Mientras
tanto Millaray y Cajamarca observaban atentos encaramados en otros árboles
vecinos “Por qué será que quieren tumbar ese árbol?” le preguntó Millaray a
Cajamarca en un murmullo. “Parece que ese árbol le da el agua a la tierra para
que los hombres vivan” contestó el joven forzando la mirada “Sigamos observando
en silencio a ver que pasa”. “Si, miremos callados” respondió la joven,
encantada con la luz que inexplicablemente había en la selva esa noche.
Pero
los hombres no lograban derribar el árbol.
Habían
trabajado todo ese dia con su noche, y sin descansar siguieron dando hachazos
el dia siguiente y también en la noche de ese día, y al otro día, hasta que
finalizando el tercero, el árbol cayó entre sordos ruidos callando a la selva por
la extrañeza del sonido, pero no se desplomó del todo porque miles de bejucos y
ramas de árboles vecinos lo detuvieron en la caida.
Caragabi
se incomodó entonces, porque si Genene no caía bien, no podría fertilizar el
mundo con sus aguas.
Llamó
entonces a varios animales para que se encaramaran por las ramas y cortaran los
bejucos que le impedían la caida. Debían subir con una fruta en la boca y el
que cayera antes de que la fruta tocara el suelo, sería el poderoso bruto que
definitivamente tumbaría el árbol.
El
primero en subir fue el mico llamado Yerro, que Caminó y saltó entre las ramas
examinando los bejucos para ver como los cortaba, pero al lanzarse al suelo
después de soltar la fruta que tenía en la boca, no pudo caer primero que ella.
Entonces se quedó por ahí arrinconado, con los huesos rotos y los músculos
adoloridos por el porrazo, y medio avergonzado delante de Caragabi y de los
hombres, que lo miraban en silencio por no haber logrado la hazaña.
Entonces
el mono Zria se animó a subir llevando también una fruta en la boca, y cuando
estuvo bien arriba la soltó, pretendiendo caer y tocar el suelo antes que ella,
pero no pudo porque la fruta cayó rápida partiéndose en el golpe. También se
quedó a un lado, callado y escondido junto a Yerro que lo miró entre las ramas
sin decirle nada.
Le
tocó el turno a la ardilla Chidima, que muy ligera desenredó los bejucos, y al
terminar, cayó de un solo golpe con la fruta y con el árbol Genene que contenía
el agua de los hombres.
Esas
aguas empezaron a brotar entonces del genene, arrastrando con sus ondas a todos
los vivientes, menos a Caragabi y a sus diez amigos que se habían subido a una
elevada peña para salvarse del torrente.
Un
año duró esa inundación. Al final,
Caragabi le ordenó a una garza que volara por el mundo. Mirara si había quedado algún punto bueno para
vivir. Pero la garza no volvió porque se quedó comiendo pescado y mucha cebada
que encontró en el agua y en algunas tierras altas chocadas en su vuelo
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