lunes, 22 de abril de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 64 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)





“Eso es cierto. Muchas tribus vienen a hacer trueques con nosotros. Nos traen oro, esmeraldas, tejidos, comida a cambio de sal.” “Ustedes son famosos por eso”, añadió Cajamarca. “También son famosos por el mar y por el sol tan grande encima de las olas”. “Eso es cierto, pero entremos para que descansen y para que coman. Deben tener hambre”, dijo la mujer mayor.
Entraron al rancho. “Si quieren, descansen en las hamacas mientras cocinamos los pescados y las otras cosas ”. “ Si. Yo voy a descansar” dijo Millaray metiéndose muy flexible en una hamaca. Cajamarca hizo lo mismo.
El humo del fogón recién prendido, se elevó metiéndose entre las grietas, en los rincones oscuros de telarañas y tiempo, saliendo después al aire limpio donde se perdía confundido entre el viento y las nubes que lo atrapaban llevándoselo.
Despues de una hora de sueño sin ruidos, se movieron bostezando desgonzados. “Vamos a servirles. Estábamos esperando que se despertaran” exclamó la indígena joven acercándoseles. “Tengo ganas de comer” respondió Millaray bajándose de la hamaca, arreglándose el pelo y sentándose en un tronco en un rincón, a un lado de algunos costales de fique. Inhimpitu y Cajamarca se acomodaron en una banca lunanca que habían hecho a las carreras, quedándo con ese desperfecto.
Las mujeres sirvieron la comida en platos de barro fino, que las tribus pijao de la Chamba les traían en los viajes que hacían para llevar sal a su pueblo.  “Este pescado me hace acordar de la sirena vallenata que nos encontramos en el río” dijo Cajamarca pensando en la joven hundida noche y dia en el agua. “Hay que tener cuidado con las sirenas. Cuando pueden, se llevan a los hombres al fondo del río para obligarlos vivir con ellas todo el tiempo que quieren”. “Verdad?. Pero es linda la que nos encontramos . . .” “Linda y traviesa. Carga una pena y llora siempre. Además es muy enamorada y como está sola quiere secuestrar a un hombre para que la acompañe”. “De eso nos dimos cuenta. Le vimos las lágrimas. Tampoco apartaba los ojos de Cajamarca”, dijo Millaray mordiendo un pedazo de yuca y sonriendo. “Le desobedeció a su madre bañándose un jueves santo y por eso se transformó en mitad pez y mitad mujer”, explicó Inhimpitu. “Hay que evitarla porque es peligroso estar al lado de ella. Dicen que ahora tiene poderes desconocidos y que puede dominar a cualquiera fácilmente”, dijo la aborigen mayor.
Esa tarde no fueron a ninguna parte. Se quedaron en el rancho arreglando matas, sacudiendo las paredes con trapos, sacando el mugre y los bichos, y hablando cosas. Pronto oscureció entre el canto de los pájaros y el sonido de las chicharras. Mas allá se escuchaba el río corriendo fuerte entre las piedras.
Al otro día se irían a buscar el pájaro de mil colores que Millaray llevaría al país de la nieve mientras empezaba su viaje de aventuras por muchas regiones de columbus. Según las leyendas, la joven princesa debía encontrar a la niña Luz de Sol, hija de la diosa Inhimpitu, para que le diera el diamante del poder, pero eso podría hacerlo, solo si llevaba el pájaro de mil colores.   Aquella noche no durmió bien. El pensamiento de las aventuras que pasaría para encontrar a Luz de Sol le quitaban la calma.
Temprano salió el sol entre nubes incendiadas de color ladrillo. Se desprendían en violentos girones elevándose soberbios perdiéndose en lo alto.
Inhimpitu fue la primera en levantarse sentándose en la hamaca estregándose los ojos que todavía tenía soñolientos. Miró a millaray “Buenos días Princesa”. “Buenos días diosa, que tal noche?”. “Bien, dormí mucho porque estaba cansada”. “Yo en cambio no dormí pensando donde estará su niña Luz de Sol”. Cajamarca también se despertó en ese momento: “Buenos días, como amanecieron”. “Bien”, respondieron. “Con el pájaro de mil colores que encontraremos hoy, nos daremos cuenta si mi hija está bien”, dijo Inhimpitu. “Su canto nos dirá donde está”. “Buenos días” saludaron los nativos acercándose a las hamacas y sin esperar respuesta las mujeres se fueron corriendo al fogón a hacer el desayuno y los dos hombres al río a traer agua en grandes ollas de barro.
A la media hora salieron Inhimpitu, Millaray y Cajamarca caminando al río. Ya se sentía calor, por eso se quedaron mucho rato entre el agua riéndo, gritando y recibiendo el sol. Millaray y Cajamarca no se quitaban la vista admirándose desnudos. Inhimpitu también estaba desnuda jugando con el agua lanzándola a sus amigos.
Ese baño duró varias horas. Después de tanto rato las jóvenes se pusieron sus vestidos de colores mientras Cajamarca se acomodaba un guayuco de piel de puma quitándose primero el agua de su piel. Caminaron al rancho debajo de palmeras y altos árboles.  comerían algo caliente.
Los indios los recibieron con sopa de pescado, plátanos asados, yuca asada y carne de ovejo. “Estoy lista para irme a buscar el pájaro de mil colores”, dijo Inhimpitu chupándose  el dedo pulgar. “Yo también tengo afán de ir al bosque. Quiero conocer ese pájaro”, murmuró Millaray cogiendo un segundo pescado. “Las aventuras no paran . Pienso que no será fácil encontrarlo”, comentó Cajamarca. “Hace mucho tiempo no lo vemos ni lo escuchamos”, dijo la india joven. “Quizás hizo otro nido mas lejos” afirmó. “Lo importante es imitar bien su canto para que llegue a donde ustedes estén”, aseguró un indio, masticando el plátano con la boca abierta. “Iremos al nido que le conocemos a ver si todavía vive ahí”, dijo Inhimpitu cortando un pedazo de carne.

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