“Tenemos que buscar a la Mojana porque ella tiene el
pájaro de mil colores que andamos buscando. “La Mojana ?. Es una mujer
peligrosa”. “Eso dicen todos los pueblos de por aquí, pero tenemos que
encontrarla”. “Bueno pues tocará. Pero ahora déjenme otro rato aquí. Esta agua
está deliciosa”.
Millaray y Cajamarca se
fueron sonriendo hasta el rancho. Se recostaron en las hamacas mientras la
india preparaba los pescados y la yuca.
Ese día descansaron. Por
la tarde fueron largo rato al rio.
Se acostaron temprano.
Millaray soñó con una
mujer pequeña de largos cabellos dorados que se bañaba en un rio echándose agua
con una totuma de oro. Supo que era la Mojana. Quiso darse cuenta donde tenía el pájaro
de mil colores pero no lo vio en ninguna parte. Por eso al despertar sintió
desilusión. Al contar su sueño, los indios le dijeron: “Es pura impresión no te
dejes ganar por eso”. Ella no contestó pero al llamar al cóndor se le notó un
falsete de congoja en la voz.
Al momento el buitre
llegó saltando, encontrándose casi de frente con Millaray “Buenos días
princesa”. “Buenos días cóndor. Siquiera llegó rápido, tenemos que irnos ya”. “Yo
estoy listo” dijo gritando “Ggggrrr”. Entonces los viajeros corrieron por el
patio habiendo recogido muy ligero su equipaje. Subieron a las espaldas del ave
despidiéndose de los indígenas “Hasta luego. Rueguen que encontremos el pájaro sin
tanto problema y que no nos demoremos”. “Pediremos por ustedes para que les
vaya bien y para que consigan lo que quieren” respondieron los indios viendo al
cóndor extender las alas batiéndolas en una corta carrera y elevándose en el
espacio blanco y tibio de esa mañana.
Allá se fueron,
haciéndose mas pequeños cada vez.
Sería un viaje al
occidente de la guajira siempre por la costa junto al mar. Iba veloz el buitre
rompiendo nubes rojizas atravesadas en el espacio. Gritó muchas veces porque así
expresaba la alegría de volar con su princesa y sus amigos, que contemplaban el
paisaje estirando mucho la cabeza. “Tanta tierra deshabitada que tiene
Columbus” decía Cajamarca mirando el horizonte. “Aquí todo es plano, en cambio mi
pueblo vive en las montañas. Hay mucha clase de territorios en Amerindia”. “Se
siente calor aquí. Es distinto a las tierras donde vivimos” dijo Millaray “Pero
deben estar felices. En sus tierras hay mucha comida y mas riquezas que por
estos lados” contestó Inhimpitu levantando el cetro del poder para guiarse en
el vuelo. El diamante se iluminó indicándoles que iban por la ruta correcta.
Estuvieron callados mucho rato hasta que fue anocheciendo “Voy a volar hasta
las nueve o diez de la noche. Hoy no me siento tan cansado y puedo aprovechar
la frescura para que me rinda el vuelo” dijo el cóndor y siguió semejante a una
flecha rompiendo el viento.
A las diez se dejó caer
en el amplio suelo poco enmalezado, iluminado por la luna y muchas estrellas.
Amortiguó el aterrizaje doblando sus gruesas patas y sus rodillas. Inmediatamente
bajó una de sus alas por la que se deslizaron los viajeros estirándose,
buscando un sitio para pasar la noche. Allá cerca había un árbol coposo a donde
llegaron, mientras el buitre se quedaba a veinte metros sacudiéndose
y relajando los músculos. “Aquí podemos dormir tranquilos” dijo Inhimpitu
sacando yucas y pescado de una bolsa de fique que llevaba, ofreciéndolo a sus
amigos que también comieron porque ya tenían hambre. Después se recostaron
quedándose dormidos bajo un calor bochornoso.
Chillaban pájaros
negros en las ramas avisando a su especie de la visita recién llegada. Sapos
croaban cerca saltando entre las piedras, atraídos por los viajeros. Se
quedaron mirándolos largo rato fascinados porque los habían oído hablar. Querían
aprender ese lenguaje para comunicarse con esos dioses venidos de las aguas y
de la tierra.
Al despertar con el sol
tan brillante , los viajeros sintieron la picazón de los zancudos. “Tenemos que
irnos ya” dijo Millaray “Cóndor de los Andes, cóndor de los Andes” gritó
Cajamarca caminando debajo de los arboles.
El ave asomó por el
otro lado en un espacio despejado “Estoy listo, amigo Cajamarca y princesa
Millaray”. Inhimpitu miró a la princesa recogiendo los paquetes y corriendo
hasta debajo del pájaro que descolgó el ala. En poco tiempo estuvieron acomodados
en su espinazo “Arranque cóndor” le ordenaron. “Como digan”. Batió las alas
consiguiendo empuje y elevándose en el aire fresco. Se metió en las nubes
blancas en un vuelo que terminaría al medio día según dijera Inhimpitu. “El
cetro del poder me ha dicho que pronto llegaremos al sitio donde vive La Mojana. No falta
mucho”.
Siguieron callados
mucho rato hasta ver un rio que bajaba de la laguna curigua, mas abajo de la
sierra Nevada.
Inhimpitu apuntó el
cetro al río. Lanzó rayos rojos, azules y amarillos muy brillantes. “Allá es
donde vive la Mojana ,
no hay duda. El cetro se ha puesto eléctrico y vibrante”. “Entonces vamos junto
al cerro, cóndor. Desde allá observaremos todo fácilmente, antes de actuar”.
“Allá voy pues”. El ave llegó en cuatro minutos a un cerro debajo del que
corría el rio. “Baje aquí cóndor”. El se
descolgó en la loma donde sus viajeros descendieron
calladamente.
“Hay que tener cuidado.
Tenemos que esperar a que oscurezca y la mujer salga del rio” dijo Inhimpitu.
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