martes, 9 de julio de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 84 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)







 “Los Quimbayas son gente trabajadora y artistas nobles, muy creativos. Fortaleceremos este pueblo y lo haremos grande para que haya memoria de nosotros”. “Así debe ser. Ojalá las generaciones que vengan no nos olviden” añadió Amuillán metièndose en el grupo.
Entonces Ibagué cogiendo a Millaray de una mano volteó a mirar a sus amigos invitándolos a la maloca para que se protegieran del frio que cada vez era mas helado. “Vamos allá adentro. Tenemos fogatas encendidas y mucha comida ya casi lista. Nos calentaremos bien y comeremos suficiente porque me imagino que todos tenemos hambre”. “Jajajajajajajaja, si”. Entonces caminaron a la maloca entre la gente que saludaba con gritos, silbidos alegres y carreras tropezadas. Les habían hecho una calle humana por donde circularon entrando ligero a la grande construcción.
El cóndor no había perdido el tiempo. Después de haber sido saludado por la gente que lo tocaba y le preguntaba cosas de sus viajes, había volado a su nido, no muy lejos del pueblo. Allá no sentiría los helados ventarrones que cruzaban agitados por en medio de las chozas tumbando cosas, porque su nido estaba protegido por altas rocas que le permitirían descansar y dormir lo que quisiera.
En la maloca todo se había transformado en fiesta.
Ahora corrían riendo, hablando, encendiendo antorchas para apartar la neblina y dar calor, adornando las columnas con flores, inventando comidas nuevas, pintándose como mejor podían, poniéndose las pulseras mas brillantes, lo mismo que las tobilleras, las diademas de oro y diamantes, los anillos, los mejores vestidos y las mas vistosas ruanas. Ver otra vez a su antiguo cacique Cajamarca y a la princesa Millaray, era motivo de celebraciòn, de modo que el pueblo fue adornado aceleradamente para celebrar la llegada de ellos. Los mùsicos sacaron las charrascas, los cuernos, las caracolas, las tamboras, las flautas, interpretando canciones por las calles, alrededor de la maloca y dentro de ella, donde preparaban comidas bien sazonadas, y carnes de excelente sabor, con animales recién cazados en el bosque.
 “Para donde es que se va el guerrero Calarcà con los Quimbayas?”. “Dicen que para unas tierras cerca de aquì, donde viven mas Quimbayas venidos del otro lado del mundo. Asì dicen” comentaban algunos indios. “Ese Calarcà es muy valiente. Ha derrotado a muchos enemigos y conseguido grandes tierras para casi todas las tribus Pijao”. “Si. Por eso merece ser el cacique de alguna tribu, para que no esté en tantas batallas y para que descanse un poco. Su sangre guerrera y su lealtad con la nación Pijao asì lo piden ahora”. “ Si. Asì es”.
Millaray se habìa acomodado en una banca donde estaba Cajamarca contàndole a Ibaguè y a Yexalen las aventuras que habìan tenido. La gente cercana los vió tan concentrados en sus historias, que se fueron acercando para no perderse ninguna. La joven no paraba de hablar, mientras los oyentes tampoco se acordaban de comer. Eso durò mas de tres horas hasta que algunas mujeres finalmente los llamaron “Tienen que venir a comer. La comida està lista desde hace rato”. Entonces ya algo hambrientos, se pararon a donde estaban los fogones con su candela viva y sus carbones incandecentes, recibiendo las totumas con frìjoles, y grandes bateas de madera llenas de carne asada, papas saladas, alverjas y frutas que les pusieron en una mesa hecha con un tronco gigante.
Al rato, cuando ya reposaban, escucharon gran alboroto en los alrededores de la maloca y se afanaron. Entonces se asomaron para ver lo que pasaba.
“Seguiremos siendo un solo pueblo” gritaba un indio Quimbaya tomando largos sorbos de chicha. “Nos iremos a otras tierras pero nos visitaremos para ver como nos va”. “Nosotros sacaremos el oro de las montañas y de los rios para compartirlo con ustedes, para que sigan haciendo esas figuras tan lindas que saben hacer” dijo un Panche abrazàndose con un Quimbaya tambièn borracho.
La chicha corrìa como agua.
Un indìgena Putimae dijo “Tenemos que traer a Cajamarca, a Millaray, a Calarcà, a Ibaguè, a Yexalen y a todos para que nos acompañen aquí”. “Si, llamèmoslos. No pueden dejarnos solos en la despedida”. “Princesa Millaray, princesa Millaray, venga nos acompaña”. “Cacique Cajamarca, cacique Ibaguè, vengan. Nos vamos a otras tierras y entonces ya no será lo mismo” gritò un Quimbaya tambaleàndose a la entrada de la maloca. “Vengan, vengan”. Y un griterìo notable se levantò, y la gente de la maloca entendiò que debìan acompañar de cerca a las tribus.  “Nos iremos pero muy seguido  volveremos a èstas tierras” decìan. “A donde vamos tambièn pueden ir ustedes. Las tierras de Calarcà son para todos nosotros”. Y se abrazaban entrando a las chozas, sacando lo mejor para dárselo a sus amigos. Ruanas, guayucos, diademas, coronas, pulseras, comida, esculturas, flautas . . .Eso no paraba mientras la borrachera era mas fuerte..
Ya Ibaguè se habìa montado en su caballo Cuminao bebiendo chicha y trotando por el pueblo




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