martes, 2 de julio de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 82 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)





“Venga cóndor, baje un ala” y aferrándose se encaramaron en las espaldas del buitre que atrapando a la bestia en sus garras, se elevó llevándola por los aires, dirigiéndose a la tribu de los Yaporoges que no estaba lejos. “Les preguntaremos que es este animal, que parece un demonio” dijo el cóndor volando con toda su fuerza.
Pronto llegaron sobre el caserío que estaba tranquilo en esas horas del dia.
La gente al ver al cóndor con el monstruo en sus garras, se metió a las chozas gritando enajenados “No traigan semejante demonio aquí. Llévenselo, llévenselo ya”  Pero cóndor bajó sin hacer caso de los gritos, poniendo a la bestia a un lado del caserío, debajo de algunos árboles.
Nadie se atrevía a salir de los bohíos. Entonces Cajamarca comprendiendo que algo extraño pasaba entre la tribu y el monstruo, gritó con toda su fuerza “Vengan, vengan Yaporoges. No pasará nada malo si eso es lo que temen. El pájaro de mil colores mantendrá paralizada con su canto a ésta bestia mientras miramos que hacer con ella” y aunque la tribu no conocía a Cajamarca ni a Millaray, y aunque el cóndor tan gigante les producía asombro y confusión, fueron saliendo muy prevenidos de las chozas viendo a la bestia tendida, impotente en el pasto. “Esa bestia es la Patasola. Sáquenla de aquí inmediatamente porque nos traerá el mal” dijo de pronto un hombre desnudo que tenía una corona de oro y plumas algo ladeada en su cabeza, y el cuerpo pintado de fuertes colores verde, azafrán y negro.  Llevaba una vara gruesa en la mano, símbolo de su autoridad y su poder porque era el cacique del pueblo. “Como hicieron para cogerla?. Es la mujer mas mala que ha vivido en éstas tierras. Fornicaba con tribus enteras, con los niños y también con los animales. Enloquecía a los hombres que se peleaban para tenerla al verla desnuda en los alrededores de sus pueblos, y se burlaba de las mujeres volándose con sus maridos al rio, a las montañas o a las lagunas donde les quitaba la voluntad, enloqueciéndolos de deseo. Cada vez era mas mala hasta que un poderoso brujo de la tribu de los Coyaimas la durmió una noche en su choza dándole chicha con brebajes. Y aprovechando su sueño tan profundo, le dio un machetazo quitándole una pierna de un solo golpe.
Al poco tiempo la mujer, con su rabia y su odio, se murió sola entre la selva. La carne se le había reventado cayéndosele gelatinosa entre olores insoportables que ni siquiera los gallinazos aguantaban.
Las ganas de venganza con que se fue, hacían que su fantasma vagara ahora por las selvas y los caseríos haciéndole daño a la gente. Tenemos que hacerle un conjuro inmediatamente para que no nos haga nada. Invocaremos a la diosa Dulima para que nos proteja del mal” decía gritando el cacique Yaporoge que bebía acelerado la chicha de una totuma grande y blanquecina.
Rápidamente unos quinientos indios se acercaron a la bestia, danzando y cantando en profundos sonidos, pidiéndole a Dulima y al dios sol que los librara del monstruo y de todo mal que pudiera llegarles. “Saca de aquí este engendro, dios sol y diosa Dulima y dadnos la paz” gritaban en coro cogiéndose de las manos y bailando rítmicamente haciendo alianzas con las fuerzas de la tierra a la que se inclinaban venerándola.
. “No nos quiten la tranquilidad, dioses nuestros” imploraban encendiendo antorchas para ofrecer el fuego, siguiendo así mas de una hora. Entonces pasó algo raro. Del cuerpo del monstruo empezó a salir un humo espeso que se elevó en el aire mucho rato, hasta que desapareció del pasto sin dejar ninguna huella.
La tribu se puso entonces felíz, entrando a las chozas sacando olladas de chicha que bebían, hablando imparables del incidente “Esa mujer es peligrosa. Tenemos que mantener alertas para que no se vuelva a acercar al pueblo”. “Ese buitre la trajo en las garras. Como lo haría?” “Hay que sacar a esos visitantes ya de aquí. Deben tener pacto con el demonio”. “Si, si. Sacrifiquémoslos. Deben tener buen sabor ”. Entonces la tribu entera se vino encima de Millaray y Cajamarca queriendo atraparlos. Habría una buena comida con ellos esa noche.
Viendo la indiamenta sobre ellos, los jóvenes corrieron enloquecidos a la selva huyendo de semejante peligro pero Rayo de Luna entonó su mejor canto dejando al pueblo convertido en estatuas, en miles de posiciones. Entonces los jóvenes aprovecharon el momento subiendo al espinazo del cóndor que sin perder  ni un instante voló en dirección a las antiguas propiedades de Cajamarca donde vivía el cacique Ibagué, padre de la princesa Millaray y suegro del joven.
Ese viaje fue como un relámpago. No sintieron el tiempo quizás por el miedo que todavía tenían, recordando la manera como se habían encontrado con la Pata sola.
Llegaron en treinta minutos a esa región donde hacía frio y donde el dia estaba neblinoso.

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