“No te afanes princesa. Todo esto y mucho mas
tendrás cuando encuentres a Luz de Sol y te entregue el diamante del poder. Te
volveras superpoderosa como cualquier dios de las galaxias” le dijo el pájaro
de mil colores que estaba parado en su hombro. “Tu serás diosa de los dioses.
De modo que debes prepararte para cuando eso pase” siguió diciéndole Rayo de
Luna mientras los indios permanecían metidos en el fuego donde se veían
incandescentes como hierro listo a fundirse.
Centenares de indígenas
que ya veían la escena en la pira como algo normal de la tribu, se acercaron al
cóndor para seguir adorándolo en su danza oculta.
Pero ocurrió algo
extraño.
El cóndor fue cayendo
en un hondo sueño del que le fue imposible salir, desplomándose de costado en
el suelo como si hubiera sufrido un raro ataque. Ahí fue que Millaray se
desconcertó pensando si perdería a su amigo para siempre. “Que le pasó al
cóndor? Paren, paren, no lo adoren mas, no ven que algo malo le ha pasado?” le
gritaba a la tribu que no atendía el llamado porque cada vez tomaban mas chicha lo que los ponía completamente
irracionales y hasta misteriosos. “Por el poder de los dioses gran buitre,
descansa para que te levantes con las fuerzas que el universo te da. De ahora
en adelante no sentirás cansancio, ni frio, ni hambre. Resistirás las
dificultades como ninguna otra ave puede hacerlo. De modo que relájate y
levántate fortalecido” gritaba uno de los indios danzando y dando vueltas
alrededor de el. Millaray y Cajamarca que habían escuchado la oracíon al buitre,
se quedaron callados esperando a ver que pasaba. Mucha gente de la tribu vino a
aumentar la masa de bailarines alrededor del formidable cóndor. Habían traído
antorchas que enviaban su humo oscuro al espacio, mientras el repique de las
tamboras, el sonido de las flautas, el ritmo de las charrascas hacían un
ambiente pasmoso, lento y maravilloso.
Mas o menos a la media
noche el cóndor se sacudió largo rato, aleteando en fuertes convulsiones y echando
babaza, moviendo las patas y las garras en contracciones inevitables como
calambres, estando todavía tendido en el suelo, del que no podía despegarse.
Eso le duró mas o menos veinte minutos hasta que de pronto se levantó,
estrujando aun mas las alas y la cabeza que sentía pesada por un sueño extraño
que no se podía quitar de encima “Que me pasó? Por qué me quedé dormido de
repente entre toda esta gente?” decía el buitre mirando extrañado la enorme
fogata que empezaba a extinguirse. Ahí Millaray se acercó tocándolo cuidadosa y
diciéndole “Te quedaste dormido mientras la tribu te adoraba” “Ah si, es
verdad. Me había olvidado de todo eso. Pero siento que algo raro y bueno me ha
pasado porque a pesar de la borrachera que tengo, me siento liviano y con
enorme fuerza. Me parece que pudiera volar sin descanso a cualquier galaxia, sin necesidad de comer ni de beber, nunca,
nunca. Siento que una energía desconocida se ha metido en mi sangre, en mi
cerebro y en mis huesos, pero no puedo explicar nada mas porque no entiendo
realmente mi estado. Hay como un misterio escondido en cada una de mis plumas y
también en mis poros . . .” “Sientes todo
eso cóndor?” le preguntó Millaray en alta voz para que pudiera oírla entre la
algarabía de la gente. “Si, siento cosas desconocidas y estoy contento por esas
sensaciones poderosas que me recorren el cuerpo”.
A esas horas muchos
indios se habían quedado dormidos en el pasto y entre la maleza. Algunos se
fueron a sus chozas a estirarse en las esteras y en las hamacas porque se sentían
agotados. La llegada del buitre les había dado felicidad creyendo que era un
pájaro venido de las estrellas. Tanto ritual que le habían hecho al pájaro,
tanta atención para los jóvenes hijos de los dioses, tanto corre corre entre
las chozas y entre la gente asombrada que bebía chicha como agua, les había
consumido sus energías y su ánimo y por eso ahora necesitaban descansar.
Al poco tiempo Millaray
y Cajamarca viéndose solos, se tiraron en el pasto arropándose con las ruanas
que siempre llevaban. Rápidamente cayeron en un sueño hondo que les duró hasta
el amanecer cuando despertaron en medio de cuerpos tirados aquí y allá como si estuvieran
en un campo de batalla.
Caminaron hasta donde
estaba el cóndor que se había retirado al bosque evitando la curiosidad de la
gente. Allá, debajo de los árboles, y contra una roca, dormía tranquilo
recuperándose de la pesadéz de su cabeza. Millaray lo tocó cuidadosa diciéndole
“Cóndor, cóndor vámonos ya de aquí. Tenemos que seguir el viaje”. “Como diga princesa”
respondió soñoliento, levantándose y sacudiendo las alas para terminar de
despertarse “No hagas tanto ruido” le ordenó Millaray.
El buitre entendió que
la princesa no quería que la gente se despertara y saliendo de debajo de los
árboles caminó al patio donde bajó el ala. Millaray y Cajamarca se agarraron de
las plumas, subiendo al espinazo rápidamente. Se acomodaron ahí, mientras el
cóndor corría en largos saltos elevándose en el espacio tibio de esa mañana.
Algunos indios se
despertaron, y al ver que el ave se alejaba volando por encima del pueblo,
gritaron aturdidos “Pájaro del cielo, pájaro del cielo vuelva, no nos deje
solos. Serás nuestro dios y te adoraremos todos los días. Vuelve, vuelve gran
pájaro”. La tribu se había levantado por los gritos del indio, sintiendo pesar
por la huida del pájaro. Ya cóndor iba lejos.
Ya no escuchaba el llamado de la tribu. De modo que siguió en su viaje muy
tranquilo. Ir con los amigos en su espalda era importante para el.
Estaba tan fuerte y veloz,
que en media hora sobrevolaron al espinal donde vivían los Yaporoges o Poinas
que saltaban contentos entre las chozas viendo como el ave daba vueltas encima
ellos.
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