Inhimpitu apuntó el
cetro al río. Lanzó rayos rojos, azules y amarillos muy brillantes. “Allá es
donde vive la Mojana ,
no hay duda. El cetro se ha puesto eléctrico y vibrante”. “Entonces vamos junto
al cerro, cóndor. Desde allá observaremos todo fácilmente, antes de actuar”.
“Allá voy pues”. El ave llegó en cuatro minutos a un cerro debajo del que
corría el rio. “Baje aquí cóndor”. El se
descolgó en la loma donde sus viajeros descendieron
calladamente.
“Hay que tener cuidado.
Tenemos que esperar a que oscurezca y la mujer salga del rio” dijo Inhimpitu.
Entonces bajaron acercándose a la orilla donde esperarían a que anocheciera, para
actuar posiblemente. Se sentaron en una peña entre malezas enanas que les
permitía ver todo sin problema. Sabían que cuando caía el sol, la mojana salía a
mirar el cielo y a respirar aire fresco. A veces caminaba entre los árboles,
desentumeciéndose, cosa que aprovecharían para atraparla y preguntarle donde
tenía el pájaro de mil colores.
No fue larga la espera
porque a las seis y media de la tarde escucharon un sonido de aguas alborotadas,
muy cerca de ellos. Alguien las revolvía como cuando se sale del fondo.
Con precaución se
estiraron observando que pasaba. Ahí estaba, era la Mojana. Pequeña y escamosa,
con los pies al revés, el cabello rubio y largo, arrastrándosele por el suelo,
fea con dientes amarillos que le salían desordenados de sus encías. “Esperemos,
esperemos con cuidado a ver que hace” dijo Cajamarca poniéndose un dedo en la
boca. Estaba tan cerca esa mujer, en el barranco, que el joven impulsado por
una fuerza incontrolada, saltó desde donde estaba, cayendo duro sobre ella a la
orilla del rio “iiiiiiiiiiiiii, iiiiiiiiiiiiiii, iiiiiiiiiiiiiii” gritaba la Mojana completamente
aterrada debajo de Cajamarca que la agarró de los brazos y el cuerpo diciéndole
“Necesito el pájaro de mil colores. Necesito ese pájaro ya, donde lo tiene?”
“Iiiiiiiiiii, iiiiiiiiiiii, iiiiiiiiiii” gritaba la mujer estrujándose entre
los brazos del muchacho que la aprisionaba mas. Fue ahí que llegaron Millaray e
Inhimpitu saltando del barranco, ayudando a Cajamarca y cogiendo a la diminuta
mujer de los brazos y las piernas “Queremos el pájaro de mil colores. Si no nos
lo entrega, la amarraremos de un árbol, le haremos un conjuro y la dejaremos convertida
en estatua, por siempre jamás”. “No, no hagan eso. Les juro que yo no tengo ese
pájaro. Lo tuve un tiempo, pero un día se voló sin darme cuenta. Suéltenme,
suéltenme ya” “Bajaré a su casa al fondo del rio para comprobar si lo que dice
es cierto” la amenazó Cajamarca. “Yo también bajaré” dijo Inhimpitu “Tengo que
comprobar si dice la verdad”. “Yo iré con ustedes” dijo Millaray. Y sin esperar,
la obligaron a entrar al agua, hundiéndose los cuatro hasta el fondo, viendo a
cinco metros una pequeña casa de piedra donde la Mojana vivía. “Yo no tengo
ese pájaro. Se voló hace dos meses. Vengan miran y se dan cuenta que les digo
la verdad”. Entonces Inhimpitu apuntó el cetro del poder a varios lugares diciéndole
“Dígame cetro del poder si aquí está el pájaro de mil colores” y fue dando
vueltas por todas partes esperando que la punta del cetro se iluminara. Pero
no. Mantenía apagado aunque Inhimpitu se trasladaba por toda la casa, detrás de
las piedras y los rincones procurando detectar el pájaro entre los otros
animales domésticos que la
Mojana tenía. Esa búsqueda duró veinte minutos. Entonces
Inhimpitu volvió nadando hasta donde
Cajamarca y Millaray tenían a la mujer “No. Aquí no hay nada. El pájaro no está
aquí”. “Y no será que lo tiene en otra parte?” preguntó Millaray. “No, no. Yo
no lo tengo. Si quieren voy con ustedes para ayudarlos a encontrarlo. Pueden
llevarme amarrada si quieren y si creen que me les voy a volar. Yo se mas o menos
donde está” gritaba. “No me hagan nada, voy con ustedes y les ayudo a
encontrarlo”. “Verdad?. Va con nosotros?”. “Si. Tengo idea donde puede estar”.
“Camine pues. No la soltaremos hasta que encontremos esa ave. “Si, si. Iré con
ustedes a donde me digan pero no me hagan nada”.
Entonces nadaron hasta la
superficie respirando ansiosos porque el aire les estaba haciendo falta.
Llevaban a la Mojana
agarrada de los brazos y del pelo. Cajamarca cogió un bejuco que estaba tirado
entre las piedras a la orilla del rio y cogiéndolo, la amarraron entre todos,
ordenándole” Camine, subamos este cerro”. “Iiiiiiiiiii, iiiiiiiiii, iiiiiiiiii”
gritaba la mojana temblorosa “No me hagan nada, no me hagan nada”. Llegaron
arriba entre forcejeos y manipulaciones. “Cóndor de los Andes, cóndor de los Andes”
gritaba Millaray mirando a todas partes pretendiendo descubrirlo. En dos
minutos el ave aparecío saltando entre las rocas escondidas en medio de los
árboles. Venía de un recodo del río donde había tomado agua y donde se había estirado
calmando su maltrato.
“A donde vamos entonces?”
le preguntó Cajamarca a la mujercita. “Yo les digo pero no me hagan nada. . .por
favor. Ese pájaro lo tiene un pirata venido del otro lado del mar. Llegado de
los mundos desconocidos. Se lo llevó de donde yo lo tenía, para bajar con el al
pozo de la noria que está no muy lejos de aquí. Lo necesita porque el canto del
pájaro embrujará a las serpientes de dos cabezas cuidadoras de las riquezas que
hay allá. Ha querido robarse esos tesoros pero no ha podido porque el fuego que
las serpientes vomitan se lo impide. Es miedoso ir allá. Se oyen gritos de
fantasmas y ruidos de cadenas que paralizan a cualquiera” relató la Mojana. “Y como le quitó
el pájaro a ustéd?” le preguntó Millaray. “Me lo robó amenazándome con espadas,
con cuchillos y con tubos de fuego. Vino con tres hombres que me pusieron
cuchillos en la garganta y en el pecho” contestó la mujer mirando suplicante.
“Entonces vámonos ya. Cóndor, cóndor venga
que seguiremos el vuelo”. El buitre se acercó.
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