“Lo único que le quedó fue quedarse con un
pirata en el barco viejo, a la orilla del mar jajajaja, jajajaja. No pudo con
nosotras y huyó el muy cobarde. No logró hechizarnos con su canto Jajajajajaja.
Pobre pajarillo”. Y agacharon las cabezas hundiéndose ruidosas en el socavón. Y Millaray que había escuchado claramente a la
culebra, gritó “Entonces el pájaro no está aquí. Vámonos, vámonos ya y evitemos
este peligro” El viento crecía. La polvareda fue mas espesa.
El dia era noche.
Cóndor volvió a hundir
sus garras en el pozo, con guerra de alas y de ira, atrapando otra serpiente que
se estremecía en sus zarpas con fuerza irracional, muriendo asfixiada en poco tiempo por la presión
de esos garfios entre su carne, rompiendo sus huesos y apretándole el cuello
con sorprendente fuerza. La soltó cayendo a tierra con un sonido sordo y
polvoriento.
Todos corrieron
alejándose de ese sitio maléfico.
Iban cogidos de las
manos mirando insistentes atrás, no fuera que alguna de esas serpientes los
persiguiera y destruyera metiéndoles el veneno del odio y la furia. Entonces
sin esperarlo, cóndor se descolgó del espacio, parándose delante de ellos y
bajando un ala, invitándolos a subir a su espalda, donde estarían seguros. Los
viajeros se agarraron de las gigantescas plumas, subiendo rápidamente a sus
costillas, acomodándose allí como mejor les gustó. Entonces el ave, en un
estado envidiable de alerta se levantó poderosa en la penumbra yéndose alta y
veloz entre nubes color ladrillo y amarillo, evitando definitivamente los
peligros de aquella región desconocida. “No pensé que fuéramos a encontrarnos
con tan terribles monstruos” decía Millaray todavía temblorosa. “Para tener el
pájaro de mil colores hay que pasar por muchas y desagradables aventuras” respondió Inhimpitu
respirando agitada, apretando su cetro del poder que tenía la propiedad de
darle calma. “Y que se hizo la
Mojana ?” preguntó Cajamarca penetrando su vista en la
oscuridad. “Yo no me di cuenta que se haría” dijo Millaray recogiéndose el pelo
que el viento le enredaba en el vuelo. “De pronto se la comieron las culebras”.
“O de pronto huyó sin darnos cuenta” comentaron. “La Mojana se fue corriendo como una cabra, perdiéndose en la oscuridad” dijo
el cóndor volteando la cabeza a donde ellos estaban y aclarando las preguntas.
“Aaahhh, eso fue?. Tenemos que darle las gracias a esa mujer porque de alguna
manera nos sirvió para seguir buscando al pájaro”. “Si”. “Ahora lo que haré
será apuntar mi cetro por las orillas del mar mientras vamos volando para
ver si es cierto que el pájaro está en un barco viejo” dijo Inhimpitu
entrecerrando los ojos y cubriéndose el cuello con un chal de colores para
evitar que el viento le diera comezón allí. “Pero primero voy a reponerme de
semejante susto”. “Claro, primero tranquilicémonos” dijo Cajamarca acercándose
a Millaray, acariciándole el cabello y la espalda que todavía tenía
convulsionada.
Al rato llegaron a la
orilla del mar cuando empezaba a oscurecer y cuando el agua del océano descifraba
los secretos de los ríos llegados de lo hondo de las montañas y de los valles. Su
sonido profundo y misterioso los ponía asombrados porque a semejante liquidéz
no le encontraban explicación acertada.
Cóndor bajó casi
vertical, parecido a una piedra, cayendo en la arena, muy pesado, cerca a altas
y siempre mojadas peñas que detenían el mar estrellándose contra ellas en una
ireconciliable batalla.
Cajamarca se deslizó
rápidamente por el ala del buitre hasta la arena, para recibir a Millaray e Inhimpitu
que prontamente la pisaron también. El ave se sacudió fuerte acomodando los
músculos mientras los viajeros buscaron un refugio que pudiera servirles para
pasar la noche desconocida de aquella región. No fue difícil. Las formaciones
rocosas tenían bocas como minúsculas cavernas, donde podían acomodarse y
estirarse sin problemas. Como por ahí habían palos secos que el mar arrojaba en
la playa con sus brazos de agua y sal, los acercaron a cierta parte segura, encendiendo
luego una fogata con los rayos del cetro del poder que Inhimpitu activó en un
acto de concentración. Ardieron con llamas suaves y azules, verdes y violeta
toda la noche mientras el viento se acercaba para calentarse y para quitarse de
encima la brisa salada del mar.
El ruido de ese mar inexplicable
los arrulló poniéndolos cerca de la magia y de las fascinaciones que
posiblemente encontrarían allí. Prontamente se durmieron por su cansancio y por
las tensiones que habían tenido frente a las gigantescas serpientes encontradas
en los alrededores del pozo de la Noria.
En ese sitio la luna
era cómplice con el mar. Formaban una pareja misteriosa y fría entre las
sombras, las rocas y los habitantes del agua. En esa forma eran capaces de
amarse, poseyéndose entre el ruido poderoso del agua, y el silencio lejano de
la luna que muchas veces lloraba por la distancia . Eran amantes, de eso no había
duda. El mar rugía enloquecido y la luna asustada por esos bramidos, alumbraba a
veces fuerte y a veces lánguida dejando conocer así sus estados de ánimo. Así
era casi todas las noches pero de vez en cuando la luna se iba de paseo cogida
de las manos de las nubes que la llevaban por espacios hondos, muchas
veces desconocidos, dejando al mar solo con sus secretos.
Pronto amaneció.
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