miércoles, 24 de abril de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 65 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)




“Hace mucho tiempo no lo vemos ni lo escuchamos”, dijo la india joven. “Quizás hizo otro nido mas lejos” afirmó. “Lo importante es imitar bien su canto para que llegue a donde ustedes estén”, aseguró un indio, masticando el plátano con la boca abierta. “Iremos al nido que le conocemos a ver si todavía vive ahí”, dijo Inhimpitu cortando un pedazo de carne.
Comieron en silencio pensando qué hacer.
Al terminar se levantaron alistando algunas cosas que llevarían. Inhimpitu cogió el cetro del poder, que lógicamente la hacía poderosa. Cajamarca llevaría las flechas y la lanza, Millaray en caso de necesidad invocaría a Mohán o a Madremonte para que vinieran a ayudarla si no podían resolver algún grave problema. “Hasta luego, hasta luego”, dijeron a los indios que salieron a acompañarlos, siguiéndolos mas allá del patio “Que les vaya bien”. “Ojalá encuentren rápido ese pájaro”.
Rápidamente se metieron entre la maleza.
“El nido de ese pájaro está en la mitad de éste bosque en una alta palmera que conozco muy bien. No nos demoraremos en llegar” dijo Inhimpitu cogiéndose de la mano de Cajamarca para que la ayudara a saltar por encima de un charco. El sol se metía forzado entre las hojas. Gritaban los micos saltando en las ramas. Silbaban las serpientes parándose en sus colas, listas al ataque, para luego irse veloces entre las piedras y los troncos hasta la oscuridad. Miles de pájaros cantaban huyendo y regresando, llevando mensajes desconocidos a los habitantes de aquella manigua.
Millaray tenía la cara colorada y felíz lo mismo que Inhimpitu. Cajamarca saltaba, hablaba y reía. “Tengo que aprender el canto de ese pájaro lo mas rápido que pueda para ayudar a encontrarlo”. “Verdad quieres aprenderlo?”. Cajamarca y Millaray lo ensayaron muchas veces, guiados por la diosa “Ese canto tiene que ser igual al del pájaro, o nunca llegará a nosotros. Tienen que practicar mucho”. “Estamos acercándonos a la mitad del bosque pero no creo que el pájaro esté en su nido” dijo Inhimpitu “Llámenlo, de pronto está cerca”. Siguieron mirando entre los árboles, hasta que a lo lejos vieron la alta palmera. “Allá está el nido. Acerquémonos mas”. La diosa llamó al pájaro muchas veces con un silbido muy particular. Nada. Caminaron entonces al oriente llamándolo igual pero tampoco lo encontraron. Fueron entonces al norte pero no apareció. Inhimpitu ya estaba cansada y el sol se hundía sin que se hubieran dado cuenta como se había ido el día tan ligero. “Tenemos que pasar la noche aquí porque el rancho está lejos”, dijo desprendiéndose del pelo algunas hojas pegajosas. “Donde nos quedaremos?” preguntó Millaray. “Buscaremos un lugar seguro” repondió la diosa mirando unas rocas cercanas. Allá encontraron un techo de piedra mas o menos ancho, que les serviría para protegerse del sereno y de los animales. “Hagamos una cama grande para recostarnos y descansar” dijo Cajamarca agachándose limpiando el sitio con gruesas cortezas de algunos tallos y cubriéndolo después con muchas hojas secas que les servirían de colchón. Estando ya todo preparado, se sentaron recostándose después en la roca. “Ese pájaro es nocturno?” preguntó de pronto Millaray  “No. Solo vuela en el día. De noche descansa” dijo la diosa. “Entonces si lo llamáramos cuando descansa . . .” insinuó Cajamarca. “No. Nunca sale de noche”. “Entonces lo que hay que hacer es madrugar, estar listos cuando salga del nido” dijo Millaray. “Excelente idea. Descansemos y madruguemos a la palmera antes de que amanezca”.
Cajamarca se había ido a conseguir palos y ramas para hacer una hoguera que mantendría encendida en la noche para que las plagas y los animales peligrosos no se acercaran. La encendieron con el cetro del poder que botaba candela por su punta de diamante cada vez que Inhimpitu quería.
Pronto se quedaron dormidos.
Eran muchos los chillidos en la noche y los gritos. Gritos feos, inarmónicos. Daban miedo y por eso el sueño de los tres no fue bueno. Al despertar se sintieron pesados y cansados. se sentaron escuchando los cantos de la mañana. “tenemos que ir a llamar al pájaro” dijo Cajamarca. Sin contestar se levantaron. Corrieron llegando en poco tiempo junto a la palmera donde debía estar el pájaro de mil colores. Inhimpitu lo llamó muchas veces pero el ave no vino y así se estuvieron veinte minutos. “Ya no vive aquí, hay que encontrarlo de otro modo. Tenemos que usar el cetro del poder que nos ayudará a ubicarlo” “El cetro del poder?” preguntó Millaray. “Si. Lo apuntaré a muchas partes y cuando el diamante se ilumine en la punta, iremos en esa dirección”. Cajamarca se alejó. Inhimpitu cogió su cetro del poder y elevándolo lo apuntó al sur, al occidente, al norte donde el diamante resplandeció “Por aquí tenemos que seguir. El camino es el norte, no hay error”.
Empezaron a caminar obedientes al cetro. “Pero donde pararemos?” preguntó Millaray “Podemos ir en esta dirección pero hasta donde?”. “No te preocupes, caminemos un rato. Mas adelante pondré el diamante en mi frente y así sabré que tan lejos está el pájaro”. “Verdad?”. “Si. El diamante me trasmite las cosas que necesito saber” Ni Millaray ni Cajamarca contestaron, solo caminaron pensando en el cetro del poder y la magia que tenía.
A quinientos metros Inhimpitu dijo: “Paremos, voy a poner el diamante en mi frente para percibir al pájaro”. Se sentó en un tronco apuntando el cetro al norte. El diamante se iluminó. Entonces la diosa poniéndolo en su frente inclinó la cabeza. Se quedó así tres minutos diciendo al final. “el cetro me dice que el pájaro de mil colores está lejos, que lo tiene la Mojana, una mujer diminuta de cabellos dorados que vive en una casa de piedra en el fondo de un río” “Entonces que hacemos?” preguntó Cajamarca. “iremos en el cóndor” respondió Millaray. “Así llegaremos rápido” y sin decir mas arrancaron a caminar al rancho de Inhimpitu donde debía estar el buitre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario