Tener el pájaro de mil
colores era tener el poder sobre las cosas y los hombres, porque con su canto
hechizaba, encantaba y seducía. Hacía que los deseos se cumplieran.
Era tanta la alegría de
tenerlo, que no se dieron cuenta del tiempo que había corrido hasta llegar al
rancho. De modo que Millaray gritó sorprendida “Tan rápido llegamos?”. “Yo
tampoco me di cuenta a que horas atravesamos tanta tierra”. Inhimpitu tenía el
pájaro en la mano “Ayúdeme a bajar de aquí para no lastimarlo” le dijo a
Cajamarca que la sostuvo con un brazo mientras se descolgaban por el ala del buitre.
Ahí estaban los cuatro
indios saludándolos “Lo trajeron. Trajeron el pájaro de mil colores, que
alegría” gritaba la india joven. “Si, ahora somos poderosos” dijo Inhimpitu
riendo, saltando y entrando al rancho
que estaba algo iluminado. “Ahora Millaray podrá encontrar a mi hija Luz de
Sol, según dicen los libros sabios de Columbus”. “Si, es eso lo que afirman las
leyendas y los escritos de los sabios. La encontraremos como sea. Pero lo que
voy a hacer es que empezaré a buscarla en las tribus pijao para coger confianza
en las aventuras que viviré con Cajamarca y para hacerme amiga del pájaro
mientras me perfecciono en su canto” decía Millaray acercándose a Inhimpitu
para observar el ave que estaba muy quieta en el hombro de la diosa. “quiere
decir que pronto volveré a mis tierras, a mis montañas. Recorreré una por una
las tribus de mi pueblo a ver si empezando por ahí me ubico para encontrar a tu
hija Luz de sol” dijo Millaray dándole un trocito de pescado al pájaro que no
se iba porque conocía a la diosa desde hacía mucho tiempo, porque había vivido
en su bosque desde que Inhimpitu estaba sola, y también porque sabía que lo
necesitaban. “Debes hacer como mejor te parezca” le decía Inhimpitu a su amiga,
imitando el canto del ave que desde hacía rato estaba muy callada. “Pero antes
de irte debes imitarlo bien”. “Si, y también le pondré un nombre”. “Así debe
ser. El lo aprenderá y volará a ti cuando lo llames” dijo Inhimpitu. “Se llamará
Rayo de luna. De ahora en adelante ese será tu nombre” dijo Millaray pasando un
dedo suave por la espalda del pájaro. “Te gusta ese nombre?” le preguntó. “Si,
me gusta” respondió el pájaro saltando al hombro de la princesa que lo cogió
imitando otra vez su canto. “Te falta poco para que aprendas a imitarme bien”
le dijo. “Ensaya, ensaya” y el ave cantaba invitando a que Millaray hiciera
igual.
Ese pájaro no tenía mil
colores. Era que cuando alguien pedía un deseo, se esponjaba reflejando en el
aire muchísimos colores como minúsculas auroras boreales inexplicables. Pero
normalmente parecía un pájaro común.
“Tengo tanto afán de buscar
a tu hija Luz de sol, que mañana mismo nos iremos, cierto Cajamarca?” preguntó
Millaray. “Pues si lo quieres, mañana volaremos a las tierras Pijao” dijo el,
mirando el cóndor a lo lejos. “Su compañía es muy agradable y no quisiera que
se fueran tan rápido” dijo Inhimpitu con los ojos algo lánguidos. “Pronto
volveré a sus tierras para pasar una larga temporada allá. Me gustan la
montañas y la neblina que tienen también”.
Las indígenas les
pasaron platos de barro fino, con pescados y yuca sancochada además de algunas
frutas de buen aroma. Ellos se aplicaron a comer porque tenían hambre, mientras
el pájaro revoloteaba en la habitación y en las cercanías cantando.
El resto de tarde pasó
rápido como también la noche.
Cuando el sol se alzó
al otro día, dejando las largas planicies abajo, Millaray y Cajamarca se alistaron para
regresar a su tierra. Inhimpitu estaba triste. No quería comer y sonreía a la
fuerza. “Debes ponerte contenta de que nos vayamos porque así encontraremos
pronto a tu hija Luz de sol” le decía Millaray. “Si, pero es que . . . Aquí
está Rayo de luna para que lo lleves. Con el no tendrás dificultades” le dijo
Inhimpitu. La princesa recibió el pájaro de mil colores diciendo “Gracias diosa
por éste regalo maravilloso que me hace. Por los poderes que recibo con el,
pronto seré una diosa como tu”. “Sé que así será” contestó Inhimpitu haciendo
sonar sus pulseras mientras se arreglaba el largo vestido de colores.
Cajamarca se dio cuenta
que debía acelerar el viaje, por eso salió al patio gritando “Cóndor de los
Andes, Cóndor de los Andes, vengaaaa.”. Al momento apareció el buitre en lo
alto del viento, cayendo en el patio con sus enormes alas extendidas. “Adios
diosa Inhimpitu” dijo el joven abrazándola largo. “Adios Inhimpitu. Espero que
vaya a visitarnos pronto” le decía Millaray abrazándola también. “Iré. En
cualquier momento que me dé un impulso aventurero me apareceré en su pueblo”.
“La estaremos esperando mientras recorremos las tribus Pijao buscando a tu
hija”. “Gracias por esas cosas tan buenas que hacen por mi. No tendré como
agradecerles semejante favor. Mi hija es siempre lo primero para mi”.
El cóndor hizo “Gggrrrr,
gggrrrr” porque tenía afán de vuelo. Entonces Millaray y Cajamarca subieron a
sus espaldas y el pájaro batió las alas elevándose por encima de los árboles
mientras los jóvenes movían las manos despidiéndose de la diosa y de los
nativos.
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