martes, 27 de marzo de 2018

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 118 (la desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus)....2


 “Estaba viviendo en las palmeras, fascinado con las  nubes verdes y los bellos pàjaros de aquí. De pronto sentí que el Tunjo me necesitaba y por eso vine a ver que era lo que le pasaba. Ya me he dado cuenta de todo y ahora estoy feliz. Esperarè ansioso el momento para irnos. ”
De pronto escucharon lejos los gritos felices del còndor.  Era que se había dado cuenta que pronto viajarìan al pueblo de los Cinera, que estaba junto al territorio de los indios Cùcutas y al gran pueblo de los Motilones, en la serranìa de Perijà. Se vino saltando suave entre la multitud que le abrìa espacio, llegando junto al grupo donde estaba Millaray con Cajamarca, el Tunjo, el pájaro de mil colores, los recién casados, los dioses Juyà y Pulowi, el cacique Anbaibe con sus dos hijos, y el gran brujo del pueblo. “Me he dado cuenta que pronto viajaremos al sur” dijo mirando al grupo, y todos se quedaron callados, asombrados de la capacidad que tenía el ave de ver el futuro.
Hubo un momento de silencio en el grupo y en todo el pueblo, hasta que Millaray dijo “Asì es la vida de nosotros. La búsqueda de la niña Luz de sol no nos deja tranquilos en ninguna parte. Por eso seguimos visitando otros pueblos y otras tierras que no imaginamos pero donde nos pueden ayudar. Ahora tenemos que irnos, llevamos la alegría de haberlos conocido y de haber compartido muchas cosas. Ser amigos de nuevos dioses y de gente poderosa es una delicia” terminò diciendo Millaray muy cerca de Juyà y Pulowi que la miraban silenciosos en dicha. Y Cajamarca dijo “Como ven, ya el còndor ha venido, y cuando el hace eso, es porque debemos seguir”.
“Nosotros también nos despedimos del pueblo porque debemos cumplirle òrdenes a las estrellas” dijo Juyà mirando la sequedad de la tierra. “Pulowi y yo debemos irnos para traer la lluvia y la fertilidad a èstas regiones. No podemos quedarnos aquí mas tiempo”  y acercándose a los jóvenes los abrazaron, lo mismo que al dios Chocò y a su esposa Mile y finalmente al cacique Anbaibe y a sus dos hijos. Caminaron bajo el buitre y tocándole las patas cerraron los ojos diciendo palabras misteriosas.
Desaparecieron asì, como si el aire se los hubiera chupado a regiones desconocidas.

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