sábado, 9 de febrero de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 48 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Entonces Ibagué animó a Cuminao haciéndolo trotar en muchas revueltas. Yexalen, en el anca estaba hermosa “Hasta luego Millaray, hasta luego diosa Dulima y diosa Inhimpitu, hasta luego cacique Cajamarca. Pronto nos veremos en el pueblo. Que les vaya bien en su vuelo”, decía duro Yexalen. “Hasta luego a todos” dijo en un alto vozarrón Ibagué, pasando entre los Panches para ponerse al frente de ellos.

Fue ahí cuando todos escucharon un grito femenino.

“Cooondor de los Andeees, coóndor de los Andeees” gritó Millaray haciendo eco en la montaña. “Cóndor de los Andeeesss, veengaaaa, vengaaaa yaaa, lo necesitamooosss urgenteeee” volvía a gritar.

Y del norte entre las nubes, vino un enorme pájaro dorado, gigante como nunca se había visto a ninguno, dejándose descolgar desde bien arriba del espacio hasta el hielo, cayendo suave al lado de la joven que le sonreía con sus ojos negros muy brillantes  ”Gggggrrrrr, gggggrrrrrr” gritó el buitre cerca a Millaray, saludándola.

La diosa Dulima levantó entonces la voz para que todos la oyeran: “Yo también me despido de ustedes. Voy a entrar a la caverna porque aquí está haciendo mucho frío. Cuando quieran volver no hagan sino llamarme que siempre apareceré donde ustedes quieran”.

Se acercó a la diosa Inhimpitu cogiéndola de un brazo: “Gracias diosa por haber venido, me sentí orgullosa de su visita y sé que mis amigos también han estado felices con su presencia. Ahora me toca a mi, ir a su reino”. “Si diosa Dulima, así es y la esperaré. Yo también me sentí feliz en éste lugar tan fascinante. Llevaré en mi memoria el brillo de ésta montaña y los secretos y riquezas que guarda”. “Gracias Inhimpitu”, contestó Dulima dándole un beso en la mejilla. Luego se separó de la diosa, acercándose a millaray a la que le dijo “Princesa sé que te espera un gran futuro. Viajarás por Amerindia buscando a la niña Luz de sol, hija de la diosa Inhimpitu. Después de muchas aventuras y de haber conocido las tribus de Columbus, la encontrarás en la montaña brillante. Te convertirás en diosa de los dioses. Quiero que te vaya bien  y si un dia me necesitas no hagas sino llamarme que iré a auxiliarte enseguida. . . Mira, el cóndor te está  esperando, no lo dejes que se enfríe porque se le engarrotan las alas y no podrás irte”.

Se acercó también al cacique Cajamarca y cogiéndolo de las manos le dijo:. “Tu serás el compañero de millaray en el viaje que pronto harán por tantas partes. Cuídala mucho, ese es tu deber” y sin decir mas, caminó hasta el portón de la caverna. Dió la vuelta mirando otra vez a sus amigos, entrando ligero porque el frio empezaba a penetrarla. Ahí el portón se cerró entre ruidos como enormes máquinas trabajando.

Millaray estaba pensativa por las palabras que le había dicho Dulima. Los ojos se le pusieron lejanos y pensativos. Inhimpitu la vio así y acercándose le dijo “Debes estar felíz porque te convertirás en una de las pocas guerreras famosas en el país Pijao y en diosa de los dioses. Así está escrito” le dijo acariciándole la cara y el cabello.

El cóndor agitó las alas gritando “Ggggrrrr, ggggrrrr, gggrrrr” llamando la atención porque quería volar “Es hora de viajar a Cajamarca princesa. Vámonos ya”.

Descolgó el ala derecha al hielo y los viajeros entendiendo que debían subirse a su espinazo, recogieron rápidamente los regalos que el señor de la fuerza y del poder les había dado. Se agarraron de las plumas y manteniéndose allí como piojos, se dejaron alzar por el pájaro hasta sus costillas.  

El único que quedaría en el nevado sería el cacique Quemuenchatocha. Tres años  viviría desterrado, casi congelado y como un fantasma de las neblinas pidiéndole perdón a la montaña hasta pagar su falta.

El cóndor penetró su vista entre las nubes.

Se impulsó desde la roca en la que se había parado, batiendo las alas con enorme fuerza, dejándose hundir por fin en el espacio gris de la noche cercana. Su vuelo era frenético. “Cuanto nos demoraremos en llegar a Cajamarca, cóndor?” le preguntó Millaray, ahuecándose entre las plumas evitando el viento tan helado.. “Por ahí media hora, usted lo sabe princesa”.  “Que bueno volar así”, gritaba Inhimpitu mirando el paisaje dormido ya en  la tarde. “Cuando quiera volar me dice y la llevaré a lugares lindos de Columbus” le dijo Millaray. “Gracias. Sé que volaremos varias veces las dos, buscando algo precioso para usted y para mi, así está escrito”.

Se quedaron callados mirando como las nubes se oscurecian.

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