sábado, 9 de marzo de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 54 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)

 
 
Entre los àrboles que vigilaban y protegían el altar, vieron la estatua elevándose en la penumbra cinco metros. Era ancha, de líneas angulosas y fuertes representando al brujo fundador del pueblo del que no se tenía su nombre.
Se acercaron a cumplir las tareas rituales antes de la invocación al mago “Tenemos que prender las llamas del altar y las antorchas que hay alrededor”, dijo Yexalen paràndose en el centro del sagrario, limpiándolo con càscaras y hojas que le servían de escoba, para meter palos nuevos, ramas, hojas secas y prenderlas. “Yo voy a traer flores para adornar la estatua”, dijo Millaray invitando a dos ancianos a que la acompañaran. “Como ordene princesa, no haga sino decir lo que necesita que inmediatamente lo haremos”.
Se fueron, mientras los otros empezaron un càntico que cada vez era mas fuerte frente al altar “Fuerzas del universo le rogamos que nos escuche porque queremos que Mohàn venga ya, lo necesitamos urgente, por favor Mohán acérquese aquí a donde estamos”, repetía el taita Amuillàn con los ancianos y las sacerdotisas danzando concentradas alrededor de la estatua y el altar, donde ya pocas llamas se estiraban entre chirridos y crepitaciones a causa de la humedad que había. “Sin ninguna duda el fuego nos comunicarà con Mohàn aunque esté muy lejos de aquí”, dijo Yexalen uniéndose al grupo y danzando entre ellos.
Al poco tiempo volvió Millaray con brazadas de flores igual que los ancianos. Las extendieron en el altar y alrededor de la estatua. Salieron perfumes que se extendieron rápidamente, envolviéndolos, impregnando los árboles cercanos y el aire. Entonces siguieron danzando entre cantos y palabras secretas, alrededor de veinte minutos. Despues de que el viento se detuvo para escucharlos, dos brujos subieron al altar e inclinándose en el fuego con los brazos extendidos, rogaron: “Mohàn, gran mago Mohàn le ordenamos que aparezca ya entre nosotros. Lo necesitamos urgentemente. Booommm, boooommm, booommm” repetían.  “Por el poder del fuego y por los poderes del universo que desatamos con los ruegos, con las danzas, con el fuego, le ordenamos venerado Mohàn que aparezca ya entre nosotros”. “Boooommm, booommmm, boooomm”, repitieron viendo aparecer de repente entre la candela al gran sacerdote que había escuchado la invocación en regiones lejanas, donde estaba. Venìa fumando tabaco, como siempre. Se levantó serio pero amable y poderoso entre las flamas que lo cubrían, saltando a un lado de la candela y del altar, poniéndole de ese modo, fin al sortilegio. Estaba cubierto todo su cuerpo por la piel roja de un toro matado no hacía mucho, que le daba calor e imponencia. Tenìa en la mano izquierda un palo largo en el que se apoyaba y que usaba en las ceremonias porque con el patentaba su poder. Se había puesto una corona hecha con ramas del bosque porque así se comunicaba fácilmente con las fuerzas del universo. “Escuché sus llamados buenos amigos, y vine inmediatamente a encontrarme con ustedes para ver que es lo que necesitan”.
El grupo se calló asimilando el prodigio de su aparición. Finalmente cayeron en cuenta que eso era normal con Mohán y rodeándolo le dijeron “Gracias gran mago nuestro. Gracias por venir. Su presencia es necesaria para que el universo lo escuche y una a las parejas que muy pronto se casarán en éste pueblo” dijo el taita Amuillán al pie del fuego que bramó raramente saludando largo al sacerdote.
Ibagué se le acercó entre el humo del altar diciéndole: “Como cacique de este pueblo, le doy la bienvenida gran amigo, y lo invito a que nos acompañe en los preparativos que ya estamos haciendo. “Ya lo sabía. Como también sabía que ustedes me llamarían. Desde hacía un tiempo conocía que serías el cacique de éstas tribus” le dijo Mohán a Ibagué mirándole los ojos que tenía brillantes. “Verdad?”, contestó el cacique plantando con fuerza el palo de su lanza entre la maleza. Entonces Mohán miró al grupo y acercándose los saludó con su enorme cara feliz. “Vamos entonces” dijo arrancando a caminar después de que el grupo apagara la candela del sagrario y también las antorchas para que no fuera a incendiarse el bosque.
En quince minutos estuvieron en el pueblo.
La gente hacía oficios. Levantaban chozas agrandando el pueblo, fabricaban tambores y flautas que necesitaban en las bodas, preparaban comidas especiales y en cantidad.
Al ver a Mohán la noticia se regó rápido.
Las tribus vinieron veloces a saludarlo. “Hola Mohán, como le va”. “Dónde estaba, mago Mohán. Lo hemos echado mucho de menos. Gracias por venir a visitarnos”. “Quédese aquí en el pueblo y nos acompaña siempre. Sería un honor para nosotros que usted tuviera su choza aquí”.
Ya sabían que había venido a bendecir las uniones de la reina Yexalen y la princesa Millaray, con los caciques Ibagué y Cajamarca, cosa que daría al pueblo su normal rutina y su naturalidad, porque ahora estaban desordenados y como fuera de ellos mismos. “Mohán pedirá al cielo bendiciones para los casados y para que éste pueblo marche bien”. “Si, sabemos que lo hará. Tiene los poderes del universo dentro de él y por eso le queda fácil que las estrellas y los dioses nos acompañen, con sus pedidos ”.
En los días siguientes hubo afiebrada actividad, todo para la gan fiesta.
 



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