viernes, 12 de abril de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 62 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Despues el demonio se hundió en las aguas para refrescarse pero inesperadamene salió dando un bramido como el de un lobo, el de  un león y de un elefante a la vez. 
Siguió corriendo enloquecido perdiéndose definitivamente en el aire hasta llegar a Coyaima. Los indígenas de allí sabían de su visita y por eso le habían hecho maleficios y conjuros para que no ser acercara a molestarlos.
Mucho después las tribus de Columbus supieron que esas piedras que el demonio había hecho rodar, eran las piedras de Pandi.
Millaray, Inhimpitu y Cajamarca bajaron un rato a la orilla del río.
Tomaron agua, descansaron sentándose en la hierba, y se relajaron después del miedo que sintieron al ver al demonio dándole patadas al mundo. Cóndor miraba nervioso a una y otra parte, no fuera que se les apareciera otra vez y los cogiera desprevenidos llevándoselos quizás a las pailas incendiadas del infierno.
Después del descanso volaron largo hasta la región del Cesár.
Lo hicieron de noche aprovechando la luz de la luna radiante y la frescura. Durmieron todo el trayecto mientras cóndor aprovechaba las masas de aire fresco para navegar tranquilo.
Entrando a las tierras del país Guajiro y siendo por la mañana, bajaron a la orilla del río Guatapurí a descansar un rato porque estaba haciendo mucho sol y querían estirar los músculos y relajarse otra vez, como ayer. Cayeron cerca a altas rocas rodeadas de pasto y árboles frescos.
Se bajaron del cóndor que se acercó a tomar agua, mucha agua a causa del bochorno. Luego se metió entre los árboles donde encontró frutas y tres conejos descuidados que atrapó sagaz. Se los engulló en un momento tendiéndose después a descansar entre las piedras mientras la diosa Inhimpitu, Millaray y Cajamarca comían carne de ovejo asada, yucas y papas fritas con grasa de marrano, y que habían traido de su tierra.
De pronto vieron a una hermosa y elástica muchacha nadando cerca de ellos. 
No se habían dado cuenta que estaba allí desde hacía rato. Sonreía y cantaba al mismo tiempo, mientras muchas lágrimas se resbalaban por su cara bella. Los viajeros no acertaban a hablar, viendo aquella aparición tan singular. Estaban embelesados por su voz dulce y atractiva, de tal modo que querían irse detrás para estar cerca de ella.
La joven salió entonces del agua, estrujando su cabello y tapándose los senos a la vez que se recostaba en la arena recibiendo el sol y cantando mas. Todos quedaron perplejos al verle su cuerpo mitad mujer y mitad pez como la leyenda que alguna vez habían oído en las noches de sus pueblos a la luz de las fogatas y de las antorchas en complicidad con las estrellas.
Inmediatamente la diosa Inhimpitu se enderezó bien y explicó: “ella es la sirena Vallenata que mucha gente de éstos alrededores conoce desde antes de tener esa transformación, por desobedecerle a su madre bañándose  un jueves santo. Su mamá no hacía otra cosa que repetirle “No te bañes en los días santos, hija porque puedes sufrir algún castigo”  La muchacha no hizo caso y esa desobediencia se la castigaron los dioses convirtiéndola en mitad pez y en mitad mujer.
Ahora se la pasa cantando y llorando a la vez,  porque ha comprendido su falta y no logra arrepentirse por completo. De vez en cuando su madre viene a visitarla y a decirle que la adora y que nunca la olvidará”, terminó diciendo Inhimpitu sin quitarle la vista a la joven. “Es hermosa y muy jovencita”, dijo Millaray embrujada por su canto. “Me gustaría ser su amiga”. “No. Eso es imposible, te convertirías en otra sirena y tendrías que quedarte aquí”, le contestó Inhimpitu. “Todas las gentes le huyen porque es capaz de embobar, de hechizar y ahogar a cualquiera, si se descuidan”  “Si?”. “Yo quiero hablar con ella y mirarla de cerca. A mi no me pasará nada”, dijo Cajamarca poniéndose de pie listo a lanzarse al río. Entonces Millaray lo cogió del brazo entre nerviosas y alegres carcajadas “Jajajajajajajajajaja venga para acá. Yo no quiero que se vaya al fondo del río y nunca vuelva”. “Tenemos que irnos de aquí inmediatamente”, ordenó Inhimpitu poniéndose de pie y metiéndose en el bosque donde descansaba el cóndor.
La Sirena ya se había ido, hundiéndose en el agua para que su canto no fuera escuchado mas en éste dia, y para que no fueran vistas sus lágrimas por ninguno hasta volviera a salir el sol. “Guardaré mi tristeza en el fondo del agua” se dijo la muchacha metiéndose entre las rocas del fondo.

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