“Entonces mañana va temprano al pueblo. Lo
estaremos esperando” , le dijo Millaray bajando de las rocas. “Hasta mañana
cóndor” gritaron Inhimpitu y Cajamarca. “Hasta mañana” respondió el ave, subiendo
otra vez para terminar de comerse el conejo.
El tiempo era fresco.
Ese día Mohán fue al
río acompañado por una sacerdotisa del pueblo que desde hacía tiempos quería
estar con el. Se metieron en el bosque jugando y persiguiéndose como
adolescentes, “Alcánceme, alcánceme si puede Mohán. Persígame, no le de miedo”,
le gritaba la joven corriendo entre los troncos y la maleza, riendo con la cara
colorada y con el pelo alborotado. “Allá voy. No me retes porque no te soltaré
en todo el día” le gritó felíz. Mohán arrancó a correr veloz pero la muchacha
iba mas ligero porque su cuerpo era elástico y ágil como el de una gacela.
Aquella tentación tan quemante lo alentaba a demorar el juego. Mohán sudaba, no
por el esfuerzo que hacía al correr, sino por la provocación femenina que cada
vez era mas acosadora y apremiante “Donde estás. Que te hiciste?” le preguntó
el mago rondando algunas rocas cómplices. “Aquí, aquí estoy muy cerquita de ti,
jajajajajajajaja”, decía ella moviendo las ramas haciendo ruido, incitando al
mago cada vez con mas ardor. De pronto el se dijo: “Ya esta bien. No aguanto
mas semejante reto” y corrió como un fauno entre las ramas, los bejucos y las
piedras capturando a la joven en menos de un instante y levantándola en los
brazos la llevó a la orilla del rio donde había una larga extensión de agua
tranquila como una laguna. “Serás mia en el fondo del agua para que nadie nos
mire y nos envidie” y sin dudar se lanzó al río con la joven, yéndose al fondo
entre la vegetación acuática, entre las piedras y la arena. “Ven, ven” le decía
quitándole el guayuco mientras miles de burbujas subían a la superficie
asustando a los peces y a los cangrejos que por allí pasaban. “Hazlo, hazlo ya
mohán. No me dejes esperar tanto éste momento” decía ella retorciéndose, dejando
que el mago inventara los juegos que se le ocurrieran. “Pareces un toro”,
susurraba ella con el cabello flotante al ritmo de las corrientes. El la acostó
en la arena, la besó punto por punto mientras ella gritaba “Gracias, gracias
Mohán. Necesito mas y mas”, entonces la levantó recostándola en una piedra
donde la penetró con movimientos furiosos. Era un felino en acción mientras
ella también sacaba sus garras y le arañaba la espalda, las nalgas, el pecho y
las piernas Los peces, los cangrejos,
las tortugas miraban embelesados la escena que los puso a tono con el sexo y
cuando la muchacha y el mago salieron del río después de mucho rato, los
animales buscaron a sus parejas haciendo el amor todo ese día como si un
extraño impulso los obligara a ello.
Mohán y la sacerdotisa
volvieron a la superficie cogidos de la mano. Ya en tierra se despidieron sin
decirse nada. El mago se sentó en una piedra, encendió un tabaco chupándolo
ansioso mientras la joven corria al caserío dichosa en aquel día sereno.
En el pueblo la rutina
fue igual hasta anochecer entre nubes rojas, lejos.
Al día siguiente muy de
mañana el caserío sintió el ruido del buitre llegando con su aletear tan
conocido. Toda la indiamenta salió de las chozas asomándose a las puertas,
saliendo por los alrededores dándose cuenta que el cóndor de los Andes estaba
entre ellos por alguna razón desconocida.
La diosa Inhimpitu descomplicada
y ligera salió del rancho de Cajamarca acompañada de la princesa millaray que tenía un guayuco de piel
de puma hasta las rodillas, lo mismo que su compañero Cajamarca. El tenía una
lanza de oro y en la espalda, llevaba flechas y el arco que necesitaba en su
viaje al país de los Wuayú. Inhimpitu tenía su cetro del poder lanzando rayos
rojos y azules en la punta de diamante, y en el brazo llevaba una ruana larga y
gruesa que la protegería del frio en el viaje al imperio de la Guajira. “Buenos días
princesa, buenos días diosa Inhimpitu y cacique Cajamarca”, les dijo el cóndor
desde lejos. “buenos días cóndor” le respondieron en coro. “Ya estoy listo para
el viaje” añadió. “Nosotros también estamos listos” gritó Millaray mirando al
pueblo amontonándose a su alrededor. Y siguió diciendo “Vamos a viajar al país de la diosa Inhimpitu.
Quizás nos demoremos, no lo sabemos pero volveremos otro día” decía Millaray a
la multitud callada y apesadumbrada. “Buenos días” dijeron Ibagué y Mohán acercándose.
“Buenos días padre, buenos días Mohán, Buenos días Ibagué, hola cacique”
respondían.
El taita Amuillán había traído algunos paquetes que los viajeros
recibieron.
"Cuídende mucho", les dijo Ibagué.
No hay comentarios:
Publicar un comentario