viernes, 5 de julio de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 83 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)






Ese viaje fue como un relámpago. No sintieron el tiempo quizás por el miedo que todavía tenían, recordando la manera como se habían encontrado con la Pata sola.
Llegaron en treinta minutos a esa región donde hacía frio y donde el dia estaba neblinoso.
Desde arriba vieron las tres tribus que habitaban allí.
Los Putimaes pueblo gobernado antiguamente por el joven Cajamarca. Gente trabajadora y callada de la que el había sido su cacique hasta no hacía mucho. Mejor dicho, hasta que se comprometió con la joven Millaray, dándole como dote a su padre Ibagué, la mayoría de propiedades y la dirección de su pueblo. Los Panches verdadera tribu del cacique Ibagué, gente aventurera que buscaba tierras para asentarse a vivir tranquilamente fundando un pueblo, y dejar así de andar por los caminos como si fueran los vagabundos de Columbus. Y los Quimbayas, pueblo de pensamiento artístico que todavía no tenían territorio fijo y que eran dirigidos desde lejos por el gran cacique y guerrero Calarcá, defensor de los Pijaos.
Todos estaban muy activos.
Iban y venían gritando y silbando entre el viento que se llevaba los sonidos. 
Daban ordenes señalando aquí y allá, sacando cosas de las chozas echándolas a los costales que aseguraban en el lomo de las mulas, preparándose quien sabe para que. “Baje rápido cóndor. Algo raro está pasando en el pueblo” le ordenó Millaray. “Que es lo que pasa?” Se preguntaba afanada. Entonces el buitre, obediente, descendió vertical entre la multitud que al verlo tan potente, le abrió espacio con clamores, risas y mucha alegría porque podían tener otra vez a la princesa y al joven Cajamarca a los que desde hacía días no veían.
Los jovenes saltaron de las espaldas del ave, resbalándose por las alas, cayendo al suelo que tanto conocían, en medio la muchedumbre arremolinada en un desorden de fiesta. Rayo de Luna cantó mucho encima del hombro y de la cabeza de Millaray, presintiendo que ese pueblo le iba a ser muy familiar.
Cóndor fue mirado y acariciado por miles de personas debajo de el, saludándolo y queriendo subir a su espalda para que los llevara un momento por los aires. Lo querían porque era un ave única en Columbus, respetada en todo sitio. El se dejó manosear porque estar entre la gente que conocía, con la que había nacido y crecido era lo mejor que podía pasarle.
“Hija, hija por fin has vuelto” gritó de pronto el cacique Ibagué saliendo a la carrera de la maloca, donde había estado hablando largo rato con los ancianos del pueblo. Atravesó casi como una flecha la multitud que le daba paso empujándose entre ellos “le doy gracias al cielo porque has vuelto sana y salva y porque estas mas bella y morena que otros dias. También a ti te saludo joven Cajamarca. Te veo musculoso y fuerte. Me alegra verte porque eres mi yerno y casi como mi hijo ” gritaba  Ibagué  seguido por Yexalén que radiante, con una sonrisa bella y con los ojos muy brillantes, miraba a sus amigos.
Millaray saludó entre el griterío “Padre, padre tan bueno volver a verte y tan bueno estar en mi tierra” le dijo en un largo abrazo. Luego se volteó mirando a su amiga a la que vio hermosa “Hola yexalén, estás muy linda. Ser la reina de éste pueblo te ha convertido en una mujer encantadora” y se abrazaron largo, largo.
“Mi recordado yerno Cajamarca, te veo mas fuerte y sereno” le decía Ibague mirándolo de arriba abajo.  “Es una alegría volver a verlos” dijo Yexalen que estaba como confundida entre tanta gente. “Tenia ganas de saludarlos y de ver otra vez estas tierras que no olvido” casi gritó Cajamarca entre tanto saludo y alegría.
Ahí llegó el taita Amuillán cobijado por dos ruanas largas de colores que lo abrigaban bien y que usaba seguido porque Sentía mucho frio en todo tiempo “Princesa, princesa Millaray tan linda que está” gritó entre la muchedumbre que también se abría a uno y otro lado haciéndole  una calle para que pasara. “Tan poco tiempo que ha corrido y sin embargo lo veo mas poderoso y maduro, joven Cajamarca” le decía a su antiguo cacique con el que se abrazó mas de medio minuto.
Los seguían miles de ojos, cuando de pronto llegó un alto y musculoso indígena, rápido y decidido, de facciones duras que los saludo mirándolos con sus ojos penetrantes, muy fijos “Es un gusto volver a verla, princesa Millaray lo mismo que a usted cacique Cajamarca. De verdad me alegra volver a verlos después de lo que pasó en el nevado” dijo el guerrero Calarca acercándose y abrazándolos, cosas que pocas veces hacía porque consideraba que eso era debilidad.

Había venido para llevarse a los Quimbayas, su pueblo, a un sitio no muy lejano,  recién descubierto y que desde tiempo atrás había prometido a su tribu. “Hola cacique Calarcá, me alegra saludarlo porque hacía días que no lo veía. Hace mucho está aquí?” le preguntó Millaray. “No princesa, no hace mucho. Lo que pasa es que he venido por los Quimbayas para instalarnos en unas tierras cercanas, y a las que pondré mi nombre para que nunca me olviden. Son tierras descubiertas y conquistadas con la ayuda de mis amigos guerreros que de pronto me acompañan cuando les pido ayuda”. “Se lleva a los Quimbayas?” preguntó Cajamarca “Si. Esa era la promesa que yo les había hecho y que ellos esperaban desde hacía mucho. Ahora la cumplo.  Poco a poco la nación Pijao va extendiendo sus dominios y haciéndose mas rica y poderosa” contestó Calarcá cobijándose con una ruana que un indio le pasó porque la neblina empezaba a cubrir el pueblo. “Gracias Calarcá por hacer eso. Usted merece tener una vida mas tranquila y una tribu que le obedezca y le ayude en lo que quiere” le dijo Cajamarca. “Los Quimbayas son gente trabajadora y artistas nobles, muy creativos. Fortaleceremos este pueblo y lo haremos grande para que haya memoria de nosotros”. “Así debe ser. Ojalá las generaciones que vengan con los años, no nos olviden” añadió Amuillán metièndose en el grupo. 

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