jueves, 16 de mayo de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 70 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)





 “Lo único que le quedó fue quedarse con un pirata en el barco viejo, a la orilla del mar jajajaja, jajajaja. No pudo con nosotras y huyó el muy cobarde. No logró hechizarnos con su canto Jajajajajaja. Pobre pajarillo”. Y agacharon las cabezas hundiéndose ruidosas en el socavón.  Y Millaray que había escuchado claramente a la culebra, gritó “Entonces el pájaro no está aquí. Vámonos, vámonos ya y evitemos este peligro” El viento crecía. La polvareda fue mas espesa.
El dia era noche.
Cóndor volvió a hundir sus garras en el pozo, con guerra de alas y de ira, atrapando otra serpiente que se estremecía en sus zarpas con fuerza irracional, muriendo asfixiada en poco tiempo por la presión de esos garfios entre su carne, rompiendo sus huesos y apretándole el cuello con sorprendente fuerza. La soltó cayendo a tierra con un sonido sordo y polvoriento.
Todos corrieron alejándose de ese sitio maléfico.
Iban cogidos de las manos mirando insistentes atrás, no fuera que alguna de esas serpientes los persiguiera y destruyera metiéndoles el veneno del odio y la furia. Entonces sin esperarlo, cóndor se descolgó del espacio, parándose delante de ellos y bajando un ala, invitándolos a subir a su espalda, donde estarían seguros. Los viajeros se agarraron de las gigantescas plumas, subiendo rápidamente a sus costillas, acomodándose allí como mejor les gustó. Entonces el ave, en un estado envidiable de alerta se levantó poderosa en la penumbra yéndose alta y veloz entre nubes color ladrillo y amarillo, evitando definitivamente los peligros de aquella región desconocida. “No pensé que fuéramos a encontrarnos con tan terribles monstruos” decía Millaray todavía temblorosa. “Para tener el pájaro de mil colores hay que pasar por muchas  y desagradables aventuras” respondió Inhimpitu respirando agitada, apretando su cetro del poder que tenía la propiedad de darle calma. “Y que se hizo la Mojana?” preguntó Cajamarca penetrando su vista en la oscuridad. “Yo no me di cuenta que se haría” dijo Millaray recogiéndose el pelo que el viento le enredaba en el vuelo. “De pronto se la comieron las culebras”. “O de pronto huyó sin darnos cuenta” comentaron. “La Mojana se fue corriendo como  una cabra, perdiéndose en la oscuridad” dijo el cóndor volteando la cabeza a donde ellos estaban y aclarando las preguntas. “Aaahhh, eso fue?. Tenemos que darle las gracias a esa mujer porque de alguna manera nos sirvió para seguir buscando al pájaro”. “Si”. “Ahora lo que haré será apuntar mi cetro por las orillas del mar mientras vamos volando para ver si es cierto que el pájaro está en un barco viejo” dijo Inhimpitu entrecerrando los ojos y cubriéndose el cuello con un chal de colores para evitar que el viento le diera comezón allí. “Pero primero voy a reponerme de semejante susto”. “Claro, primero tranquilicémonos” dijo Cajamarca acercándose a Millaray, acariciándole el cabello y la espalda que todavía tenía convulsionada.
Al rato llegaron a la orilla del mar cuando empezaba a oscurecer y cuando el agua del océano descifraba los secretos de los ríos llegados de lo hondo de las montañas y de los valles. Su sonido profundo y misterioso los ponía asombrados porque a semejante liquidéz no le encontraban explicación acertada.
Cóndor bajó casi vertical, parecido a una piedra, cayendo en la arena, muy pesado, cerca a altas y siempre mojadas peñas que detenían el mar estrellándose contra ellas en una ireconciliable batalla.
Cajamarca se deslizó rápidamente por el ala del buitre hasta la arena, para recibir a Millaray e Inhimpitu que prontamente la pisaron también. El ave se sacudió fuerte acomodando los músculos mientras los viajeros buscaron un refugio que pudiera servirles para pasar la noche desconocida de aquella región. No fue difícil. Las formaciones rocosas tenían bocas como minúsculas cavernas, donde podían acomodarse y estirarse sin problemas. Como por ahí habían palos secos que el mar arrojaba en la playa con sus brazos de agua y sal, los acercaron a cierta parte segura, encendiendo luego una fogata con los rayos del cetro del poder que Inhimpitu activó en un acto de concentración. Ardieron con llamas suaves y azules, verdes y violeta toda la noche mientras el viento se acercaba para calentarse y para quitarse de encima la brisa salada del mar.
El ruido de ese mar inexplicable los arrulló poniéndolos cerca de la magia y de las fascinaciones que posiblemente encontrarían allí. Prontamente se durmieron por su cansancio y por las tensiones que habían tenido frente a las gigantescas serpientes encontradas en los alrededores del pozo de la Noria.
En ese sitio la luna era cómplice con el mar. Formaban una pareja misteriosa y fría entre las sombras, las rocas y los habitantes del agua. En esa forma eran capaces de amarse, poseyéndose entre el ruido poderoso del agua, y el silencio lejano de la luna que muchas veces lloraba por la distancia . Eran amantes, de eso no había duda. El mar rugía enloquecido y la luna asustada por esos bramidos, alumbraba a veces fuerte y a veces lánguida dejando conocer así sus estados de ánimo. Así era casi todas las noches pero de vez en cuando la luna se iba de paseo cogida de las manos de las nubes que la llevaban por espacios hondos, muchas veces desconocidos, dejando al mar solo con sus secretos.
Pronto amaneció.



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