sábado, 1 de diciembre de 2012

EL PAIS DE LA NIEVE 36 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)



Entonces el mago cogió la antorcha abandonada en un rincón desde la vez pasada, y soplándola solo una vez, hizo aparecer llamas azules, verdes y amarillas que iluminaron la cueva dándoles calor. Todos quedaron admirados del prodigio del mago, porque sin necesidad de chispas ni de combustible, encendía la antorcha con su aliento. El los miró sonriendo y ellos no dijeron nada. La puso en lo alto de una roca. Se acomodaron arreglando las hojas secas que Huenuman había traído la vez anterior para ablandar la talladura de la arena y la dureza de la tierra seca.

Millaray se ovilló al lado de Cajamarca buscando su calor, “Estás tibiecito. Pronto nos quedaremos dormidos”. “Si”, contestó el tocándole la cara y el cabello empapado debajo de su balaca de oro que se había empañado un poco. Madremonte se pegó a Mohán haciendo un ruidito de frío con la lengua “Dame tu calor”, le dijo. “claro. Quédate ahí para que te llegue pronto”, murmuró el, arrunchándose encima de las hojas y pasando un brazo por la cintura de la diosa protegiéndola de los posibles peligros que hubieran allí. Huenuman estaba recostado de espaldas en una pared lisa. Su mirada se perdía en la neblina. Se concentraba encontrando su calor íntimo y su luz.

La noche llegó veloz y ellos ya estaban dormidos. Mohán roncaba duro y de vez en cuando silbaba sin darse cuenta. Madremonte se volteaba a uno y otro lado incómoda porque la tierra y las piedritas le tallaban. Cajamarca y Millaray estaban profundos lo mismo que Huenuman.

Ninguno soñó nada, o no recordaron haber soñado.

Cuando amaneció se admiraron de la noche que había pasado tan rápida. “Me parece como si solo hubiera dormido un ratico”, comentó Madremonte saludando a sus compañeros. “A mi me parece lo mismo”, dijo Millaray alargando la cabeza mirando fuera de la cueva, quizás buscando al cóndor o para ver como estaba ese dia. Cajamarca dijo “Buenos días” y los otros contestaron “Buenos días, como amanecieron”. “Bien, muy bien”.

Entonces salieron de la cueva. 
Verían como había amanecido el cóndor de los andes que posiblemente estaría cerca de ellos. “Donde estará el cóndor?”, preguntó Millaray. “Allá está acurrucado y muy esponjado debajo de los árboles. Se ve tranquilo. En la forma como tiene las plumas se da uno cuenta que se protegió bien del sereno, del agua y de la noche”, dijo Madremonte subiéndose a un tronco que le estorbaba el paso. El buitre al verlos, se paró sacudiéndose el  agua con gran fortaleza. Se acercó a ellos en varios saltos mirando a Millaray, lanzando un largo grito, “Oooggggrrrr, ooooggggrrrr”, mientras Cajamarca caminaba entre los árboles cazando un animal que les quitara el hambre. Llevaba  una flecha preparada tensando el arco con gran cautela y mucho silencio. “Allá a la derecha parece haber algo . . .” pensó. Los animales habían huido desde hacía rato, por la presencia del cóndor y los viajeros que los habían ahuyentado con sus bullas.

De pronto vieron una gacela despreocupada, a veinte metros de donde estaban. “No la deje escapar Cajamarca. Esa es la comida de nosotros hoy”, dijo Mohán acercándose al muchacho, de paso en paso. La gacela, nerviosa porque ya había olido el peligro, miraba a una y otra parte buscando un sitio por donde huír. Venteaba curiosa, como si no pudiera despegar las patas o como si una rara atracción no la dejara irse. Entonces Cajamarca alistó una flecha y apuntando le disparó. “Suaazz”. La flecha se fue veloz penetrando en el pecho de la víctima que cayó en el pasto en un solo golpe “Plaaaffff” entre las malezas y varias piedras grandes. Cajamarca, Millaray, Mohán y Huenuman corrieron entonces, recogiendo la presa que todavía pataleaba en su agonía,  trasladándola cerca de la cueva “Asémosla porque seguro todos tenemos hambre”, dijo Millaray mirando al animal convulsionándose.

Sacaron entonces las hojas secas de la cueva, recogieron ramas, palos y troncos, y encendieron una fogata. La candela se elevó azul, roja y amarilla botando chispas que desaparecían misteriosas en el aire. Madremonte y Millaray cogieron sus cuchillos, “Empecemos”, dijo afanada la diosa. Se agacharon al lado del animal quitándole la piel con mucha maestría. “En un momento todo estará listo”, comentó Madremonte cortando la piel a lo largo del estómago y de la mandíbula.. A Millaray también le rendía. Tiraron el cuero encima de un tronco cercano, abriéndole ahora el estómago del que salía mucho vapor. Le sacaron los intestinos. Mohán los recogió y se los echó al cóndor “Gracias. Yo también tengo hambre” dijo el ave devorándose las tripas, el hígado, los riñones en dos enviones que les hizo.

.Despresaron el resto rápidamente, extendiendo luego la carne en los palos que estaban ardientes. Pronto salió un delicioso aroma. Cogieron los cuchillos y acercándose al fuego cortaron pedazos que comieron afanados. “Que carne tan sabrosa”, dijo Cajamarca chupándose un dedo. “Gracias a su flecha y a su puntería estamos comiendo”, le dijo Huenuman.

Duraron largo rato alrededor de la fogata, calentándose bien. Luego se levantaron alistando los equipos del rito y los otros jotos que llevaban. “No podemos demorarnos tanto, tenemos que aprovechar el tiempo” dijo Madremonte saltando encima de una piedra.

Se acercaron al cóndor que estaba recibiendo los rayos de sol de ese dia. Le dijeron: “Cóndor baje el ala”. “Claro, como digan”, contestó descolgándola. Entonces las mujeres se prendieron de ella, y rápido estuvieron en las espaldas del ave.

Luego subieron ellos, llevando los objetos. Se acomodaron alrededor de las mujeres, diciéndole al buitre. “Ahora si cóndor, siga el viaje al nevado”. “Como ordenen”, contestó malgeniado porque había quedado con hambre y porque no había podido cazar nada en ese rato.

Buscó una roca encaramándose allí. Se impulsó con un solo movimiento, batiendo las alas brutamente y ganando altura en menos de un momento.

No se demoró en llegar al espacio blanquecino. Hacía buen día y ya estaban enrumbados a la “montaña blanca” que se veía oscura desde donde estaban. “En poco tiempo llegaremos a la montaña resplandeciente”, dijo Millaray contenta.

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