Venía Millaray sonriente y bella al encuentro de su padre.
Primero se detuvo un rato saludando al pueblo que la aplaudía sin parar, después siguió en una carrerita rápida entre una calle humana alborotada hasta donde Ibagué la estaba esperando, observándola atento, viendo como su hija estaba mas bella cada vez. El cacique abrió los brazos para recibirla, y ella metiéndose ahí, lo besó en las mejillas y en la frente sin decir nada. Luego se quedaron mirándose y poniendo el, las manos en la cara de la muchacha le dijo:
- Estás bella hija, mas bella que siempre Por qué te demoraste tanto?
- Fue que la diosa Bachué rogó que me quedara con ella otros días y casi no me deja venir. Quería que le enseñara otras artes de la belleza y muchos embrujos, realmente casi no me suelta, hasta que le dije que otro día volvería porque tenía que hacer cosas urgentes en mi pueblo. Ella quería venir porque le gusta mucho el país de la nieve, pero al final recapacitó y dijo que iba a inventar un viaje especial para venir un dia de éstos y quedarse varias semanas con nosotros. Me comentó que estaba ampliando su imperio hasta donde la vista podía ver, mas allá de la laguna Iguaque donde ella había nacido hacía miles de años y que sus hijos le estaban ayudando en eso con mucho esmero y persistente constancia.
- Todo eso está bien hija, y me alegro que seas la amiga íntima de Bachué, pero no tienes hambre? Quieres carne de ovejo, o papas saladas y queso rancio que traemos en las mulas?. Que tal fue tu viaje?, Si se comportó bien el cóndor?. Obedeció tus órdenes?
- Si papá, ese cóndor no tiene igual. Vuela como una flecha y no se cansa. Por las noches, cuando no encontrábamos un buen sitio para dormir, yo me tiraba en el pasto y el me tapaba con las alas para protegerme de los peligros y para darme calor. Te fijas? todo esta bien, no te preocupes. . .Y tampoco tengo hambre. Venía comiendo carne de conejo y yuca sancochada que un Muisca me regaló pensando que mi viaje sería largo.
“Ah, bueno. Entonces todo está bien?”. “Si padre. Todo está muy bien”.
Ibagué miró entonces a su pueblo que los observaba en silencio, empujándose mudos y curiosos.
Madremonte hacía mucho rato se había puesto el vestido que había dejado encima de la roca. Ahorita le estaba arreglando los desgarros que Mohán le había hecho en el afán inconciente del sexo y la pasión.
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