sábado, 25 de mayo de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 72 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)




Tener el pájaro de mil colores era tener el poder sobre las cosas y los hombres, porque con su canto hechizaba, encantaba y seducía. Hacía que los deseos se cumplieran.
Era tanta la alegría de tenerlo, que no se dieron cuenta del tiempo que había corrido hasta llegar al rancho. De modo que Millaray gritó sorprendida “Tan rápido llegamos?”. “Yo tampoco me di cuenta a que horas atravesamos tanta tierra”. Inhimpitu tenía el pájaro en la mano “Ayúdeme a bajar de aquí para no lastimarlo” le dijo a Cajamarca que la sostuvo con un brazo mientras se descolgaban por el ala del buitre.
Ahí estaban los cuatro indios saludándolos “Lo trajeron. Trajeron el pájaro de mil colores, que alegría” gritaba la india joven. “Si, ahora somos poderosos” dijo Inhimpitu riendo, saltando  y entrando al rancho que estaba algo iluminado. “Ahora Millaray podrá encontrar a mi hija Luz de Sol, según dicen los libros sabios de Columbus”. “Si, es eso lo que afirman las leyendas y los escritos de los sabios. La encontraremos como sea. Pero lo que voy a hacer es que empezaré a buscarla en las tribus pijao para coger confianza en las aventuras que viviré con Cajamarca y para hacerme amiga del pájaro mientras me perfecciono en su canto” decía Millaray acercándose a Inhimpitu para observar el ave que estaba muy quieta en el hombro de la diosa. “quiere decir que pronto volveré a mis tierras, a mis montañas. Recorreré una por una las tribus de mi pueblo a ver si empezando por ahí me ubico para encontrar a tu hija Luz de sol” dijo Millaray dándole un trocito de pescado al pájaro que no se iba porque conocía a la diosa desde hacía mucho tiempo, porque había vivido en su bosque desde que Inhimpitu estaba sola, y también porque sabía que lo necesitaban. “Debes hacer como mejor te parezca” le decía Inhimpitu a su amiga, imitando el canto del ave que desde hacía rato estaba muy callada. “Pero antes de irte debes imitarlo bien”. “Si, y también le pondré un nombre”. “Así debe ser. El lo aprenderá y volará a ti cuando lo llames” dijo Inhimpitu. “Se llamará Rayo de luna. De ahora en adelante ese será tu nombre” dijo Millaray pasando un dedo suave por la espalda del pájaro. “Te gusta ese nombre?” le preguntó. “Si, me gusta” respondió el pájaro saltando al hombro de la princesa que lo cogió imitando otra vez su canto. “Te falta poco para que aprendas a imitarme bien” le dijo. “Ensaya, ensaya” y el ave cantaba invitando a que Millaray hiciera igual.
Ese pájaro no tenía mil colores. Era que cuando alguien pedía un deseo, se esponjaba reflejando en el aire muchísimos colores como minúsculas auroras boreales inexplicables. Pero normalmente parecía un pájaro común.
“Tengo tanto afán de buscar a tu hija Luz de sol, que mañana mismo nos iremos, cierto Cajamarca?” preguntó Millaray. “Pues si lo quieres, mañana volaremos a las tierras Pijao” dijo el, mirando el cóndor a lo lejos. “Su compañía es muy agradable y no quisiera que se fueran tan rápido” dijo Inhimpitu con los ojos algo lánguidos. “Pronto volveré a sus tierras para pasar una larga temporada allá. Me gustan la montañas y la neblina que tienen también”.
Las indígenas les pasaron platos de barro fino, con pescados y yuca sancochada además de algunas frutas de buen aroma. Ellos se aplicaron a comer porque tenían hambre, mientras el pájaro revoloteaba en la habitación y en las cercanías cantando.    
El resto de tarde pasó rápido como también la noche.
Cuando el sol se alzó al otro día, dejando las largas planicies abajo,  Millaray y Cajamarca se alistaron para regresar a su tierra. Inhimpitu estaba triste. No quería comer y sonreía a la fuerza. “Debes ponerte contenta de que nos vayamos porque así encontraremos pronto a tu hija Luz de sol” le decía Millaray. “Si, pero es que . . . Aquí está Rayo de luna para que lo lleves. Con el no tendrás dificultades” le dijo Inhimpitu. La princesa recibió el pájaro de mil colores diciendo “Gracias diosa por éste regalo maravilloso que me hace. Por los poderes que recibo con el, pronto seré una diosa como tu”. “Sé que así será” contestó Inhimpitu haciendo sonar sus pulseras mientras se arreglaba el largo vestido de colores.
Cajamarca se dio cuenta que debía acelerar el viaje, por eso salió al patio gritando “Cóndor de los Andes, Cóndor de los Andes, vengaaaa.”. Al momento apareció el buitre en lo alto del viento, cayendo en el patio con sus enormes alas extendidas. “Adios diosa Inhimpitu” dijo el joven abrazándola largo. “Adios Inhimpitu. Espero que vaya a visitarnos pronto” le decía Millaray abrazándola también. “Iré. En cualquier momento que me dé un impulso aventurero me apareceré en su pueblo”. “La estaremos esperando mientras recorremos las tribus Pijao buscando a tu hija”. “Gracias por esas cosas tan buenas que hacen por mi. No tendré como agradecerles semejante favor. Mi hija es siempre lo primero para mi”.
El cóndor hizo “Gggrrrr, gggrrrr” porque tenía afán de vuelo. Entonces Millaray y Cajamarca subieron a sus espaldas y el pájaro batió las alas elevándose por encima de los árboles mientras los jóvenes movían las manos despidiéndose de la diosa y de los nativos.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario