Se oyen gritos de
fantasmas y ruidos de cadenas que paralizan a cualquiera” relató la Mojana. “Y como le quitó
el pájaro a ustéd?” le preguntó Millaray. “Me lo robó amenazándome con espadas,
con cuchillos y con tubos de fuego. Vino con tres hombres que me pusieron
cuchillos en la garganta y en el pecho” contestó la mujer mirando suplicante.
“Entonces vámonos ya. Cóndor, cóndor venga
que seguiremos el vuelo”. El buitre se acercó.
Cogieron a la mojana
entre los tres, agarrándose del ala que el ave había descolgado y que levantó
apresurado, acomodándolos en sus espaldas. Sintiendo que ya estaban listos para
subir al espacio, desde el borde del cerro el cóndor se impulsó dejándose ir
poderoso, esperando las órdenes de los viajeros para orientarse en su ruta.
No fue largo el viaje.
En dos horas llegaron a
una extensa planicie verde habitada por los Taironas, grupo indígena Caribe
dedicado al cultivo de la yuca y del maíz y que continuamente adoraban al sol,
a la luna y a los jaguares.
Mas allá del pueblo en
una llanura larga y desértica estaba el pozo de la noria, sitio miedoso para
todos los que lo conocían, y abandonado a propósito, porque pasar por ahí era
ponerse en contacto con la muerte.
Se desmontaron del
buitre mirando curiosos a todo lado, caminando en dirección al pozo y llevando agarrada
de los brazos a la Mojana
que gritaba seguido “Iiiiiiiiiii, iiiiiiiiiii, iiiiiiiiiiiii” sacudiéndose en
fuertes tirones, pretendiendo liberarse de los que la llevaban.
De pronto escucharon
ruidos de gruesas cadenas y de cosas desconocidas rompiéndose. Olores de azufre
cubrieron todo el ambiente apestándolo mientras ellos caminaban. Un viento
fuerte creció y bramó queriendo arrastrarlos sobre la arena y llevarlos quien
sabe donde. “Iiiiiiiiiii, iiiiiiiiiiii” gritaba la mojana llorando “Yo me voy
de aquí, yo me voy” dijo logrando soltarse, corriendo enloquecida sin rumbo en
semejante extensión tan sola, pero el viento la tumbó arrastrándola precisamente
hasta la boca del pozo. “Tenemos que cogerla o se nos perderá” gritó Cajamarca
levantándose, corriendo difícilmente hasta donde estaba la mujercita,
agarrándola de los brazos y obligándola a que se estuviera quieta junto a ellos.
Inhimpitu y Millaray se acercaron a la amplia boca, trancadas duramente por los
ventarrones. “Si no fuera por que necesitamos el pájaro de mil colores huiría ya
de aquí” gritaba Millaray agarrándose de Inhimpitu que también estaba
intimidada por aquel ambiente tan macabro.
Los ruidos fueron mas
estruendosos cada vez y el dia se oscureció pareciendo de noche. “Vámonos, vámonos
puede ser peligroso estarnos aquí” gritaba Millaray descontrolada. “No,
esperemos un momento. Voy a asomarme a la boca del pozo cuésteme lo que me
cueste” gritó Cajamarca agarrando a la Mojana y llevándola a rastras hasta allá.
De repente dos inmensas
cabezas de serpiente como cabezas de toro se levantaron entre la espesa
polvareda que salía del hueco con gran fuerza y hediondos olores. Echaban
candela amarilla y roja por las jetas. Sus ojos eran rojos también, botaban chispas
rojas que caían en la maleza quemándola en segundos y desintegrando las piedras
como si fueran bolas de tierra. Sus alas eran como alas de murciélago que no
paraban de agitar estrellándolas endemoniadas en la boca del pozo. Otras serpientes salieron también silbando,
casi volando y lanzando candela que chirriaba torciéndose, al contacto con el
aire. Volteaban furiosas sus porras, protegiendo los tesoros del pozo. Millaray
e Inhimpitu gritaban aterrorizadas sin acertar a hacer nada. Cajamarca retrocedía
espantado. “Es mejor irnos de aquí” gritaba Millaray descompuesta.
Fue en ese momento que vieron
al cóndor volar a donde las serpientes se retorcían y estrujaban sin dejar de
echar fuego por las fauces y sin dejar de silbar y batir las alas. Se les paró de
pronto de frente con las plumas erizadas, las garras amenazadoras, las alas
listas a cualquier maniobra, el pico abierto dando espanto y los ojos muy
brillantes, saltones, diciéndoles “Ustedes no pueden aterrorizar a la princesa ni
a mis amigos. Ellos no les van a hacer nada. Pero de todos modos acabaré con
ustedes ya” dijo lanzándoseles encima para atraparlas con sus garras. Las bestias
levantaron las cabezas botándole gruesos chorros de veneno y candela que el cóndor
esquivó con ágiles saltos. Se arrojó sobre ellas en una lucha infernal logrando
aferrar a dos entre sus garfios que apretaba mas y mas, estrangulándolas en el
aire a donde había volado con fuerza extraña. Mientras tanto otras serpientes
salieron iracundas lanzando mas fuego y veneno cerca del grupo, que miraba la
batalla del buitre.
Entonces cóndor bajando,
les preguntó a las serpientes “Donde está el pájaro de mil colores. Donde está?”
les gritaba. Y los reptiles acosados por tan gigantesco animal, gritaron “El pájaro de mil colores quiso embrujarnos
con su canto para hacer con nosotras lo que quería, pero no lo consiguió
jajajajaja, jajajajaja, jajajajaja Tuvo que huír por miedo a nuestro veneno y a
nuestra candela. Pobre pajarillo” gritó una, echando chispas incendiarias por
los ojos “Lo único que le quedó fue quedarse con un pirata en el barco viejo, a
la orilla del mar jajajaja, jajajaja. No pudo con nosotras y huyó el muy
cobarde. No logró hechizarnos con su canto Jajajajajaja. Pobre pajarillo”. Y
agacharon las cabezas hundiéndose ruidosas en el socavón. Y Millaray que había escuchado claramente a la
culebra, gritó “Entonces el pájaro no está aquí. Vámonos, vámonos ya y evitemos
este peligro” El viento crecía. La polvareda fue mas espesa
El dia era noche.
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