Segunda parte
El descanso de los Panches en el caserío de
Cajamarca sería de tres días. Tenían el cuerpo cansado, la mente nublada, el estómago
relajado y los sueños acumulados. Durmieron casi uno encima del otro en las
chozas, en la maloca, en improvisados techos hechos a la carrera, cobijados con
ruanas y gruesas cobijas de lana de ovejo que les dieron calor.
comieron lo que quisieron y bebieron chicha
también, para volver a alegrarse.
Despues de los tres días recuperaron el ánimo,
saliendo a caminar y a conocer aquellas tierras de las que les habían hablado muy
bien. Su deseo era encontrar regiones parecidas a ésta para vivir tranquilos. Los
Putimaes y Quimbayas, habitantes de ésta zona, fueron amistosos con los Panches
recién llegados, para que se sintieran bien y tuvieran confianza. A su vez los
Panches querían hablar con Ibagué para preparar el viaje a regiones mas
calientes y seguir la caminata. No podían quedarse aquí a vivir como parásitos.
Aunque tenían bastantes riquezas para pagar los favores de los habitantes de
Cajamarca, consideraban que debían ser dueños de sus propias tierras para decidir
sus vidas y las de sus descendientes.
De pronto escucharon el ronco y potente sonido
de un cuerno llamando al pueblo. Que sería?
El cuerno sonó profundo otra vez estirando los
sonidos entre las montañas, los valles, las rocas, los árboles y por encima del
rio. Se metió a las chozas lejanas, a las cuevas, a los rincones apartados. Mejor
dicho a todas partes.
Despues de horas llegaron entre carreras,
resuellos, asfixias y sudores rodeando el caserío y la maloca donde estaban los
caciques Cajamarca e Ibagué, la diosa Inhimpitu, la princesa Millaray, Yexalen,
el taita Amuillán y dos brujos de menor categoría. El revoltijo era admirable
“Que es?”, “Que van a hablar?”, “Por qué han tocado el cuerno? Debe ser algo
importante”, “Déjenme pasar”, “Permiso, permiso”, “Quienes están en la
maloca?”. “Los Panches vinieron a desordenar el pueblo y eso no podemos
aguantarlo. Por qué no se irán?”. “Donde está Cajamarca?”
De repente escucharon una fuerte voz entre el
alboroto: “Necesitamos a los jefes secundarios de las tribus, a los brujos, a los taitas, a los jefes de ejércitos, a las
sacerdotisas y todos los de autoridad entre la gente que està aquí”, gritaba el
taita Amuillán parado en una alta tarima de troncos largos. Levantaba las manos
pidiendo silencio: “En el consejo de hoy se resolveran cosas importantes para
las tribus presentes en èste pueblo”
La gente importante se
apretujaba entre la muchedumbre entrando finalmente a la maloca. “Permiso,
permiso, déjenme pasar”. “Háganse a un lado. Es que no oyen que me necesitan?”
“Quítense de ahí, no hagan estorbo”. Venían adornados con pinturas faciales,
plumas de muchos colores, pectorales sòlidos y brillantes, tobilleras,
pulseras, coronas dignas del mejor rey, guayucos de pieles finas, flechas y lanzas
de oro . . . Así penetraron a la grande construcción circular entre una
algarabía inolvidable. A la entrada habían mas de treinta indios con lanzas y
garrotes evitando a los colados.
Adentro alrededor de una mesa de palos sostenidos
en horquetas, y sentados en bancas de madera, Cajamarca e Ibagué hablaban con
Millaray, Inhimpitu, Yexalen, los ancianos y con los recién llegados: “Estas
tierras serán suyas cacique Ibagué. No tendrá necesidad de seguir andando con
su tribu buscando donde vivir. Delante de los representantes del pueblo y
poniendo por testigo al sol, a la luna, a las estrellas y al universo completo,
le doy mis propiedades como dote por darme a su hija Millaray como compañera y
esposa. Le doy los bosques, las lagunas,
los ríos y las tierras que alcanza a ver y que heredé de mi padre hace poco. Así
podré casarme con ella. Con la linda Millaray a la que tanto quiero. Usted se
convertirá en el jefe de mi pueblo, en el gran cacique de los Putimaes, de los
quimbayas y los Panches. Decidirá con justicia y sabiduría como siempre lo hace
con toda la gente que gobierna” decía El joven Cajamarca poniéndose de pie
para que lo escucharan mejor.
“Mi tribu y yo estamos cansados de vagar por
tantas tierras que ya son ajenas, joven Cajamarca. Gracias por su ofrecimiento
y gustosos nos quedaremos aquí y extenderemos los dominios donde podamos
hacerlo. Nunca pensé que la dote que me daría por Millaray fueran sus
propiedades” le dijo Ibagué poniéndose también de pie y cogiendo de las manos a
la princesa “Gracias cacique Ibagué por darme a Millaray”. “Padre, ahora
dejará de vagar por los caminos, no sufrirà mas. ahora si, su tribu tendrá un lugar
seguro donde vivir como siempre ha querido” le decía ella.
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