sábado, 26 de enero de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 45 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao).



Allá lejos en una curva cerrada, encontraron una fuerte luz. Los caciques Seraira y Moró no resistían el fulgor y cerrraban los ojos poniéndose de espaldas, lo mismo que Nemequene y su capitán de ejércitos Tisquesusa.

Huenuman, Mohán, Madremonte, y el joven Cajamarca eran los últimos de la fila en aquel  selecto y reducido grupo que se iba a convertir en el conocedor de las maravillas pijao.

Aquella parte de la caverna estaba tibia, y deslumbraba como un sol.

Rayos de colores desconocidos salían de los rincones, de los huecos, de las bóvedas, de debajo de las piedras y de los ángulos de las rocas. Cerros de oro como arena de una playa habían entre las lomas formadas por piedras preciosas. “Que maravilla”, dijo Seraira. “esto es realmente increíble. Es una magia prodigiosa”. “Tantas coronas de oro y diamante tiradas por ahí como si fueran hojas caídas en una selva. Yo había oído decir que en éste nevado habían riquezas, pero no imaginé que fueran tantas”, exclamo Nemequene sintiendo en la mano los tesoros que se había agachado a tocar. El dios Takima de rostro de pájaro, tenía los ojos muy abiertos por el enajenamiento que le producía semejante portento y estaba mudo. La lengua se le había paralizado poniéndosele como un palo. Despues de tanto mirar y fascinarse, se repuso exclamando: “Oooohhhhh”, y volvió a quedarse mudo.

Decenas de pectorales se enredaban como anzuelos aquí y allá, porque al coger uno, se venían varios. Tobilleras sin medida, igual que pulseras, aretes y diademas habían en una y otra parte, en un desorden fascinante y deslumbrador “Los Pijaos deben estar orgullosos de sus propias maravillas”, dijo Tisquesusa midiéndose un pectoral que lo hacía ver poderoso . “Si lo quiere puede quedarse con él” le dijo el señor de la fuerza y del poder, mirándolo, levantando el moco y agachándose después para recoger las piedras preciosas mas grandes que habían entre un cerro de oro. “Este pueblo Pijao es afortunado de vivir donde vive. En ninguna otra parte hay tanto oro  y tantas riquezas”, dijo el dios Bochica acariciándo su larga y blanca barba mientras contemplaba una nariguera brillante con un diamante en la punta y que parecía una lágrima. “Gracias por el pectoral gran señor” le dijo Tisquesusa quedándose con el, puesto.

Yexalen fascinada dijo: “Gracias gran custodio del nevado por permitirme conocer semejante prodigio. Me habían contado algo sobre esto pero no imaginaba que fuera tanto”. “Escoge lo que quieras Yexalen y llévatelo” le respondió el señor de la fuerza y del poder, entregándole a la diosa Bachué y al dios Bochica, dos diamantes puros, muy brillantes, grandes como huevos de avestruz que  aceptaron felices mientras se miraban extasiados. Yexalén había escogido una diadema de oro bien trabajada, con dos esmeraldas como ojos de puma y una tobillera tintineante y lustrosa. “Yo me quedo con esto gran señor”, le dijo al gigante. “Como quieras. Es tuyo porque así lo deseas” le contestó el monstruo casi sin prestarle atención. “Gracias Gran cuidador” respondió Yexalen haciendo un gesto de coquetería y sonriendo bellamente.

El cacique Nemequene, el cacique Moró, El dios Takima, El mago Huenuman, la princesa Millaray y los otros, escogieron lo que mas les gustó. En eso duraron mucho rato porque cuando salieron de la caverna ya estaba larga la tarde.

La diosa Dulima dijo de pronto al grupo, que miraba alegre la  fosforescencia del nevado

“Como veo que se están alistando para irse a sus tierras y a sus pueblos, debo decirles que yo estaré siempre aquí para cuando quieran volver. Gracias por haber venido y por haber compartido su tiempo con nosotros” dijo Dulima acercándose a Bachué que recostó la cabeza contra ella. “Nosotros no nos iremos lejos” dijo Inhimpitu mirando a la hija del cacique Ibagué que estaba inquieta porque no veía al cóndor. “La princesa Millaray me ha invitado a conocer las propiedades del cacique Cajamarca que en éste rato ha estado muy callado. “Verdad?. Tan bueno que esté con nuestra gente mas tiempo. Es bueno tenerla cerca porque conoce muchos secretos” respondió Dulima mirando a Millaray, vanidosa porque era buena amiga de Inhimpitu. “Nosotros nos iremos a nuestras tierras en éste momento” dijeron casi en coro la diosa Bachue y el dios Bochica “Tenemos que hacer muchas cosas que no dan espera”, explicó  el dios mirando a lo alto. “Nos montaremos en una nube, donde iremos cómodos. Así viajaremos rápido y sin problemas”. “Entonces nosotros aprovecharemos y nos iremos con ustedes ya que vamos a la misma parte” propuso el cacique Nemequene abrazando a su capitán de ejércitos, Tisquesusa. “Claro gran jefe Nemequene, nos iremos los cuatro en la nube, no faltaba mas. Miren allá viene una de color verde que nos llevará rápido” dijo Bochica levantando un brazo. “Nube verde, nube verde le ordeno que se detenga y baje aquí en éste momento” le gritó la diosa Bachué a la nube.

Y la nube bajó lenta al lado de rocas no muy altas pero blancas por la nieve que no dejaba de caer, poniéndose frente al grupo, que observaba muy extrañado el carro aéreo de aquellos dioses.

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