“Eso es cierto. Muchas
tribus vienen a hacer trueques con nosotros. Nos traen oro, esmeraldas, tejidos,
comida a cambio de sal.” “Ustedes son famosos por eso”, añadió Cajamarca.
“También son famosos por el mar y por el sol tan grande encima de las olas”.
“Eso es cierto, pero entremos para que descansen y para que coman. Deben tener
hambre”, dijo la mujer mayor.
Entraron al rancho. “Si
quieren, descansen en las hamacas mientras cocinamos los pescados y las otras
cosas ”. “ Si. Yo voy a descansar” dijo Millaray metiéndose muy flexible en una
hamaca. Cajamarca hizo lo mismo.
El humo del fogón recién
prendido, se elevó metiéndose entre las grietas, en los rincones oscuros de
telarañas y tiempo, saliendo después al aire limpio donde se perdía confundido
entre el viento y las nubes que lo atrapaban llevándoselo.
Despues de una hora de
sueño sin ruidos, se movieron bostezando desgonzados. “Vamos a servirles. Estábamos
esperando que se despertaran” exclamó la indígena joven acercándoseles. “Tengo
ganas de comer” respondió Millaray bajándose de la hamaca, arreglándose el pelo
y sentándose en un tronco en un rincón, a un lado de algunos costales de fique.
Inhimpitu y Cajamarca se acomodaron en una banca lunanca que habían hecho
a las carreras, quedándo con ese desperfecto.
Las mujeres sirvieron la
comida en platos de barro fino, que las tribus pijao de la Chamba les traían en los
viajes que hacían para llevar sal a su pueblo. “Este pescado me hace acordar de la sirena vallenata
que nos encontramos en el río” dijo Cajamarca pensando en la joven hundida
noche y dia en el agua. “Hay que tener cuidado con las sirenas. Cuando pueden,
se llevan a los hombres al fondo del río para obligarlos vivir con ellas todo
el tiempo que quieren”. “Verdad?. Pero es linda la que nos encontramos . . .” “Linda
y traviesa. Carga una pena y llora siempre. Además es muy enamorada y como está
sola quiere secuestrar a un hombre para que la acompañe”. “De eso nos dimos
cuenta. Le vimos las lágrimas. Tampoco apartaba los ojos de Cajamarca”, dijo
Millaray mordiendo un pedazo de yuca y sonriendo. “Le desobedeció a su madre bañándose
un jueves santo y por eso se transformó en mitad pez y mitad mujer”, explicó
Inhimpitu. “Hay que evitarla porque es peligroso estar al lado de ella. Dicen que
ahora tiene poderes desconocidos y que puede dominar a cualquiera fácilmente”,
dijo la aborigen mayor.
Esa tarde no fueron a
ninguna parte. Se quedaron en el rancho arreglando matas, sacudiendo las
paredes con trapos, sacando el mugre y los bichos, y hablando cosas. Pronto
oscureció entre el canto de los pájaros y el sonido de las chicharras. Mas allá
se escuchaba el río corriendo fuerte entre las piedras.
Al otro día se irían a buscar
el pájaro de mil colores que Millaray llevaría al país de la nieve mientras
empezaba su viaje de aventuras por muchas regiones de columbus. Según las
leyendas, la joven princesa debía encontrar a la niña Luz de Sol, hija de la
diosa Inhimpitu, para que le diera el diamante del poder, pero eso podría
hacerlo, solo si llevaba el pájaro de mil colores. Aquella
noche no durmió bien. El pensamiento de las aventuras que pasaría para
encontrar a Luz de Sol le quitaban la calma.
Temprano salió el sol
entre nubes incendiadas de color ladrillo. Se desprendían en violentos girones
elevándose soberbios perdiéndose en lo alto.
Inhimpitu fue la primera
en levantarse sentándose en la hamaca estregándose los ojos que todavía tenía
soñolientos. Miró a millaray “Buenos días Princesa”. “Buenos días diosa, que
tal noche?”. “Bien, dormí mucho porque estaba cansada”. “Yo en cambio no dormí
pensando donde estará su niña Luz de Sol”. Cajamarca también se despertó en ese
momento: “Buenos días, como amanecieron”. “Bien”, respondieron. “Con el pájaro
de mil colores que encontraremos hoy, nos daremos cuenta si mi hija está bien”,
dijo Inhimpitu. “Su canto nos dirá donde está”. “Buenos días” saludaron los
nativos acercándose a las hamacas y sin esperar respuesta las mujeres se fueron
corriendo al fogón a hacer el desayuno y los dos hombres al río a traer agua en
grandes ollas de barro.
A la media hora
salieron Inhimpitu, Millaray y Cajamarca caminando al río. Ya se sentía calor,
por eso se quedaron mucho rato entre el agua riéndo, gritando y recibiendo el
sol. Millaray y Cajamarca no se quitaban la vista admirándose desnudos.
Inhimpitu también estaba desnuda jugando con el agua lanzándola a sus amigos.
Ese baño duró varias
horas. Después de tanto rato las jóvenes se pusieron sus vestidos de colores
mientras Cajamarca se acomodaba un guayuco de piel de puma quitándose primero el
agua de su piel. Caminaron al rancho debajo de palmeras y altos árboles. comerían algo caliente.
Los indios los
recibieron con sopa de pescado, plátanos asados, yuca asada y carne de ovejo.
“Estoy lista para irme a buscar el pájaro de mil colores”, dijo Inhimpitu
chupándose el dedo pulgar. “Yo también
tengo afán de ir al bosque. Quiero conocer ese pájaro”, murmuró Millaray
cogiendo un segundo pescado. “Las aventuras no paran . Pienso que no será fácil
encontrarlo”, comentó Cajamarca. “Hace mucho tiempo no lo vemos ni lo
escuchamos”, dijo la india joven. “Quizás hizo otro nido mas lejos” afirmó. “Lo
importante es imitar bien su canto para que llegue a donde ustedes estén”,
aseguró un indio, masticando el plátano con la boca abierta. “Iremos al nido que
le conocemos a ver si todavía vive ahí”, dijo Inhimpitu cortando un pedazo de
carne.
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