Ya
Ibaguè se habìa montado en su caballo Cuminao bebiendo chicha y trotando por el
pueblo, recibièndole a uno y otro la bebida fermentada. Estaba muy colorado,
animado y sonriente. Su corona de oro se ladeaba seguido y los colores con los
que se habìa pintado la cara y el cuerpo se iban corriendo en su piel, por el
sudor frio de su piel y por la humedad natural de la neblina “Estoy felìz porque
ha vuelto mi hija y tambièn Cajamarca, mi benefactor. Ademàs estoy orgulloso
porque Calarcà, el mejor guerrero Pijao nos acompaña en éstos momentos” y
seguìa aquì y allà hablando y riendo, mientras Cajamarca tambièn iba de punta a
punta del pueblo tomando chicha y hablando con los quimbayas, que no querìan
separàrsele. Su guayuco de piel de puma estaba embarrado, pero el pectoral que
llevaba, lo mismo que su corona, brillaban con la luz de las antorchas. “Irè muy
seguido a visitarlos. Ustedes han sido mis amigos y no puedo olvidarlos” les
decìa. Millaray estaba achispada junto a Yexalen que no hacìa sino preguntarle
cosas de su viaje. “Pero donde està Rayo de luna? Me olvidè de el y no se donde
està ahora” decìa Millaray asustada mirando a todas partes porque ya empezaba a
anochecer y no veía al pájaro. Y comenzó a llamarlo cantando como el, pero el
ave no llegaba. Entonces se afanò y cogiendo a Yexalen de la mano salieron
corriendo entre las chozas y por los caminos llamado insistentes al pàjaro.
“Donde estarà? Se habrà ido? Noooooo” decìa la princesa realmente preocupada y
como muchos la vieron así, llegaron preguntàndole “Que le pasa princesa, porqué
está tan ansiosa?”. “Es que no encuentro a Rayo de Luna y tampoco me contesta
el canto. Que voy a hacer sin el? Asì no podrè encontrar a la niña Luz de sol.
Que voy a hacer?”. “Pues repartàmonos y lo buscamos entre todos” propuso un
indio Putimae que casi no podìa hablar de lo borracho que estaba. “Eso no puede
hacerse porque hay que llamarlo imitando su canto. Solo asì llega” decìa la
joven respirando agitada. “Calmate, càlmate” le repetìa Yexalen arreglàndole la
ruana con que se habìa cobijado. “Imìtale el canto y caminemos hasta que te
escuche. Yo te acompañarè”. “Si, eso harè” y caminaban por todos lados
llamándolo. Cajamarca, enterado de lo que habìa pasado, llegó diciéndole “Yo te
acompañarè. Lo imitaré y finalmente nos oirà. Me irè por un lado y tu iràs por
otro. Rayo de Luna debe aparecer” y sin decir mas se separaron imitando el
canto del ave. Millaray se fue por los alrededores del caserío, acompañada por
decernas de indios, mientras Cajamarca seguido por el taita Amuillàn y por muchos
indios de las tres tribus, se metìa en el bosque. Fueron entrando a la selva
que estaba oscura por la neblina y porque la noche llegaba. Sin darse cuenta se
encontraron frente a la piedra de los sacrificios donde el joven se habìa
casado con Millaray. Entonces ahì Cajamarca se inclinò en el altar pidièndole
un favor especial a los dioses “Dioses de la noche, dioses de las aves, tráiganos
a Rayo de luna. Por favor venerados dioses, escúchanos el pedido. Ustedes saben
que ese pàjaro es necesario para encontrar a la niña Luz de sol. Oyenos dioses,
no nos abandonen en este ruego”. Y se parò cantando muy duro, como a veces lo
hacìa Rayo de Luna. Ese llamado llegò lejos porque el còndor que estaba en su
nido, ecuchò el canto despertàndose de su sueño.
Gritò asustado
y medio dormido salìendo y mirando abajo, al bosque “Amigo Cajamarca, no se
afane mas. Rayo de Luna està conmigo. Lo que pasa es que quiere pasar la noche
aquí, pero por la mañana irà al pueblo”. Con eso, Cajamarca y sus amigos se
quedaron mudos y contentos sabiendo que en el nido del buitre estaba el pàjaro
de mil colores. Se tranquilizaron diciendo “Gracias còndor. Ahora dìgale a Rayo
de Luna que cante para estar seguros de el” y al momento oyeron el canto del
ave. Entonces Cajamarca y los indios regresaron al pueblo riendo y cantando.
Al poco
rato se encontraron con Millaray que no dejaba de llamar a Rayo de Luna
mientras las làgrimas le saltaban a tierra “Hola mi princesa” le dijo de pronto
Cajamarca apareciendo en la esquina de una choza. La abrazò consolàndola pero
ella se apartaba “Ahora que voy a hacer sin Rayo de Luna? Dime que voy a hacer”
“No te preocupes, ya lo encontramos. Està con el còndor en su nido. Va a pasar allá
la noche”. “Verdad?. “Si. Yo entonè su canto en el bosque, y oyéndome el còndor,
se despertò diciéndonos que ahì estaba.
Entonces le ordené al buitre que hiciera cantar al pájaro, al que enseguida
escuchè. De modo que podemos estar tranquilos y seguir en la despedida”. “Ahhh
bueno. Gracias Cajamarca. Que hiciera sin ti?”.
Los
indígenas los rodearon llevándolos al centro del pueblo donde la fiesta estaba prendida.
Cantaron, danzaron, comieron, rieron, recibieron y dieron muchos regalos
prometiéndose cosas hasta que empezò a amanecer. Al fin se dieron cuenta que
tenìan que dormir, y entrando a la maloca y a las chozas se acostaron en
hamacas y en esteras para reponerse del desorden que habían tenido. Muchos
quedaron tendidos cerca de las chozas, en el pasto y entre la maleza, en medio
del frio congelante.
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