jueves, 27 de junio de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 81 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)




Serás nuestro dios y te adoraremos todos los días. Vuelve, vuelve gran pájaro”. La tribu se había levantado por los gritos del indio, sintiendo pesar por la huida del pájaro.  Ya cóndor iba lejos. Ya no escuchaba el llamado de la tribu. De modo que siguió en su viaje muy tranquilo.
Ir con los amigos en su espalda era importante para el.
Estaba tan fuerte y veloz, que en media hora sobrevolaron al espinal donde vivían los Yaporoges o Poinas que saltaban contentos entre las chozas viendo como el ave daba vueltas encima ellos.
A Millaray y Cajamarca no les importó llegar ahí porque lo que querían era irse directamente a donde estaba el cacique Ibagué para visitarlo, para volver a verlo, lo mismo que a su esposa Yexalen, de modo que siguieron volando sobre la tupida selva cuando de repente escucharon largos y lastimosos gritos de mujer.
Eran  los gritos de una mujer extraviada, perdida en esos bosques donde vivían tigres, leones, hienas y fieras parecidas. “Si oyes Cajamarca? Una mujer está pidiendo auxilio. Sus gritos son dolorosos. Bajemos a ver quien es” dijo Millaray casi gritando porque el viento se llevaba La voz. “Uy si. Parece que fuera a morirse de tristeza” contestó Cajamarca estirándose por encima de las alas, queriendo ver quien era. “Cóndor baje para mirar a la mujer” le  ordenó Millaray. “Como ordene, princesa” contestó el buitre deslizándose en picada, semejante a una piedra en caída.
Pronto la vieron saltando y corriendo en la manigua como si estuviera enloquecida y como si huyera de  algún peligro “Es una mujer muy bella que va corriendo y como buscando algo” dijo el cóndor mirando entre las hojas en su vuelo. “Como hacemos para ir hasta donde está?” preguntó Millaray “Busquemos un claro y bajamos”. El cóndor voló sobre los árboles casi rozándolos, encontrando a unos cien metros un lugar en el que podían descender. Lo hicieron aceleradamente cayendo al suelo en menos de lo que pensaron. Cóndor se quedó ahí, mirando intenso entre los árboles, mientras Cajamarca y Millaray corrían afanados buscando a la mujer.
Allá venía saltando muy alto y casi volando entre los troncos, los bejucos y las rocas que le tapaban el paso. Los jóvenes vieron que le hacía falta una pierna pero que era muy bella y seductora. Además con los saltos que daba, el andar no se le dificultaba. Al verlos les sonrió dulce, atrayéndolos con sus encantos y con sus gestos tan femeninos y provocativos. Estaba con los hombros descubiertos. Su cabello largo y perfumado era una cascada lujuriosa. Los jóvenes se quedaron a cinco metros de ella, fascinados por su magnética presencia. Se dejaban ir lentos hasta la mujer porque parecían perder la voluntad y el habla en su contacto. Cuando estuvieron a solo un metro, increíblemente empezó a transformarse en una fiera desconocida. Su cara y cráneo se achataron  alargándose hasta convertirse en una cabeza de cocodrilo con enormes protuberancias y espuma en la boca, a la vez que su cuerpo se  volvia de puma elástico y fiero. Sus alaridos eran estremecedores. Penetraban la selva paralizando la vida y toda actividad. De repente se lanzò encima de Millaray con la jeta muy abierta queriendo tragársela de un bocado, pero Cajamarca que ya había alistado su arco, le lanzó una flecha atravesándole la lengua y parte del paladar de donde salió sangre medio verduzca cayendo al suelo muy espesa. De ahí nacieron inmediatamente gusanos de pelambre negra que caminaron entre la maleza devorándose los troncos, las hojas, las piedras y devorándose también entre si. Mientras tanto el monstruo se retorcía de dolor y rabia por la flecha clavada en su boca y porque ningún desconocido se había atrevido a atacarla de aquella forma tan infame. Entonces empezó a botar candela y chispas muy quemantes por los ojos para atrapar a Cajamarca y asarlo completamente. Quería devorarlo. Logró quemarle un brazo y parte del pecho “Cuidado Millaray. Apártate para que no te haga nada” gritaba el joven lanzándole mas flechas a la bestia “Vámonos, vámonos” gritaba también Millaray haciéndose a un lado y protegiéndose en los tallos de los árboles. En ese momento el pájaro de mil colores entonó su mágico canto paralizando al monstruo. Sin embargo era tan poderoso, que logró burlar el encanto del pájaro, huyendo, berriando y metiéndose en lo mas oscuro del bosque. Al pasar junto al cóndor que lo esperaba en silencio al borde del claro, el ave se lanzó sobre el, cogiéndolo en sus garras y estremeciéndolo mientras sobrevolaba en la maleza. La fiera se revolvía en convulsiones y alaridos, echando espuma por las fauces y mas candela por los ojos, quemando los troncos que empezaron a incendiar la selva. Le crecieron los colmillos volviéndose mas amenazante. El cóndor no lo aflojaba hasta que aparecieron Millaray y Cajamarca gritando “No lo suelte cóndor, no lo suelte. Esa bestia es un demonio y hay que destruirlo”. Entonces Rayo de Luna Cantó sin parar volando de una a otra rama, paralizando definitivamente a la bestia que cayó al suelo respirando asfixiada sin lograr pararse. Entonces Millaray y Cajamarca gritaron “Venga cóndor, baje un ala” y aferrándose se encaramaron en las espaldas del buitre que atrapando a la bestia en sus garras, se elevó llevándola por los aires, dirigiéndose a la tribu de los Yaporoges que no estaba lejos. “Les preguntaremos que es este animal, que parece un demonio” dijo el cóndor volando con toda su fuerza. 


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