Dejó caer un ala por la que se deslizó ágil, una muchacha de dieciséis
años, muy elástica. Era la princesa Millaray. Hija del cacique Ibagué, que
había venido desde el nevado del Tolima acompañada del mago Mohán y de la diosa
Madremonte hasta las propiedades de su novio, el cacique Cajamarca, donde ahora
estaba.
Huenuman descansó viéndola, suspirando aliviado al comprender que ahora
si conseguiría ayuda para sacar del encantamiento a miles de Pijaos convertidos
en estatuas de oro y esmeralda en las entrañas del nevado. La miró atento: “Es
bella”, se dijo observándole el cabello negro cubierto con una diadema de oro con
tres diamantes en la frente. Le admiró los aretes, las pulseras tintineantes,
los collares y las tobilleras, todo de oro, además de un largo vestido de lana
de colores que la ponían mas linda y unos alpargates fabricados con fibras de
maguey. Tenía la cara pintada con rayitas artísticas de distintos colores. De pronto
la oyó diciéndole al cóndor: “Quédate aquí que ya vuelvo”. “Como ordene
princesa”, contestó el buitre sacudiendo las alas, caminando en busca de frutas
y de algún animal descuidado que le sirviera de puntal.
Millaray vino en una carrerita a encontrarse con Huenuman.
El también se
había adelantado a saludarla, acompañado del león. “Hola Gran brujo Huenuman,
me siento dichosa de verlo en éste pueblo. En el nevado no pude saludarlo por
tanto acose que había allá”. “Hola princesa Millaray, gracias por venir a
rescatarme de éstas aguas tan furiosas. Eso hace que uno la quiera siempre”
“Jajajajajajajajaja”, se rió ella acercándose al león acariciándole la melena,
le dijo: “Te veo cansado león y con ganas de dormir”. “Si, merezco una siesta
larga porque hemos venido desde el nevado en gran carrera, casi sin descansar”,
contestó el felino estirándose y bostezando, “Traje a Huenuman en mi espalda y
me duele el esqueleto por el maltrato”. Entonces Millaray miró a Huenuman preguntándole
que era lo que realmente quería. El brujo acercándose le dijo: “Fue que pasó
una tragedia increíble princesa Millaray. El pueblo Pijao ha quedado convertido
en estatuas de oro y esmeralda en el nevado y hay que rescatarlo”. “Verdad? Es por eso que lo veo tan afanado . . . ” “Después de que usted se vino con Mohán y
Madremonte, hubo un terremoto y un diluvio que casi no terminan. finalmente se
abrió una roca en medio del hielo y la diosa Dulima entró por ahi, lo mismo que
las tribus que estaban enloquecidas queriendo salvarse de la furia de la
naturaleza. Todos entraron quedándome yo, inexplicablemente afuera porque al
querer penetrar allá, ya se había cerrado la enorme puerta.
Así pasó mucho tiempo buscando lugares junto a algunos árboles que habían
quedado en la parte baja, para protegerme con mi león y descansar y dormir un
poco debajo de hojas grandes que conseguimos en el bosque. Fueron varios días esperando
que los pueblos salieran para estar con ellos y hablar de lo que les había
pasado, pero repentinamente el nevado empezó a descongelarse sin explicación.
Entonces me vino un recuerdo muy lejano y comprendí que todos habían quedado petrificados
allá adentro, porque eso ya había pasado hacía mas de seis mil años en una
reunión que tuvieron las tribus de aquí con varios dioses de Columbus. Quien
sabe que secretos habrán dentro del nevado para que pasen esas cosas. Esa es la
historia princesa y he venido en busca de Mohán y Madremonte para que me ayuden
a desencantar a la gente. Sé que con su ayuda volveremos a la vida a nuestros
hermanos”. “Es increíble lo que me cuenta Huenuman, tenemos que hacer algo ya, sin
demora. Gracias por haber venido y por querer salvar al pueblo. Sé que con los
poderes que usted tiene y con los poderes de Mohán y de Madremonte, el hechizo
se desbaratará y la gente regresará a la vida”. “Si princesa, por eso es mi
visita, y como no hemos podido atravesar el Anaime, les hice señales de humo. . .”.
“Eso estuvo bien porque la humareda la vimos rápido y supimos que necesitaba ayuda.
Tambien nos habíamos preguntado por qué el río bajaba tan hinchado. Ahora
comprendo todo. Venga, venga conmigo. Iremos al caserío montados en el cóndor,
no hay problema. El león puede quedarse. Encontrará alimento y descansará
mientras nosotros hablamos con Mohán y Madremonte, que hace días están con
nosotros”, dijo la princesa caminando hasta donde estaba el cóndor. “Vámonos
entonces”.
El buitre descolgó el ala izquierda para que se sujetaran de las plumas.
“Cójanse bien que los pondré en mis
costillas”, les dijo el ave torciendo el pescuezo. Entonces Princesa y brujo se
agarraron de las plumas dejando que el cóndor los subiera suave y rápido. Ya
arriba, se acomodaron donde mejor les pareció, metiéndose entre las plumas. “No
se asuste gran brujo que aquí vamos seguros”, dijo la princesa. “Si este es el
medio que usted usa para viajar, yo también me acostumbraré”, respondió
Huenuman sintiendo como el ave estremecía las alas, despegando del suelo en un
arranque increíble de fuerza para el mago. “agárrense que nos vamos”, gritó el ave con la
voz ronca, impulsándose al río en dirección al pueblo. Abrió las alas
moviéndolas poderoso, dejándose ir al espacio, en medio del aire que se metía
en sus plumas.
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