viernes, 21 de junio de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 80 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)








 “No te afanes princesa. Todo esto y mucho mas tendrás cuando encuentres a Luz de Sol y te entregue el diamante del poder. Te volveras superpoderosa como cualquier dios de las galaxias” le dijo el pájaro de mil colores que estaba parado en su hombro. “Tu serás diosa de los dioses. De modo que debes prepararte para cuando eso pase” siguió diciéndole Rayo de Luna mientras los indios permanecían metidos en el fuego donde se veían incandescentes como hierro listo a fundirse.
Centenares de indígenas que ya veían la escena en la pira como algo normal de la tribu, se acercaron al cóndor para seguir adorándolo en su danza oculta.
Pero ocurrió algo extraño.
El cóndor fue cayendo en un hondo sueño del que le fue imposible salir, desplomándose de costado en el suelo como si hubiera sufrido un raro ataque. Ahí fue que Millaray se desconcertó pensando si perdería a su amigo para siempre. “Que le pasó al cóndor? Paren, paren, no lo adoren mas, no ven que algo malo le ha pasado?” le gritaba a la tribu que no atendía el llamado porque cada vez tomaban mas  chicha lo que los ponía completamente irracionales y hasta misteriosos. “Por el poder de los dioses gran buitre, descansa para que te levantes con las fuerzas que el universo te da. De ahora en adelante no sentirás cansancio, ni frio, ni hambre. Resistirás las dificultades como ninguna otra ave puede hacerlo. De modo que relájate y levántate fortalecido” gritaba uno de los indios danzando y dando vueltas alrededor de el. Millaray y Cajamarca que habían escuchado la oracíon al buitre, se quedaron callados esperando a ver que pasaba. Mucha gente de la tribu vino a aumentar la masa de bailarines alrededor del formidable cóndor. Habían traído antorchas que enviaban su humo oscuro al espacio, mientras el repique de las tamboras, el sonido de las flautas, el ritmo de las charrascas hacían un ambiente pasmoso, lento y maravilloso.
Mas o menos a la media noche el cóndor se sacudió largo rato, aleteando en fuertes convulsiones y echando babaza, moviendo las patas y las garras en contracciones inevitables como calambres, estando todavía tendido en el suelo, del que no podía despegarse. Eso le duró mas o menos veinte minutos hasta que de pronto se levantó, estrujando aun mas las alas y la cabeza que sentía pesada por un sueño extraño que no se podía quitar de encima “Que me pasó? Por qué me quedé dormido de repente entre toda esta gente?” decía el buitre mirando extrañado la enorme fogata que empezaba a extinguirse. Ahí Millaray se acercó tocándolo cuidadosa y diciéndole “Te quedaste dormido mientras la tribu te adoraba” “Ah si, es verdad. Me había olvidado de todo eso. Pero siento que algo raro y bueno me ha pasado porque a pesar de la borrachera que tengo, me siento liviano y con enorme fuerza. Me parece que pudiera volar sin descanso a cualquier galaxia,  sin necesidad de comer ni de beber, nunca, nunca. Siento que una energía desconocida se ha metido en mi sangre, en mi cerebro y en mis huesos, pero no puedo explicar nada mas porque no entiendo realmente mi estado. Hay como un misterio escondido en cada una de mis plumas y también en mis poros . . .”  “Sientes todo eso cóndor?” le preguntó Millaray en alta voz para que pudiera oírla entre la algarabía de la gente. “Si, siento cosas desconocidas y estoy contento por esas sensaciones poderosas que me recorren el cuerpo”.
A esas horas muchos indios se habían quedado dormidos en el pasto y entre la maleza. Algunos se fueron a sus chozas a estirarse en las esteras y en las hamacas porque se sentían agotados. La llegada del buitre les había dado felicidad creyendo que era un pájaro venido de las estrellas. Tanto ritual que le habían hecho al pájaro, tanta atención para los jóvenes hijos de los dioses, tanto corre corre entre las chozas y entre la gente asombrada que bebía chicha como agua, les había consumido sus energías y su ánimo y por eso ahora  necesitaban descansar.
Al poco tiempo Millaray y Cajamarca viéndose solos, se tiraron en el pasto arropándose con las ruanas que siempre llevaban. Rápidamente cayeron en un sueño hondo que les duró hasta el amanecer cuando despertaron en medio de cuerpos tirados aquí y allá como si estuvieran en un campo de batalla.
Caminaron hasta donde estaba el cóndor que se había retirado al bosque evitando la curiosidad de la gente. Allá, debajo de los árboles, y contra una roca, dormía tranquilo recuperándose de la pesadéz de su cabeza. Millaray lo tocó cuidadosa diciéndole “Cóndor, cóndor vámonos ya de aquí. Tenemos que seguir el viaje”. “Como diga princesa” respondió soñoliento, levantándose y sacudiendo las alas para terminar de despertarse “No hagas tanto ruido” le ordenó Millaray.
El buitre entendió que la princesa no quería que la gente se despertara y saliendo de debajo de los árboles caminó al patio donde bajó el ala. Millaray y Cajamarca se agarraron de las plumas, subiendo al espinazo rápidamente. Se acomodaron ahí, mientras el cóndor corría en largos saltos elevándose en el espacio tibio de esa mañana.
Algunos indios se despertaron, y al ver que el ave se alejaba volando por encima del pueblo, gritaron aturdidos “Pájaro del cielo, pájaro del cielo vuelva, no nos deje solos. Serás nuestro dios y te adoraremos todos los días. Vuelve, vuelve gran pájaro”. La tribu se había levantado por los gritos del indio, sintiendo pesar por la huida del pájaro.  Ya cóndor iba lejos. Ya no escuchaba el llamado de la tribu. De modo que siguió en su viaje muy tranquilo. Ir con los amigos en su espalda era importante para el.
Estaba tan fuerte y veloz, que en media hora sobrevolaron al espinal donde vivían los Yaporoges o Poinas que saltaban contentos entre las chozas viendo como el ave daba vueltas encima ellos.




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