miércoles, 25 de abril de 2018

ELPAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 121 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus)......2





dijo “Hoy es un dia bello para todos porque encontrarla a usted, hermosa Zulia es como encontrar un rico tesoro. Pero antes de que hablemos de nosotros, le presentarè a mis amigos, con los que voy a todas partes. Ella, la linda joven que siempre me tiene en sus brazos y me da calor, es la princesa Millaray, hija del cacique Ibaguè, jefe del pueblo de los Panches y de buena parte de los Pijaos, que viven en el centro de Columbus” con esa presentación, las dos muchachas sonrieron mirándose gustosas para luego darse un largo abrazo. “Este joven, tan parecido a su marido Guaymaral, es el cacique Cajamarca jefe de los Putimaes, que viven en el país de la nieve” y Cajamarca agachò la cabeza poniendo la mano derecha en su pecho, sonriendo a la vez entre el silencio del pueblo. “El còndor de los Andes es un ave poderosa que viene de los nevados y que mucho antes, llegó de las estrellas” y el còndor dijo “Tenìa muchas ganas de conocerla, princesa Zulia. He oído hablar mucho de usted, por su belleza y valor” dijo el buitre mirando entrecortado al pájaro de mil colores que dijo “Este sitio se embellece porque usted està aquí, princesa Zulia. Mas tarde hablaremos mucho, es necesario”.
Entonces Zulia cogió de la mano a su compañero Guaymaral diciendo “El es mi protección y jefe de èste pueblo que ha prosperado mucho desde que me acompaña. Su nombre es Guaymaral y sin èl mi vida no sería nada”. Guaymaral dijo “Soy su amigo jóvenes visitantes y les servirè en lo que necesiten”.
Mas allà estaban los ancianos y consejeros del pueblo rodeando al gran chamàn que todo lo veía y todo lo conocía. Se vinieron despacio dando la bienvenida a los viajeros en un idioma que ellos consideraban de buen augurio.
Cuando las presentaciones acabaron, La princesa Zulia y el guerrero Guaymaral invitaron a sus nuevos amigos a una choza grande donde habían mesas de madera pulidas, bancas largas donde cabìan muchos, bien sentados, hamacas de colores, extendidas entre algunas columnas, y esteras de fibras vegetales en los rincones.  Todos se sentaron acomodándose como mejor pudieron, mientras afuera el pueblo miraba pasmado al gran buitre que caminaba de un lado a otro sin saber que hacer. En realidad buscaba un sitio debajo de los àrboles para echarse a descansar un rato sin que nadie lo molestara. 
Tunjo sorprendió a todos con su conducta.








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