jueves, 18 de abril de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 63 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao).




La Sirena ya se había ido, hundiéndose en el agua para que su canto no fuera escuchado mas en éste dia, y para que no fueran vistas sus lágrimas por ninguno hasta que volviera a salir el sol. “Guardaré mi tristeza en el fondo del agua” se dijo la muchacha metiéndose entre las rocas del fondo.
Después de dos horas cóndor se acercó al grupo, despertando a sus amigos que se habían dormido en el pasto, cerca de el. “Tenemos que irnos princesa Millaray o si no, nunca llegamos”. La voz del ave los sacó del sueño. Se levantaron listos a encaramarse en las costillas del buitre para seguir el viaje al reino de la diosa Inhimpitu que ya estaba cerca.   
 Fue un vuelo breve en el aire bochornoso.
Cóndor llevaba el pico muy abierto, jadeaba. Se notaba que quería llegar ya, al fin de ese viaje. Pasaron entre pequeñas nubes amarillas en un espacio hondo y reluciente. Fueron acercándose a la Sierra Nevada siguiendo el curso del río Ranchería a la orilla del cual vivía la diosa Inhimpitu entre bajas montañas, en un espacio de gran verdura donde había un bosque de palmeras y de árboles del pan.
En media hora llegaron.
“Aquí es donde yo vivo”, dijo la diosa mirando sus tierras y su rancho. “Al fin descansaremos”, gritó el cóndor planeando en busca de un buen lugar que les diera frescura. “Este sitio es muy lindo”, dijo Millaray acercándose a Cajamarca “Ha sido un viaje fácil y sin muchos contratiempos”, comentó el muchacho.
Habían caido entre altas palmeras al lado de un rancho grande bien construido, donde vivía la diosa desde hacía mucho tiempo. Esperaron a que el buitre descolgara el ala para bajarse. Eso fue en un momento, se deslizaron y saltaron a tierra alegrándose doblemente por estar en tierras extranjeras “Es un sitio especial para el descanso” dijo Cajamarca cogiendo las flechas  y el arco por si acaso.
Mas allá se oía el ruido del río en su viaje al mar llevando secretos de las regiones por donde pasaba. “Hay que ir a conocer el río. Con éste clima es bueno estar entre el agua”, dijo Millaray agarrando un paquete de carne de ovejo, papas y yucas que les habían sobrado en su travesía desde los Andes “A la orilla de ese río que pasa allá, fue que nació mi hija Luz de sol” dijo Inhimpitu poniéndose algo triste pensando donde podría estar su niña “La buscaremos donde esté” respondió Millaray recordando que Luz de Sol tenía el diamante del poder y que seguramente sería para ella, para Millaray según los relatos de los brujos sabios.
Caminaron al el rancho. Los indios que lo cuidaban se habían ido a pescar y a conseguir plátanos que se les habían acabado ayer. Pertenecían a la tribu de los Wayú, viejo pueblo emigrado del Amazonas, que desplazó a los antiguos habitantes de éstas tierras, los Arhuacos, a la sierra Nevada de Santa Marta.   
Habían aromas de frutas y de flores.
Cóndor se fue solo por ahí, buscando el viento fresco y la sombra de las palmeras de las que habían por centenares. Allá se recostó estirando las patas, descolgando las alas y relajando los músculos maltratados. Se hundió en un sueño profundo. “Dormirá mucho rato”, comentó Inhimpitu mirándolo de lejos “No le hagamos bulla”. “Es un pájaro noble y fuerte” dijo Millaray con los ojos entrecerrados. “Somos buenos amigos” añadió Cajamarca dejando la lanza recostada en el tronco de un árbol.
Entraron al rancho.
Habían hamacas colgadas donde descansaban los habitantes de la casa. “Hace días no duermo en una hamaca” murmuró millaray tocando una de colores fuertes. “Esta noche dormiremos bien”. “Tienen sed?. Aquí hay chicha de corozos y está fresca”. Inhimpitu llenó tres totumas pasándolas a sus amigos que bebieron sedientos entre risas y comentarios.
Escucharon risas afuera y palabras duras. Eran dos mujeres y dos hombres Wayú acercándose con grandes pescados, yuca, frutos del árbol del pan y dos racimos de plátanos para la cena de la diosa y los visitantes que habían llegado con ella. Como un brujo vecino les había dicho que hoy vendría Inhimpitu, madrugaron a pescar y a conseguir provisiones. “Diosa, diosa Inhimpitu, gracias por volver. Ya la echábamos de menos” le gritaron desde lejos viéndola asomada a la puerta. Corrieron a saludarla entre risas y exclamaciones “Diosa Inhimpitu nos estaba haciendo mucha falta”, dijo una de las mujeres besándole las manos y abrazándola “Divina señora, es un gusto volver a verla”, dijo el otro hombre dejando en el suelo un costal de fibras de fique lleno de yucas y plátanos. “Y ellos quienes son?”, preguntó una joven trigueña de veinte años que no le quitaba la vista a Millaray. “Ah, ella es la princesa Millaray hija del cacique Ibagué, jefe del pueblo Panche que es del país de los Pijaos, y  el joven Cajamarca es su esposo. “Es un gusto conocerlos” dijeron en coro los recién llegados acercándoseles. “Y ese buitre tan inmenso que está dormido debajo de las palmeras es de ustedes?”. “Si. Es el cóndor de los Andes que nos trajo desde las tierras Pijao”. “Ustedes viajaron en ese cóndor?. Yo pensé que habían llegado caminando”. “Se te hace raro que hayamos llegado montados en las costillas de ese pájaro?”, “Un poco. Alguna vez oí decir que vivía un cóndor gigante en el centro de Columbus pero no pensé que fuera cierto. Me siento afortunado de conocer esa ave hoy”, dijo uno de los hombres secándose el sudor de la cara con la palma de las manos. “ Ahora lo ven. Vinimos montados en su espalda desde muy lejos”. “Es increíble. Lo veo y no lo creo. Tenemos que celebrar eso. Conocer el cóndor gigante de los Andes es un privilegio que pocos tienen”, exclamó el otro hombre mirando a Cajamarca que a su vez les dijo: “Tenía muchas ganas de conocer sus tierras. Me habían hablado de ellas diciéndome que tienen oro blanco como arenas de la playa, la sal que tanto necesitamos”. “Eso es cierto. Muchas tribus vienen a hacer trueques con nosotros. Nos traen oro, esmeraldas, tejidos, comida a cambio de sal.” “Ustedes son famosos por eso”, añadió Cajamarca. “También son famosos por el mar y por el sol tan grande encima de las olas”. “Eso es cierto, pero entremos para que descansen y para que coman. Deben tener hambre”, dijo la mujer mayor.

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