Desaparecieron asì, como si el aire se los hubiera
chupado a regiones desconocidas.
Sin hablar de eso, el dios Chocò dijo “Yo me
quedarè aquí, en mi nuevo pueblo. Solo irè unos días a visitar a mi padre
Ewandama y al pueblo de los Waunana y regresarè al lado de mi esposa Mile que
quiere muchos hijos y riquezas. Estamos felices de haberlos conocido, jóvenes
Cajamarca y Millaray. Pensamos que dentro de poco volverán al lado de sus
parientes los grandes dioses protectores que también están con nosotros”.
Entonces còndor viò que era el momento de volar y
bajando el ala esperò a los jóvenes en su espalda. En un minuto se acomodaron
en las costillas de su amigo despidiéndose del pueblo entre gritos felices.
Còndor se elevò, dando tres vueltas encima de la gente que lo llamaba entre
enorme bullicio hasta que finalmente iniciò su vuelo al sur, buscando la tribu
de los Cinera donde estaba la princesa Zulia muy conocida por lo bella, por lo
màgica y guerrera que era.
El còndor tenía ganas de conocer a aquella joven.
Por eso volò a velocidades de rayo, llegando en poco tiempo a ese pais donde la gente se arrodilò estirando los
brazos al cielo porque comprendieron que algo prodigioso iba a pasar en la
tribu con la presencia de aquella ave increíble y gigantesca.
De modo que Millaray viendo la actitud aborigen, le
dijo al còndor “aterrice tranquilo que la gente nos quiere aquí”.
El ave descendió entre las chozas y entre miles de
indígenas que corrieron a tocarlo temerosos y felices.
El primero en llegar, fuè el guerrero Guaymaral que
hacìa algun tiempo se había casado con la hija del cacique cùcuta, la bella
Machita, conocida y admirada en esas regiones, y que había muerto dando a luz
un bebè. En ese tiempo Zulia llamò al
guerrero pidiéndole que le ayudara a alejar a los enemigos de su tribu. El
llegó acompañado de muchos hombres y en pocos días limpiaron esas tierras de
enemigos. Asì fue como la princesa Zulia
se quedó con aquel varòn codiciado por las bellas mujeres de esos territorios,
por su valor y entereza.
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