jueves, 23 de noviembre de 2017

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 104 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus).......2



Llegaron a un rancho grande de gruesas columnas, paredes de arcilla y techo de palma que daba frescura en aquel clima tan ardiente. El suelo estaba cubierto con gruesos tapetes de colores de los que los Wayúu eran expertos fabricantes. Allí encontraron al brujo, un hombre anciano, muy delgado, de ojos brillantes y ágiles movimientos, recitando plegarias al pie de una ventana por la que miraba al espacio, extendiendo los brazos en intensa concentración en actitud de súplica.
En veinte minutos en los que el cacique y sus hijos pidieron a los visitantes estarse callados para no interrumpir el rito del brujo, lo vieron finalmente descansar y desgonzarse en su esfuerzo. El, sin preocuparse porque se quedó con la vista en las nubes, les dijo “Ya sabía que vendría un dios vecino nuestro, con su hijo, y con dos jóvenes guerreros, viajeros y exploradores de Columbus. Sé que han llegado en un cóndor gigante venido de la luna. Conozco también que andan buscando a la diosa Inhimpitu desaparecida hace meses de éstas tierras y de la que no tenemos noticia. Se fue sin decirnos nada”.
Se volteó finalmente a donde estaba el cacique con los recién llegados, mirándolos tranquilo, poseído por una extraña fuerza que los visitantes le vieron extrañados…… y admirados.  “Gran dios Ewandama y su hijo, gracias por venir a visitarnos. Este dia es de fiesta en nuestro pueblo por su presencia. Somos vecinos suyos y nos ponemos contentos de verlos, porque los Waunana son gente callada que nunca sale de su tierra. Siempre están allá escuchando las enseñanzas de los dioses. Gracias también a ustedes, hijos de las estrellas por venir a éste país del sol donde ha vivido Inhimpitu  y con la que ustedes quieren hablar. Pero ahora, lo que deben hacer es comer y descansar porque se les vé el maltrato. Mas tarde nos reuniremos y hablaremos de muchas cosas.
Y después que Anbaibe y sus hijos escucharon al brujo, salieron con él, dejando a los visitantes que prontamente recibieron de una muchacha alta y bella, una batea de madera con carne de cabro asada, yuca asada, Plátanos asados también, y algunos pescados sancochados que habían tenido guardados, conservándolos con sal. De modo que Ewandama, su hijo silencioso, Millaray y Cajamarca, además del tunjo que de vez en cuando sacaba la cabeza de la ruana, para orientarse y conocer la gente, comieron bastante. Después el dios y su hijo se tendieron en las esteras, mientras Cajamarca y Millaray escogieron dos hamacas en las que se metieron  estirando los músculos, cerrando los ojos. “Tengo sueño, voy a dormir” dijo el joven. Entonces el ensueño y la quimera llegaron entre el sopor pegajoso de esa hora.






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