Cuando las presentaciones acabaron, La princesa
Zulia y el guerrero Guaymaral invitaron a sus nuevos amigos a una choza grande
donde habían mesas de madera pulidas, bancas largas donde cabìan muchos, bien
sentados, hamacas de colores, extendidas entre algunas columnas, y esteras de
fibras vegetales en los rincones. Todos
se sentaron acomodándose como mejor pudieron, mientras afuera el pueblo miraba
pasmado al gran buitre que caminaba de un lado a otro sin saber que hacer. En
realidad buscaba un sitio debajo de los àrboles para echarse a descansar un
rato sin que nadie lo molestara.
Tunjo sorprendió a todos con su conducta.
Al comienzo riò sin sentido. Su risa salìa de muy
hondo, como queriendo expresar viejos y casi olvidados recuerdos. De pronto se
levantò de los brazos de Millaray, elevándose otra vez en el aire, quedándose
allì, suspendido algunos minutos mirando a todos, semejante a una nube que pasa. Luego bajò y observando
a la princesa Zulia le dijo “Recuerda princesa desde cuando nos conocemos?”
Pero ella estaba trastornada en el tiempo, pretendiendo recordar cosas viejas vividas junto
a aquella criatura “Lo que recuerdo, mágico Tunjo, es que lo conozco desde hace
muchos años, como si hubiéramos sido hermanos.
Lo siento en mi pecho. Sè que eres poderoso y que casi nada es imposible
para ti. Sè también que un dia pediste a la naturaleza que te concediera
permanecer como un bebe por los tiempos de los tiempos, y el universo te diò
ese deseo y ahora bendigo èste dia en que nos encontramos. Sè que pediste que
todo fuera posible para ti, y a causa de tu tierno y sencillo corazòn la naturaleza también te otorgò ese
deseo, o sea que eres un diminuto dios capàz de todas las cosas, además de que
tus excrementos son oro puro como un
regalo complementario dado a ti por el universo. Me siento feliz de haberte
vuelto a ver porque se que entre los dos hay algo difícil de explicar pero que
se presiente con fuerza extraña” terminò diciendo la bella Zulia entre el
silencio de los que habían allì, y que no hacían sino mirar a uno y a otra en
su rara charla.
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