“Venga cóndor, baje un
ala” y aferrándose se encaramaron en las espaldas del buitre que atrapando a la
bestia en sus garras, se elevó llevándola por los aires, dirigiéndose a la
tribu de los Yaporoges que no estaba lejos. “Les preguntaremos que es este
animal, que parece un demonio” dijo el cóndor volando con toda su fuerza.
Pronto llegaron sobre el
caserío que estaba tranquilo en esas horas del dia.
La gente al ver al cóndor
con el monstruo en sus garras, se metió a las chozas gritando enajenados “No
traigan semejante demonio aquí. Llévenselo, llévenselo ya” Pero cóndor bajó sin hacer caso de los gritos,
poniendo a la bestia a un lado del caserío, debajo de algunos árboles.
Nadie se atrevía a
salir de los bohíos. Entonces Cajamarca comprendiendo que algo extraño pasaba
entre la tribu y el monstruo, gritó con toda su fuerza “Vengan, vengan
Yaporoges. No pasará nada malo si eso es lo que temen. El pájaro de mil colores
mantendrá paralizada con su canto a ésta bestia mientras miramos que hacer con
ella” y aunque la tribu no conocía a Cajamarca ni a Millaray, y aunque el
cóndor tan gigante les producía asombro y confusión, fueron saliendo muy
prevenidos de las chozas viendo a la bestia tendida, impotente en el pasto.
“Esa bestia es la
Patasola. Sáquenla de aquí inmediatamente porque nos traerá
el mal” dijo de pronto un hombre desnudo que tenía una corona de oro y plumas
algo ladeada en su cabeza, y el cuerpo pintado de fuertes colores verde,
azafrán y negro. Llevaba una vara gruesa
en la mano, símbolo de su autoridad y su poder porque era el cacique del
pueblo. “Como hicieron para cogerla?. Es la mujer mas mala que ha vivido en
éstas tierras. Fornicaba con tribus enteras, con los niños y también con los
animales. Enloquecía a los hombres que se peleaban para tenerla al verla
desnuda en los alrededores de sus pueblos, y se burlaba de las mujeres
volándose con sus maridos al rio, a las montañas o a las lagunas donde les
quitaba la voluntad, enloqueciéndolos de deseo. Cada vez era mas mala hasta que
un poderoso brujo de la tribu de los Coyaimas la durmió una noche en su choza
dándole chicha con brebajes. Y aprovechando su sueño tan profundo, le dio un
machetazo quitándole una pierna de un solo golpe.
Al poco tiempo la mujer,
con su rabia y su odio, se murió sola entre la selva. La carne se le había
reventado cayéndosele gelatinosa entre olores insoportables que ni siquiera los
gallinazos aguantaban.
Las ganas de venganza con
que se fue, hacían que su fantasma vagara ahora por las selvas y los caseríos
haciéndole daño a la gente. Tenemos que hacerle un conjuro inmediatamente para
que no nos haga nada. Invocaremos a la diosa Dulima para que nos proteja del
mal” decía gritando el cacique Yaporoge que bebía acelerado la chicha de una
totuma grande y blanquecina.
Rápidamente unos
quinientos indios se acercaron a la bestia, danzando y cantando en profundos
sonidos, pidiéndole a Dulima y al dios sol que los librara del monstruo y de
todo mal que pudiera llegarles. “Saca de aquí este engendro, dios sol y diosa
Dulima y dadnos la paz” gritaban en coro cogiéndose de las manos y bailando rítmicamente
haciendo alianzas con las fuerzas de la tierra a la que se inclinaban
venerándola.
. “No nos quiten la tranquilidad,
dioses nuestros” imploraban encendiendo antorchas para ofrecer el fuego, siguiendo
así mas de una hora. Entonces pasó algo raro. Del cuerpo del monstruo empezó a
salir un humo espeso que se elevó en el aire mucho rato, hasta que desapareció del
pasto sin dejar ninguna huella.
La tribu se puso entonces
felíz, entrando a las chozas sacando olladas de chicha que bebían, hablando imparables
del incidente “Esa mujer es peligrosa. Tenemos que mantener alertas para que no
se vuelva a acercar al pueblo”. “Ese buitre la trajo en las garras. Como lo
haría?” “Hay que sacar a esos visitantes ya de aquí. Deben tener pacto con el
demonio”. “Si, si. Sacrifiquémoslos. Deben tener buen sabor ”. Entonces la
tribu entera se vino encima de Millaray y Cajamarca queriendo atraparlos.
Habría una buena comida con ellos esa noche.
Viendo la indiamenta
sobre ellos, los jóvenes corrieron enloquecidos a la selva huyendo de semejante
peligro pero Rayo de Luna entonó su mejor canto dejando al pueblo convertido en
estatuas, en miles de posiciones. Entonces los jóvenes aprovecharon el momento
subiendo al espinazo del cóndor que sin perder ni un instante voló en dirección a las
antiguas propiedades de Cajamarca donde vivía el cacique Ibagué, padre de la
princesa Millaray y suegro del joven.
Ese viaje fue como un
relámpago. No sintieron el tiempo quizás por el miedo que todavía tenían,
recordando la manera como se habían encontrado con la Pata sola.
Llegaron en treinta
minutos a esa región donde hacía frio y donde el dia estaba neblinoso.
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