De modo
que desde ahora hay un nuevo cacique. Lo otro es que deben prepararse para los matrimonios
la semana entrante. Se casará el cacique Ibagué con la reina Yexalen, y yo me
casaré con Millaray. Llamaremos al supremo sacerdote del pueblo pijao, al gran
mago Mohán, para que celebre el rito invocando las fuerzas del universo. Despues
me iré con Millaray a los otros pueblos de columbus. Eso es lo que hemos
hablado en la reunión, así que pueden retirarse y prepararse para la fiesta. Habrá
mucha comida, muchas luces, chicha y gran alegría. Eso es todo lo que haremos, buen
pueblo. Y gracias”.
Entonces la gente desorientada y hasta disgustada porque ahora había otro
cacique al que no conocían muy bien, se quedò callada. Hablaban en murmullos arrinconándose
al pie de las paredes de las chozas, encaramados en las hornillas de las
cocinas calentándose, o escondiéndose detrás de los árboles para que nadie fuera
a oirlos “Que tal será Ibagué?”. “Si gobernará bien?”. “Ojalá no se formen
peleas entre las tribus, por el nuevo gobierno”. “Mejor que haya mas gente, a
mi me gusta que éstas tierras estén pobladas”. “Van a haber dos matrimonios
importantes. Tenemos que prepararnos para esas fiestas” “Si. Será lo mejor que
pase en mucho tiempo”. “Es mejor no hablar mucho del nuevo cacique porque puede
irnos mal”. “Lo único que tenemos que hacer es obedecer y todo irá bien”. Comentarios
así se oían en muchas chozas, en el rio,
en los sembrados. Mientras hablaban trabajaban en los telares y en las cerámicas,
en sus esculturas o simplemente bebìan chicha, fumaban tabaco y tocaban
tambores, entonando las flautas y cantando canciones al lado de las fogatas, en
las calles o debajo de las antorchas puestas en las paredes de bahareque y en
los troncos de los árboles alumbrando la noche.
Movimientos.
Ya en el dia iban a los montes trayendo racimos
de corozos de gruesas palmas para
fabricar la chicha que habría a mares en las
fiestas. Los cocinaban fermentándolos después en ollas de barro fabricadas especialmente
para eso. “Debe haber mucha chicha” decían correteando por todas partes. “Esto
no pasa sino una vez y tenemos que aprovechar”. También traían arracachas y
gran cantidad de maíz que ablandaban en agua y pilaban en troncos huecos o
molían en piedras, convirtiéndolo en afrecho y masa. Después lo cocinaban
poniéndole pedazos de caña para endulzarla. “Tenemos que echarle otra fuertura”,
decían pasando ollas a los rincones de las cocinas, soplando el fuego que no
dejaban apagar, espantando los perros para que no se robaran la carne y
cuidando a los niños llorosos, que no estaban bien atendidos en esos dias “Con
el cacique Ibagué estas montañas se poblarán ràpido”, comentaban en los fogones
comiendo carne de ovejo con yuca y arracachas sancochadas “Deme mas carne, está
muy buena. Esos ovejos estaban gordos ”, decìa una india mueca, espelucada,
descalza y embarrada entre el barullo de todos.
Afuera pasaban los Panches con gruesos y largos
estacones, varas y hojas de palma para levantar las chozas donde vivirían y para
ponerles el techo. Otros venían con pescados del rio que ya bajaba tranquilo,
mientras muchos amasaban arcilla y barro mezclándolo con paja para la
construcción de las paredes de sus viviendas. Asì se protegerìan del frio, del
sereno, de los aguaceros y tendrían una vida tranquila junto a su mujer y a sus
hijos.
Trabajaban afanados, con fuerza y ganas.”En
tres días tendremos las chozas listas”. “Si, haremos rápido el trabajo. Tenemos
que afanarle antes de que sean las bodas.” Decían abriendo hondos y anchos huecos,
clavando estacones fuertes que sostendrían
el peso de las paredes, amarrando varas sobre ellos, entre las que metían el barro
mezclado con gruesas fibras vegetales con el fin de que se mantuviera firme y
no se cayera en largos años. Aseguraban varas encima de las paredes, construyendo
la armazón del techo que cubrían cuidadosamente con las hojas de palma.
Uno de esos días y recièn salido el sol, el
cacique Cajamarca, el cacique Ibagué, La diosa Inhimpitu, la princesa Millaray
y Yexalen, salieron con los ancianos, con las sacerdotisas y con los brujos a
un claro del bosque, mas allá del pueblo, donde habìa una estatua de piedra dedicada
a un brujo sabio, antiguo fundador del pueblo y un altar pequeño para los
sacrificios y ceremonias a los dioses.
Caminaron entre la maleza y debajo de los
àrboles recibiendo la brisa de la mañana. “Tenemos que hacer la invocación con
mucha concentración para que Mohàn nos escuche. Sin el no podemos celebrar los
matrimonios”, dijo un anciano de la comitiva arreglándose la larga ruana blanca
y sucia que le apartaba el frio. “Solo èl tiene el poder de invocar a las
fuerzas del cielo para unir éstas parejas”.
Entre los àrboles que vigilaban y protegían el
altar, vieron la estatua elevándose en la penumbra cinco metros. Era ancha, de
líneas angulosas y fuertes representando al brujo fundador del pueblo del que
no se tenía su nombre.
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