La
muchedumbre comprendió que el funeral había terminado y poniendo piedras y
flores encima de la tierra blanda, bajaron en silencio de la colina. Ya en el
caserío, recogieron las cosas devolviéndose rápidamente a sus poblados.
Calarcá
y su tribu también regresaron al caserío recién estrenado.
“Yo
estoy cansada y triste. No quiero caminar” le dijo Millaray a Cajamarca y a Yexalen
que iban junto a ella con la cabeza agachada contagiados de un ambiente nostálgico
“Y entonces que hacemos?” le contestó el joven. “Voy a llamar al cóndor para
que venga y nos lleve a nuestras tierras porque los caminos están embarrados e
intransitables. Además los árboles carnívoros pueden devorarnos en la travesía
si nos vamos por ahí, o quizás haya mas bosques de esos árboles en otros lados
que no conocemos y puede ser peligroso” explicó la princesa mirando como las
tribus se iban en silencio por distintos caminos despidiéndose a gritos desde lejos. “Yo estoy de acuerdo con
Millaray” dijo Yexalen, “Devolvernos entre tanto barro y agua nos enfermará de
fiebre y dolores. En cambio si viene el cóndor, nos iremos por el aire sin
problemas y llegaremos rápido”. “Y como lo vas a llamar?” Le preguntó Ibagué
que se había acercado trayendo su caballo de las riendas. “Rayo de Luna lo
llamará. Cóndor lo oirá y pronto llegará a éste lugar”. “Ah bueno. Si es así
esperemos a que venga”. Entonces
Millaray llamó a Rayo de Luna cantando como el.
Inmediatamente el pájaro llegó
a su hombro saltando desde las ramas cercanas donde estaba. “Rayo de Luna,
llama a tu amigo el cóndor de los Andes. Lo necesitamos para que nos lleve ligero
al caserío de Cajamarca” le dijo la princesa cogiéndolo y poniéndolo frente a
sus ojos. El pájaro sin dejarse repetir la orden, entonó uno de sus cantos que
sin duda el cóndor oiría estuviese donde estuviese. Solo habría que esperar un
tiempito “Lo único que debemos hacer es dar tiempo a que el buitre llegue. El
ya oyó mi llamado” dijo Rayo de Luna parándose en el hombro de Yexalen que lo
cogió susurrándole “Gracias pájaro de mil colores, que haríamos nosotros sin
ti?” y el ave salió volando parándose en una rama donde atrapaba insectos incautos
que le calmaban el hambre.
Solo
pasaron quince minutos cuando vieron a lo lejos al cóndor viniendo entre las
nubes desgarradas con sus alas. Era veloz su vuelo, muy veloz. Pocas veces lo
había visto la princesa volar tan vertiginoso. En un instante llegó al amplio
espacio a un lado del casrío donde estaban sus amigos esperándolo. Rayo de Luna
voló inmediatamente hasta el, parándosele en las costillas “Gracias cóndor por
haber venido. Todos lo echamos de menos”. “Tengo que obedecerle a mi princesa.
Yo se que usted me llamó porque Millaray se lo ordenó”contestó el buitre
volteando la cabeza mirando a su amiguito.
Cóndor
estaba tranquilo y no sentía fatiga. Su descanso en el nido de rocas le había
devuelto las fuerzas y ahora se preparaba para seguir sirviendo a sus amigos.
“Cóndor, cóndor, eres maravilloso lindo amigo” le gritó Millaray corriendo
hasta el, que bajó un ala invitándola a subir a su espalda. Ella no se hizo
rogar y agarrándose, estuvo rápidamente en las costillas del pájaro. El volvió
a bajar el ala para que subieran los demás “Suban que tengo ganas de volar y de
llevarlos a donde me digan” dijo.
Entonces
todos corrieron y cóndor los levantó poniéndolos en su espalda donde se
acomodaron cada uno a su antojo. “Cuminao, le ordeno que regrese a la tribu sin
demorarse” le gritó Ibagué a su caballo que lo miraba sorprendido al ver que su
dueño se había encaramado en las costillas del buitre. El se erizó
estremeciéndose y pateando el suelo, arrancando a correr detrás de Ibagué cuando
vio que el cóndor batía las alas elevándose en el aire tranquilo.
En
treinta y cinco minutos llegaron a su pueblo.
Venían
mojados porque las nubes estaban cargadas con mucha agua. Cayeron suaves con el
ave, en un patio mas o menos grande
entre las chozas de las que salieron las
mujeres que se habían quedado cuidando a sus hijos, a las gallinas, a los
marranos a las vacas. Pronto los visitantes de Calarcá y asistentes al entierro
de Pucharma, descendieron del buitre yéndose a la maloca, donde habían fogatas que
aprovecharon para calentarse mientras comían alimentos que las mujeres les
trajeron por orden del taita Amuillan. “Hola caciques, hola princesa Millaray y
reina Yexalen, como les fue?” les preguntó Amuillan entrando a la maloca y
acercándose a sus amigos. “Hola Amuillan, esta carne está rica le dijo Yexalen
cogiendo papas saladas de una batea de madera donde también habían pescados
asados y arracachas sancochadas. “Que tal el funeral de Pucharma?” preguntó el
anciano “Lo enterraron con muchas riquezas, varios esclavos y cinco amantes jóvenes
que le ayudaran en su viaje” le contestó Ibagué “Eso está muy bien. Así irá
tranquilo a encontrarse con los dioses. Sin duda estarán esperándolo” dijo
Amuillán escarbándose los dientes con un palito. “De aquí también fue mucha
gente con joyas, ruanas, coronas, esmeraldas”. “Si” terminó diciendo Ibagué.
Allá nos encontramos todos.
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