Haciéndose debajo de algunos árboles junto a la maloca, Millaray entonó el canto de Rayo de Luna que apareció volando por encima de las chozas rodeando la casa circular y parándose finalmente en su hombro. Ella le dijo acariciándole las alas “Llama a tu amigo el cóndor porque tenemos que viajar enseguida”. “Como diga, princesa” contestó el pájaro, cantando una sinfonía suave pero aguda y volando al techo de una choza donde atrapó mas insectos dormidos.
Ahí venía el cóndor deslizándose en silencio, cayendo suave cerca a la maloca. 
Se estremeció contento viendo a su dueña “Buenos días princesa, buenos días Cajamarca. Para que es que me necesitan?”. “Tenemos que viajar al pueblo de los Combeimas. Algo me dice que allá encontraremos a la niña Luz de Sol que anda perdida desde hace tanto tiempo y que su madre Inhimpitu necesita” dijo Millaray levantando mucho la cabeza para mirar los ojos de su amigo. “entonces vámonos ya. No nos demoremos. Hay que hacerle caso a esa clase de impulsos” dijo el cóndor esponjando su plumaje.
Cajamarca había alistado en pocos minutos las cosas que llevarían. Por eso fueron al rancho de Ibagué y Yexalen a despedirse. Los encontraron despiertos, sentados en sillas forradas con pieles de ovejo, hablando de los funerales de Pucharma. “Hasta luego padre, vamos a ir al pueblo de los Combeimas a ver si encontramos a la niña Luz de sol allá” le dijo millaray poniendo las manos en una columna que ayudaba a sostener el techo de la choza. “Te vas otra vez?”. “Si padre, esa es mi obligación ahora. Ya estamos listos con Cajamarca y el cóndor, que nos está esperando ahí afuera. Hasta luego Yexalen” le dijo a su amiga acercándose y dándole un beso en la mejilla. “Que puedo decirte? Solo deseo que te vaya bien donde quiera que estés, linda princesa”. Cajamarca había llegado también, arrastrando las alpargatas para quitarles el barro que se les había pegado afuera en los caminos “Cacique Ibagué y reina Yexalen, buenos días, como amanecieron?. Nos vamos a las tierras de los Combeimas porque Millaray dice que allá encontraremos a la niña Luz de Sol que tanto hemos buscado”. “Si, eso está bien, pero esperen llevan algo de comer” les dijo Yexalen parándose afanada y buscando una ruana con la que se cobijó porque el frio era como hielo. “Ya tenemos empacada comida y otras cosas. Vean” explicó Cajamarca señalando el joto que llevaba en la espalda. “Bueno. Entonces esperen los acompañamos hasta donde está el cóndor”. Y salieron los cuatro caminando hasta donde se encontraba el buitre sacudiendo las alas ansioso de volar. Al verlos bajó el ala derecha diciendo “Montese princesa y usted también joven Cajamarca. Ya estoy listo para el viaje”. Cargaron las flechas, una lanza, dos ruanas y el joto,  y sujetándose del ala se dejaron llevar por el buitre hasta la espalda, donde se acomodaron abrigándose con las ruanas. Abajo Ibagué y Yexalen parados en las puntas de los pies, les decían “Adios” moviendo las manos, mientras el buitre se levantaba en su  vuelo, navegando en el aire todavía frio de la mañana.
Muchos indígenas salieron a las puertas de las chozas y a las callecitas a despedirse de su princesa y de su antiguo cacique “Adios Princesa Millaray, adiós joven Cajamarca que los dioses los protejan y los ayuden” decían estirándose. Muchos alistaban hachas de piedra con las que rajarían la leña para cocinar los alimentos. Otros entraban palos y troncos poniéndolos cerca a los fogones para que se secaran rápido y para recibir calor ellos también.

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