martes, 12 de junio de 2012

EL PAIS DE LA NIEVE 5 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)





Ibagué miró entonces a su pueblo que los observaba en silencio, empujándose mudos y curiosos para no perderse la escena del encuentro.

Madremonte desde hacía rato se había puesto el vestido, dejado encima de la roca. Ahorita le arreglaba los desgarros que Mohán le hizo en el afán del sexo y la pasión.

Al verla, Millaray se alegró, observando también a Mohán, puesto muy cerca de ella algo nervioso y excitado, “Que pena con ustedes, mago Mohán y diosa Madremonte por saludarlos hasta ahora. Es que no le había puesto cuidado a nadie porque mi papá no me suelta y no me da tiempo de nada. Hacía mucho que no los veía, pero me alegro que estén aquí, y que estén bien. Y abriendo los brazos apretó a Madremonte dándole un beso en la mejilla. Le acarició el cabello, la cara, le miró los ojos y le dijo:

“Está hermosa, diosa, que es lo que usted hace? Parece que se rejuveneciera cada día. Cual es el secreto para mantenerse así?”. Y Madremonte sintiéndose  vanidosa le contestó “No se afane princesa. Un día de estos hablaremos de cosas que solo los dioses sabemos, para que aprenda como mantenerse igual en el tiempo, para que viva mucho y esté siempre joven, que es lo que cualquier mortal desea”. “Gracias diosa. No la dejaré en paz, hasta que me lo diga. La perseguiré porque deseo estar siempre como ahora”. “tranquila Millaray, cumpliré la promesa”.

Entonces Madremonte la dejó, caminando hasta una roca de hielo, donde se quedó quieta, mirando al pueblo tan callado.

Millaray sorprendida por los ojos codiciosos de Mohán que la miraba sin disimulo, lo abrazó, bajándole el poder a su mirada. Pero el mago no perdió la oportunidad, estrechándola y aspirándole el perfume de musgo y roble que la muchacha mantenía en su piel.

Después Millaray miró al cóndor. Estaba a unos treinta metros comiéndose una gacela que un Panche le había traído del bosque. De pronto les dijo a Mohán y a Madremonte “Si quieren viajar conmigo al pueblo de Cajamarca, subamos a las espaldas del cóndor. Fue que el me mandó a llamar porque está enfermo y quiere que esté con el”. El cóndor, oyendo eso, sacudió las alas y gritó  “Ggggrrrrrrrr. Estoy listo a ir a donde me digan. Usted sabe, princesa que lo único que tiene que hacer, es ordenarme a donde debo volar”



No hay comentarios:

Publicar un comentario