Serás nuestro dios y te
adoraremos todos los días. Vuelve, vuelve gran pájaro”. La tribu se había
levantado por los gritos del indio, sintiendo pesar por la huida del
pájaro. Ya cóndor iba lejos. Ya no
escuchaba el llamado de la tribu. De modo que siguió en su viaje muy tranquilo.
Ir con los amigos en su espalda era importante para el.
Estaba tan fuerte y veloz,
que en media hora sobrevolaron al espinal donde vivían los Yaporoges o Poinas
que saltaban contentos entre las chozas viendo como el ave daba vueltas encima
ellos.
A Millaray y Cajamarca
no les importó llegar ahí porque lo que querían era irse directamente a donde
estaba el cacique Ibagué para visitarlo, para volver a verlo, lo mismo que a su
esposa Yexalen, de modo que siguieron volando sobre la tupida selva cuando de
repente escucharon largos y lastimosos gritos de mujer.
Eran los gritos de una mujer extraviada, perdida en
esos bosques donde vivían tigres, leones, hienas y fieras parecidas. “Si oyes
Cajamarca? Una mujer está pidiendo auxilio. Sus gritos son dolorosos. Bajemos a
ver quien es” dijo Millaray casi gritando porque el viento se llevaba La voz.
“Uy si. Parece que fuera a morirse de tristeza” contestó Cajamarca estirándose
por encima de las alas, queriendo ver quien era. “Cóndor baje para mirar a la
mujer” le ordenó Millaray. “Como ordene,
princesa” contestó el buitre deslizándose en picada, semejante a una piedra en caída.
Pronto la vieron
saltando y corriendo en la manigua como si estuviera enloquecida y como si
huyera de algún peligro “Es una mujer
muy bella que va corriendo y como buscando algo” dijo el cóndor mirando entre
las hojas en su vuelo. “Como hacemos para ir hasta donde está?” preguntó
Millaray “Busquemos un claro y bajamos”. El cóndor voló sobre los árboles casi
rozándolos, encontrando a unos cien metros un lugar en el que podían descender.
Lo hicieron aceleradamente cayendo al suelo en menos de lo que pensaron. Cóndor
se quedó ahí, mirando intenso entre los árboles, mientras Cajamarca y Millaray
corrían afanados buscando a la mujer.
Allá venía saltando muy
alto y casi volando entre los troncos, los bejucos y las rocas que le tapaban
el paso. Los jóvenes vieron que le hacía falta una pierna pero que era muy
bella y seductora. Además con los saltos que daba, el andar no se le
dificultaba. Al verlos les sonrió dulce, atrayéndolos con sus encantos y con
sus gestos tan femeninos y provocativos. Estaba con los hombros descubiertos. Su
cabello largo y perfumado era una cascada lujuriosa. Los jóvenes se quedaron a
cinco metros de ella, fascinados por su magnética presencia. Se dejaban ir lentos
hasta la mujer porque parecían perder la voluntad y el habla en su contacto.
Cuando estuvieron a solo un metro, increíblemente empezó a transformarse en una
fiera desconocida. Su cara y cráneo se achataron alargándose hasta convertirse en una cabeza
de cocodrilo con enormes protuberancias y espuma en la boca, a la vez que su
cuerpo se volvia de puma elástico y
fiero. Sus alaridos eran estremecedores. Penetraban la selva paralizando la
vida y toda actividad. De repente se lanzò encima de Millaray con la jeta muy
abierta queriendo tragársela de un bocado, pero Cajamarca que ya había alistado
su arco, le lanzó una flecha atravesándole la lengua y parte del paladar de
donde salió sangre medio verduzca cayendo al suelo muy espesa. De ahí nacieron inmediatamente
gusanos de pelambre negra que caminaron entre la maleza devorándose los
troncos, las hojas, las piedras y devorándose también entre si. Mientras tanto
el monstruo se retorcía de dolor y rabia por la flecha clavada en su boca y
porque ningún desconocido se había atrevido a atacarla de aquella forma tan
infame. Entonces empezó a botar candela y chispas muy quemantes por los ojos
para atrapar a Cajamarca y asarlo completamente. Quería devorarlo. Logró
quemarle un brazo y parte del pecho “Cuidado Millaray. Apártate para que no te
haga nada” gritaba el joven lanzándole mas flechas a la bestia “Vámonos,
vámonos” gritaba también Millaray haciéndose a un lado y protegiéndose en los
tallos de los árboles. En ese momento el pájaro de mil colores entonó su mágico
canto paralizando al monstruo. Sin embargo era tan poderoso, que logró burlar
el encanto del pájaro, huyendo, berriando y metiéndose en lo mas oscuro del
bosque. Al pasar junto al cóndor que lo esperaba en silencio al borde del
claro, el ave se lanzó sobre el, cogiéndolo en sus garras y estremeciéndolo
mientras sobrevolaba en la maleza. La fiera se revolvía en convulsiones y
alaridos, echando espuma por las fauces y mas candela por los ojos, quemando
los troncos que empezaron a incendiar la selva. Le crecieron los colmillos
volviéndose mas amenazante. El cóndor no lo aflojaba hasta que aparecieron
Millaray y Cajamarca gritando “No lo suelte cóndor, no lo suelte. Esa bestia es
un demonio y hay que destruirlo”. Entonces Rayo de Luna Cantó sin parar volando
de una a otra rama, paralizando definitivamente a la bestia que cayó al suelo
respirando asfixiada sin lograr pararse. Entonces Millaray y Cajamarca gritaron
“Venga cóndor, baje un ala” y aferrándose se encaramaron en las espaldas del buitre
que atrapando a la bestia en sus garras, se elevó llevándola por los aires, dirigiéndose
a la tribu de los Yaporoges que no estaba lejos. “Les preguntaremos que es este
animal, que parece un demonio” dijo el cóndor volando con toda su fuerza.
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