viernes, 28 de diciembre de 2012

EL PAIS DE LA NIEVE 40 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)





Ya los magos, Madremonte, Cajamarca y Millaray habían dejado de cantar y de clamar. Estaban callados mirando la aparición que de pronto se sentó en el suelo para quedar a nivel de los viajeros que ahora estaban cogidos de las manos dándose fuerza. “Quemuenchatocha, el ambicioso rey de Hunza que gobierna gran parte del territorio Muisca tiene la culpa de lo que ha pasado”, dijo de pronto el gigante con el moco levantado. “Ese mal rey, quiso hacerse dueño de las riquezas de la caverna y de las mulas cargadas de oro y piedras preciosas que veía dentro del nevado en la visita que hizo a la diosa Dulima” dijo el señor de la fuerza y del poder mirando intenso al grupo, que tampoco le quitaba la vista. Respiró hondo. Sacudió la cabeza, cerró los ojos y siguió hablando acelerado “Quemuenchatocha le dijo al guerrero Calarcá que le prestara la lanza y agarrándola me la arrojó inmediatamente queriendo matarme. Así quedaría desprotegido el nevado sin su guardían y lo saquearía sin problemas. Traería a sus hombres y habría una guerra entre los pueblos. Ahora que ustedes me han invocado, y como quieren que se haga, volveré inmediatamente a la vida a las tribus encerradas allí ya hace varios dias.
Vengan, vengan conmigo”.

El fuego se arremolinaba y se desquiciaba en los bloques de hielo, saltando, agachándose y elevándose entre chispas de colores que le daban sortilegio al lugar. Permanecían en el aire navegando algunos segundos como globos microscópicos para luego desaparecer llevándose por siempre los secretos de la materia.

El grupo se levantó siguiendo al señor de la fuerza y del poder que se paró frente a una roca de ochenta metros de alta, en la que ya no había hielo, solo arena oscura, dormida y pegada en las paredes como protegiéndose de caer. El guardian de las riquezas abrió los brazos estirándolos en súplica, levantando la cabeza, y extendiendo el moco, semejante a un elefante. Gritó fuerte, muy fuerte: “Ahora estoy acompañado por los humanos que me dan el poder completo. Muchas veces como ésta, necesito urgentemente ese poder para que los pedidos se cumplan. Así nada nos será negado. Por eso ordeno al universo, con el poder que se nos ha dado, que la gran puerta de la caverna se abra inmediatamente”.

Huenuman comprendió que ahora no podían quedarse callados porque cualquier vacío en el conjuro podía ser fatal. Debían ayudar a la criatura de la fuerza y del poder para que la orden se cumpliera inevitable. Por eso le dijo a sus amigos: “Sigamos en el rito sin parar. Es necesario hacer un contacto consistente con las fuerzas que vienen en nuestra ayuda” Entonces Millaray que miraba las llamas brotando del hielo como si fueran troncos de madera y pedazos de leña, se acercó a sus amigos entonando la flauta vibrante con una fascinación. Mohán también tocó el tambor con fuerza y ritmo, uniendo los sonidos a las formas flotantes y cambiantes alrededor de ellos. Cajamarca le sacaba sonidos alternos a la caracola y al cuerno creando vibraciones en los elementos, mientras Madremonte poseída de hechizo, le cantaba al aire, al agua, a la tierra, al fuego, a los bosques, a los ríos . . .

Huenuman danzó largo rato, siguiendo el ritmo de la música y de las palmas de las manos. “Booomm, boomm, boomm” repetían todos en su danza mientras el gigante ordenaba otra vez “Soy el señor de la fuerza y del poder y mando que la puerta del nevado se abra ya”.

Extrañamente el enorme portón se abrió entre fuertes sonidos.

Todo estaba brillante adentro. Era un castillo iluminado repleto de riquezas y lleno de la magia que el hombre vivía sin problemas en esos tiempos, como algo natural.

Una refulgencia intensa salió por el portón extendiendose en el perfil de la montaña que también se iluminó en un instante. El grupo y el gigante quedaron cegados por las luces, pero no esperaron mas. Huenuman  recordó que debían entrar ya, o si no, el portón se cerraría y no volvería a abrirse nunca mas. Entre tantas sorpresas y en una carrera loca por encima de las peñas y de las piedras, llegaron a donde las tribus estaban convertidas en estatuas.

Maravilloso.

Miles de hombres, mujeres, niños, mulas en posiciones que un escultor prodigioso envidiaría.
Era el museo del oro increíble para cualquier humano, y la fantasía mas grande e inimaginable del planeta.

Los ojos de la gente mineralizada eran esmeraldas y diamantes, y el resto del cuerpo, puro oro como nunca se había visto. Hombres de oro y esmeralda, mujeres de oro y esmeralda, mulas de oro y esmeralda, cargadas con bultos de oro y piedras preciosas.

El gigante lanzó un grito de elefante caminando a donde estaban los paquidermos con los mocos levantados, la cabeza algo inclinada, con un dios o un jefe indio en sus espaldas. Se acercó y cogiendo en una mano al hombre estatua-de-oro sentado en el lomo del animal, gritó “Ordeno por el poder que tengo y que el universo me ha ampliado en éste rato, que el hechizo se deshaga en el momento, para enviar a éste hombre a su país después de que sea castigado severamente por nosotros, porque éste hombre es el sacrílego de la caverna, el jefe indio Quemuenchatocha que ha irrespetado la montaña de hielo”.

Y sin dudar  lo levantó en su mano, extendiendo el brazo para que todos lo vieran y no olvidaran su cara.

Con el mandato del señor de la fuerza y del poder,  la montaña tronó y tembló como pocas veces pasaba. Crujidos de piedra y tierra sonaron profundos. “Todo se va a romper. Nos vamos a morir”, Gritó Millaray aterrada. “Tranquilos. No pasará nada malo”, dijo el señor de la fuerza y del poder con los brazos extendidos a las tribus.

Una polvareda de oro se levantó en nubes amarillas cayendo en la multitud de estatuas ahora estremecidas, derribándose de temblor y pánico.

Afuera se escucharon truenos partiendo el aire. Rayos de fin del tiempo se hundían atravesando el espacio con fuego muy quemante.

Una tormenta de nieve se desprendió de las nubes cayendo en copos gruesos. Pronto la mole quedó otra vez cubierta y blanca con la sábana de nieve brillante con los relámpagos.

La caverna regresó a la calma. Los primeros en despertarse fueron los dioses Takima, el de rostro de pájaro y cuerpo de hombre,  y la bella Inhimpitu que no tenía edad. Bostezaban moviéndose en sus elefantes que también se despertaban desentumeciéndose.




 

No hay comentarios:

Publicar un comentario