Las cumbres ya casi quedaban debajo de las aguas cuando Bochica sacó la vara del poder que guardaba entre la túnica y extendiéndola por encima de las aguas, dándole a la vez un golpe a algunas rocas cercanas, las hizo separar, liberando de éste modo las aguas que se descolgaron por un hondo abismo, dejando en poco tiempo, la tierra descubierta . Fue así como formó el salto del tequendama, famoso en Columbus por el milagro hecho por el dios. “Si ven?. Las cosas no son tan siniestras. Todo vuelve a la calma”, le comentaba a los jefes indígenas incrédulos, caminando con ellos en la tierra mojada.
Ya libres del diluvio, los Chibchas se inclinaron y adoraron a Bochica a un lado de las rocas, entre las que bajaban torrentes de agua, dejando libres las tierras de Bacatá y de Hunsa.
Bochica entonces se encaramó de un largo salto en un arco iris que apareció en el cielo después de que las aguas se fueron, dejando libre la tierra. Ese arco iris era el símbolo de alianza entre las fuerzas naturales y los hombres. Quería decir que nunca mas habría otro diluvio en las tierras de Bacatá.Lo prometían los dioses. Arriba del arco, Bochica caminaba sobre él, de un lado a otro, saludando a la gente con los brazos levantados, y las tribus lo miraban mudos y en actitud de adoración..
En el tiempo siguiente después del diluvio, el dios Bochica se alejó del pueblo Chibcha varios días sin que nadie supiera a donde había ido, pero de vez en cuando aparecía entre la gente, pidiendo arepas de maíz recién asadas, con carne de becerro asada también y que le gustaba mucho, para luego reunirse con ellos debajo de los árboles frondosos en el bosque, y a la orilla de los ríos para escuchar la música del agua, que lo inspiraba. Encima de las grandes piedras también se sentaban, para enseñarles las artes de la metalurgia, la cerámica, el tejido, el canto, la música . . .hasta que fuera llegando la noche.
El dios estaba orgulloso de conocer a los Pijaos porque le habían dicho que eran los hombres mas valientes de Amerindia y que tenían riquezas como las arenas de los ríos. Le habían contado también, que eran hombres trabajadores, gente de paz, pero que si los provocaban, eran capaces de actos heroicos y capaces también de increíbles hazañas. Por eso era que Bochica había venido al país de la nieve, para ser protagonista del encuentro con un pueblo Caribe que había decidido venir al centro de Columbus porque les habían dicho que allí habían las riquezas que quisieran y que podían ser dueños de vastas tierras que todavía no tenían dueño..”Estar en éste nevado del Ruiz en éste momento, es una experiencia inolvidable que me deja conocer gente como ninguna otra. Gente luchadora y viva, trabajadora y hospitalaria”, le comentó Bochica a la diosa Bachué, mientras acomodaba su elefante al lado del de la diosa. “Si. Esta reunión a la que hemos sido llamados por la diosa Dulima, es lo mejor que puede pasarnos porque conoce uno de cerca a los pueblos y aprende sus costumbres, su pensamiento y hasta su lengua. Es maaravilloso”, respondió ella, mirando a los Pijaos que estaban felices observando el espectáculo de los dioses y de la gente importante entrando a la gran caverna a donde ellos estaban..
El zipa Nemequene, (Hueso de león), admiraba poderosamente al país Caribe, al que pertenercía el pueblo Pijao. También Los estimaba por ser valientes y porque no se dejaban arrebatar las tierras por duros que fueran los combates. El, hacía algún tiempo los había atacado en una noche oscura, con cuarenta mil Muiscas armados de flechas, lanzas, hachas, garrotes, en las montañas del oriente del Tolima. Les incendiaron el pueblo, protegidos por las sombras de la noche. Los ranchos del poblado Sutagao ardieron salvajes entre llamas amarillas y rojas que bailaban con el viento, elevándose al espacio en flamas de ira “Vamos a ser los dueños de esas tierras, sea como sea, aunque tengamos que matar a toda ésta gente”, le decía Nemequene a sus capitanes y hombres de confianza. Pero cuando los Sutagaos se vieron rodeados y casi masacrados, sacaron fuerzas que mantenían guardadas para casos como éste, y parándose como gigantes encolerizados gritaron a una sola voz para asustar al enemigo “Mueran, mueran invasores. Aquí llegaron para encontrar la derrota y la muerte” gritaban los indios metiéndose entre las llamas, alistando sus flechas, sus lanzas, sus piedras afiladas, sus antorchas, y enfrentándose como demonios a los invasores, que derrotaron después de hora y media de lucha cuerpo a cuerpo. Centenares de Muiscas quedaron tendidos en la tierra, algunos agonizantes y los otros muertos de flecha y lanza. Muertos también de candela de antorcha y de golpes de palo que no paraban. Y por eso viendo esto, los demás huyeron a Bacatá, en medio de un caos y una vergüenza inexplicable. Desde esa época el rey Nemequene fue admirador del pueblo Pijao. Se dio cuenta que era una muchedumbre aguerrida que no se dejaba atemorizar ni vencer. “A esa gente no la vence nadie”, pensaba.
Y por eso era que ahora venía a visitarlos, para rendirles homenaje. “Tengo que hacerme buen amigo de ellos”, decía.
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