“los Panches e Ibagué
te han premiado dándote a Millaray, joven Cajamarca”. “Princesa Millaray, serás
la mas felíz de las mujeres”.
De ese modo terminaba el rito de bodas en la
laguna, pero seguiría la fiesta en el caserío a donde ya iban en tropel entre enormes gritos.
La diosa Inhimpitu
caminaba felíz con los recién casados “Nunca había disfrutado tanto un
matrimonio en un pueblo desconocido. Las costumbres son distintas pero muy
atractivas. . .Dos caciques, una reina y una princesa en un solo rito, que cosa
tan asombrosa y tan linda a la vez. Siento que esta celebración en la que
participé tan de cerca, va a durar en mi memoria por siempre, y por eso les doy
las gracias”. Casi no le ponían cuidado a lo que decía, por el desorden tan
maravilloso que había a su alrededor y en todas partes de la laguna y el caserío.
En poco tiempo llegaron
al pueblo, que estaba adornado como nunca. Todo se convirtió en un hervidero humano
sin orden ni ley. La chicha fue la bebida reclamada en todo momento. Reían,
decían cosas locas, comían de todo, carne de animales del monte, de vacas, de
marrano, yuca, papas, fríjoles, alverjas, arepas de maíz, entrando a cualquier
choza mientras sonaban los tambores en varios lugares, también las flautas, las
caracolas, las charrascas. Y danzaban y cantaban incansables yéndose por ahí, cómplices
con la noche y el viento frio que no sentían.
Habían prendido antorchas
poniéndolas en las columnas de la maloca, en los tallos de los árboles, en
postes levantados para eso, y en los bohíos. También las fogatas alrededor de
las chozas, iluminaban la fiesta, chirriantes, con sus flamas bailando a toda
hora y alargándose mucho para mirar a lo lejos. Sus chispas se iban altas, al
espacio hondo, como puntos de oro desfallecidos e inexplicables. Solo la gente muy borracha dormía ya entre la
maleza, o recostados en algún tronco, o sobre
una estera o en una hamaca cualquiera. Los demás volteaban de un lado a otro,
tropezándose y diciéndose cosas que no se entendían.
Cajamarca estaba en la
maloca tan iluminada, y Millaray y yexalen también, acompañados por la diosa
Inhimpitu, por los ancianos, los brujos, los guerreros que comían de grandes
bateas y bebían chicha muy despacio.
Así la noche fue corta,
hasta que el cansancio los cogió lento pero seguro. A los dos días ya todos
dormían sin ganas de levantarse. Pero descansarían y se recuperaría para otra
vez regresar a su rutina.
Ibagué empezó la
dirección de las tribus aconsejado en muchas cosas por los brujos, por los
ancianos y por Yexalen que le decía cosas en la cama. “Vamos a extender éstos
territorios”, le decía el. “Llamaré al guerrero Calarcá para que nos ayude en
eso. El sabe como hacerlo en caso de que tengamos dificultades”.
Millaray se alistaba con
Cajamarca porque iban a viajar al país de la diosa Inhimpitu que estaba lejos
del centro de Columbus “Será un viaje inolvidable” decía. “Mañana visitaré al
cóndor para darme cuenta como está y para decirle que se aliste también a
viajar. “Quiero estar volando ya entre las nubes” dijo Inhimpitu pintándose la
cara con rayitas de colores, mirándose en una vasija con agua. “Nos iremos pero
no sabemos cuando volveremos”, añadió Cajamarca templando el arco y poniendo
las flechas en el carcaj. Mohán apareció de pronto a veinte metros, acompañado
de una mujer muy joven y bella, una Putimae que estaba muy nerviosa y excitada.
Venían del rio y se veían felices “Hola Mohán como le va” le preguntó Ibagué,
que apareció montado en su caballo Cuminao pateando el suelo, muy brioso y
resoplante. Iba a hacer una ronda por la región con varios indios listos a
obedecer al nuevo cacique. “Bien, muy bien”, respondió Mohán, mientras la muchacha
desaparecía fugaz entre las chozas sin haber dicho nada..
Al otro día Millaray
madrugó con Inhimpitu y Cajamarca a las rocas donde vivía el cóndor. No se
demoraron en llegar. El buitre estaba arriba, picoteando frenético un conejo que
había acabado de traer del bosque. Al ver al grupo y distinguir a Millaray dio
un grito alegre “Ggggrrrrrrr, gggggrrrrrrrrr, gggggrrrrrrr” aleteó muy fuerte
varias veces, brincando en las rocas, acercándose al grupo que lo esperaba.
Millaray escaló piedras y rocas y haciéndose debajo del ave le tocó las patas
mientras el cóndor gritaba otra vez “Ggggggrrrrrr. Hola mi princesa. Me tenía
olvidado y tenía ganas de verla. Ya iba para el pueblo a ver que le había
pasado” le dijo el ave estirando el pescuezo. “Yo nunca te olvido cóndor. Era
que estaba ocupada en otras cosas y por eso no había venido. Pero de ahora en
adelante pasaremos el tiempo juntos porque viajaremos a otro país” le decía Millaray
acariciándole las plumas cercanas a las patas. “Verdad, iremos a otro país?”.
“Si cóndor. Será un viaje largo. Iremos con la diosa Inhimpitu que ya conoces, y
con mi compañero Cajamarca”. “Uy tan rico. Eso me relajará. Estoy tieso de no
hacer ejercicio. Además podré conocer bien a Columbus”. “Si. Tienes que
alistarte porque mañana a estas horas nos iremos”. “Bueno princesa como ordene.
Iré al pueblo a recogerlos”. “Cóndor de los Andes, muchas gracias”. “Está muy
fuerte y poderoso”, le dijo Inhimpitu gritando desde abajo haciendo bocina con
las manos. “Gracias diosa”. “Ahora volaré mucho con usted”, le gritó Cajamarca
sonriendo y estirando los brazos. “Me gusta que sea mi pasajero. Los llevaré al
lugar que me digan. “Entonces mañana va temprano al pueblo. Lo estaremos
esperando” , le dijo Millaray bajando de las rocas. “Hasta mañana cóndor”
gritaron Inhimpitu y Cajamarca. “Hasta mañana” respondió el ave, subiendo otra
vez para terminar de comerse el conejo.
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