dijo “Hoy es un dia bello para todos porque
encontrarla a usted, hermosa Zulia es como encontrar un rico tesoro. Pero antes
de que hablemos de nosotros, le presentarè a mis amigos, con los que voy a
todas partes. Ella, la linda joven que siempre me tiene en sus brazos y me da
calor, es la princesa Millaray, hija del cacique Ibaguè, jefe del pueblo de los
Panches y de buena parte de los Pijaos, que viven en el centro de Columbus” con
esa presentación, las dos muchachas sonrieron mirándose gustosas para luego
darse un largo abrazo. “Este joven, tan parecido a su marido Guaymaral, es el
cacique Cajamarca jefe de los Putimaes, que viven en el país de la nieve” y Cajamarca
agachò la cabeza poniendo la mano derecha en su pecho, sonriendo a la vez entre
el silencio del pueblo. “El còndor de los Andes es un ave poderosa que viene de
los nevados y que mucho antes, llegó de las estrellas” y el còndor dijo “Tenìa
muchas ganas de conocerla, princesa Zulia. He oído hablar mucho de usted, por
su belleza y valor” dijo el buitre mirando entrecortado al pájaro de mil
colores que dijo “Este sitio se embellece porque usted està aquí, princesa
Zulia. Mas tarde hablaremos mucho, es necesario”.
Entonces Zulia cogió de la mano a su compañero
Guaymaral diciendo “El es mi protección y jefe de èste pueblo que ha prosperado
mucho desde que me acompaña. Su nombre es Guaymaral y sin èl mi vida no sería
nada”. Guaymaral dijo “Soy su amigo jóvenes visitantes y les servirè en lo que
necesiten”.
Mas allà estaban los ancianos y consejeros del
pueblo rodeando al gran chamàn que todo lo veía y todo lo conocía. Se vinieron
despacio dando la bienvenida a los viajeros en un idioma que ellos consideraban
de buen augurio.
Cuando las presentaciones acabaron, La princesa
Zulia y el guerrero Guaymaral invitaron a sus nuevos amigos a una choza grande
donde habían mesas de madera pulidas, bancas largas donde cabìan muchos, bien
sentados, hamacas de colores, extendidas entre algunas columnas, y esteras de
fibras vegetales en los rincones. Todos
se sentaron acomodándose como mejor pudieron, mientras afuera el pueblo miraba
pasmado al gran buitre que caminaba de un lado a otro sin saber que hacer. En
realidad buscaba un sitio debajo de los àrboles para echarse a descansar un
rato sin que nadie lo molestara.
Tunjo sorprendió a todos con su conducta.
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