Entonces Ibagué animó a Cuminao haciéndolo trotar en muchas revueltas.
Yexalen, en el anca estaba hermosa “Hasta luego Millaray, hasta luego diosa Dulima
y diosa Inhimpitu, hasta luego cacique Cajamarca. Pronto nos veremos en el
pueblo. Que les vaya bien en su vuelo”, decía duro Yexalen. “Hasta luego a
todos” dijo en un alto vozarrón Ibagué, pasando entre los Panches para ponerse
al frente de ellos.
Fue ahí cuando todos escucharon un grito femenino.
“Cooondor de los Andeees, coóndor de los Andeees” gritó Millaray haciendo
eco en la montaña. “Cóndor de los Andeeesss, veengaaaa, vengaaaa yaaa, lo
necesitamooosss urgenteeee” volvía a gritar.
Y del norte entre las nubes, vino un enorme pájaro dorado, gigante como
nunca se había visto a ninguno, dejándose descolgar desde bien arriba del
espacio hasta el hielo, cayendo suave al lado de la joven que le sonreía con
sus ojos negros muy brillantes ”Gggggrrrrr,
gggggrrrrrr” gritó el buitre cerca a Millaray, saludándola.
La diosa Dulima levantó entonces la voz para que todos la oyeran: “Yo
también me despido de ustedes. Voy a entrar a la caverna porque aquí está
haciendo mucho frío. Cuando quieran volver no hagan sino llamarme que siempre
apareceré donde ustedes quieran”.
Se acercó a la diosa Inhimpitu cogiéndola de un
brazo: “Gracias diosa por haber venido, me sentí orgullosa de su visita y sé
que mis amigos también han estado felices con su presencia. Ahora me toca a mi,
ir a su reino”. “Si diosa Dulima, así es y la esperaré. Yo también me sentí
feliz en éste lugar tan fascinante. Llevaré en mi memoria el brillo de ésta
montaña y los secretos y riquezas que guarda”. “Gracias Inhimpitu”, contestó Dulima
dándole un beso en la mejilla. Luego se separó de la diosa, acercándose a millaray
a la que le dijo “Princesa sé que te espera un gran futuro. Viajarás por
Amerindia buscando a la niña Luz de sol, hija de la diosa Inhimpitu. Después de
muchas aventuras y de haber conocido las tribus de Columbus, la encontrarás en
la montaña brillante. Te convertirás en diosa de los dioses. Quiero que te vaya
bien y si un dia me necesitas no hagas
sino llamarme que iré a auxiliarte enseguida. . . Mira, el cóndor te está esperando, no lo dejes que se enfríe porque se
le engarrotan las alas y no podrás irte”.
Se acercó también al cacique Cajamarca y cogiéndolo de las manos le
dijo:. “Tu serás el compañero de millaray en el viaje que pronto harán por tantas
partes. Cuídala mucho, ese es tu deber” y sin decir mas, caminó hasta el portón
de la caverna. Dió la vuelta mirando otra vez a sus amigos, entrando ligero
porque el frio empezaba a penetrarla. Ahí el portón se cerró entre ruidos como
enormes máquinas trabajando.
Millaray estaba pensativa por las palabras que le había dicho Dulima. Los
ojos se le pusieron lejanos y pensativos. Inhimpitu la vio así y acercándose le
dijo “Debes estar felíz porque te convertirás en una de las pocas guerreras
famosas en el país Pijao y en diosa de los dioses. Así está escrito” le dijo
acariciándole la cara y el cabello.
El cóndor agitó las alas gritando “Ggggrrrr, ggggrrrr, gggrrrr” llamando
la atención porque quería volar “Es hora de viajar a Cajamarca princesa.
Vámonos ya”.
Descolgó el ala derecha al hielo y los viajeros entendiendo que debían
subirse a su espinazo, recogieron rápidamente los regalos que el señor de la
fuerza y del poder les había dado. Se agarraron de las plumas y manteniéndose
allí como piojos, se dejaron alzar por el pájaro hasta sus costillas.
El único que quedaría en el nevado sería el cacique Quemuenchatocha.
Tres años viviría desterrado, casi
congelado y como un fantasma de las neblinas pidiéndole perdón a la montaña
hasta pagar su falta.
El cóndor penetró su vista entre las nubes.
Se impulsó desde la roca en la que se había parado, batiendo las alas con
enorme fuerza, dejándose hundir por fin en el espacio gris de la noche cercana.
Su vuelo era frenético. “Cuanto nos demoraremos en llegar a Cajamarca, cóndor?”
le preguntó Millaray, ahuecándose entre las plumas evitando el viento tan
helado.. “Por ahí media hora, usted lo sabe princesa”. “Que bueno volar así”, gritaba Inhimpitu
mirando el paisaje dormido ya en la
tarde. “Cuando quiera volar me dice y la llevaré a lugares lindos de Columbus”
le dijo Millaray. “Gracias. Sé que volaremos varias veces las dos, buscando algo
precioso para usted y para mi, así está escrito”.
Se quedaron callados mirando como las nubes se oscurecian.
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