El mar rugía enloquecido y la luna asustada
por esos bramidos, alumbraba a veces fuerte y a veces lánguida dejando conocer
así sus estados de ánimo. Así era casi todas las noches pero de vez en cuando
la luna se iba de paseo cogida de las manos de las nubes que la llevaban a
pasear por espacios hondos, muchas veces desconocidos, dejando al mar solo con
sus secretos.
Pronto amaneció.
La luz donde
descansaban los viajeros era mas fuerte porque el mar con sus reflejos la
multiplicaba, lo que les hizo abrir los ojos bien temprano. Cajamarca fue el
primero en levantarse. Corrió por la playa estirando los brazos y mirando a lo
alto, tirándose al mar con salto largo, gritando “Vengan. Venga Millaray, venga
Inhimpitu. Esta agua está deliciosa. El mar es una maravilla que yo no había
conocido”. Las muchachas corrieron riendo entre cortos gritos, llegando a la
orilla y arrojándose al agua que las recibió con bramidos felices y movimientos
insinuantes. Y gritaban mas, reían, jugaban en un agua milenaria, misteriosa,
incomprendida. Los envolvía en lambetazos gigantescos, rápidos y huyentes,
llevándose el aroma de los jóvenes que se olvidaron del tiempo mucho rato. De
pronto Millaray gritó “El pájaro, el pájaro de mil colores tenemos que
buscarlo. Nos hemos olvidado de todo aquí y puede ser una gran falta”.
Ya eran como las once
de la mañana y el sol estaba en su furor cayendo con sus rayos amarillos y
rojos en el agua.
Cajamarca y las jóvenes
salieron del líquido, yendo empapados a donde habían pasado la noche.
Inhimpitu se sacudió el
cabello, recogió el cetro del poder y lo apuntó a lo lejos donde habían muchas rocas.
Entonces el diamante se iluminó “Allá, allá en esas rocas encontraremos el
pájaro de mil colores. El cetro del poder se ha encendido bien, miren”.
Millaray y Cajamarca se acercaron “Está brillando mucho el diamante” dijo
Millaray contenta. “Caminen, no perdamos mas el tiempo” propuso Cajamarca
agachándose recogiendo sus flechas y su carcaj que se acomodó en la espalda.
Se fueron trotando
encima de la arena blanca. El viento quería tumbarlos pero así y todo caminaron,
mientras se reían cogidos de las manos. “ Por fin tendremos el pájaro” dijo
Millaray “Si, apuremos, tengo afán de verlo” contestó Inhimpitu.
Caminaron media hora
hasta llegar a los peñones. El cetro del poder vibraba como pocas veces pasaba,
y su luz de diamante se iba en rayos de colores estrellándose contra las rocas.
Al comienzo fueron
despacio examinando los relieves, las grietas, las cuevas, escuchando el sonido
del agua rompiéndose y desmayándose en espumas. Cajamarca iba adelante
saltando, encontrando caminos. Eran muchas las rocas, y altas. Cerca de ellas
se extendía al fondo un bosque de grandes árboles entre los que caminaron hasta
las rocas mas bajas. Entonces vieron en la orilla una gran armazón desconocida.
“Que será eso?” preguntó Millaray. El cetro del poder vibraba duro en las manos
de Inhimpitu y su luz se torcía raramente alumbrando la armazón.
En ese momento un
hombre barbado, sin camisa, de pelo largo y el pecho peludo y blanquecino, se
asomó entre los gruesos y viejos palos “Quien está ahí?” preguntó ronco,
sacando de su cintura una espada mohosa que levantó en desafío “Quienes son
ustedes?. Que hacen aquí?” gritó escupiendo por entre sus dientes descarrilados
y amarillos después de masticar un tabaco del que salía un humo negro. “Estamos
buscando un pájaro” dijo Millaray temblorosa. “Qué pájaro? preguntó el hombre
poniendo cara enemiga. “El pájaro de mil colores. Sabemos que está aquí y nos
lo llevaremos sea como sea” dijo Inhimpitu levantando su cara y apuntando el
cetro del poder contra el hombre que se estremeció al contacto con los rayos.
“Quitenme esos rayos de encima. Ayayayyyy, quítenme esos rayos que me queman,
esos rayos que me muero” gritaba el hombre torciéndose y agachándose evitando
así que los rayos le chocaran tan de frente. “Tráiganos ya el pájaro, lo
necesitamos urgente”. “Yo no lo tengo, se lo llevó un pirata que se ahogó en el
mar”. “Mentiras, mentiras” gritó Inhimpitu cantando exactamente como cantaba el
pájaro. Entonces escucharon un canto blando salido del barco donde estaba el
hombre. “Allá está el pájaro. Allá está. Si lo oyeron cantar?” dijo Inhimpitu volviendo
a poner los rayos contra el hombre que se revolcaba en el suelo porque se
sentía quemado. Entonces los jóvenes buscaron como encaramarse a donde estaba
el hombre, subiendo por los palos recostados en la armazón. Al llegar arriba el
pirata ya había desaparecido. Entonces Inhimpitu volvió a imitar el canto del
pájaro escuchando cómo el ave le respondía. Así se guiaron caminando entre
raros huecos y pasillos destruidos, encontrando finalmente al hombre con el pájaro en la mano, recostado contra
una pared de tablas.
Entonces el ave al
escuchar el canto de la diosa picoteó la mano del pirata que por el dolor de la
punzada, lo soltó, volando inmediatamente a los hombros de Inhimpitu.
El pirata se había
venido contra ellos, pero Cajamarca con el arco listo, le lanzó una flecha
traspasándole una pierna. Gritaba “Malditos, malditos. No me hagan ese mal
llevándose el pájaro. Ahora seré débil como cualquier mortal. Demen el pájaro,
demen el pájaro”. Y como el hombre no lograba moverse por la flecha
traspasándole los músculos, los jóvenes aprovecharon esa situación, corriendo y
gritando “Cóndor de los Andes, cóndor de los Andes venga rápido,no se demore
por favor.
Y el buitre apareció al
instante,descolgando un ala por la que subieron acomodándose rápidamente en las
costillas. Cóndor se impulsó elevándose en el espacio brillante de luz y agua
reflejada. “Vamos a mi rancho, Cóndor” le ordenó Inhimpitu. “Como ordene diosa”
y se fue veloz, acortando camino por encima del mar.
No se cambiaban por
nadie.
Tener el pájaro de mil
colores era tener el poder sobre las cosas y los hombres, porque con su canto
hechizaba, encantaba y seducía. Hacía que los deseos se cumplieran.
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