Habìa
un sol frio entre las nubes oscuras y casi paralizadas en un espacio triste y
hondo.
Estuvo
yerto en ese dia, hasta cuando los viajeros llegaron al mundo de los futuros Catìos
en el profundo chocó.
Allà no se había inventado el agua.
Por
eso no había gente allì, de modo que al único que encontraron sentado y
pensativo encima de una alta roca, en medio de la selva en misterio, fue a
Caragabi, el dios solitario de esas regiones.
Ese
dios se alimentaba con la luz del sol y por eso estaba sin problemas de tiempo
y de alimento, queriendo hacer algo bueno en aquella región.
De
pronto sintió ruidos raros, muy distintos a los de la selva, cerca de el y
volteando lento su cabeza y sus ojos tan brillantes, gritò muy duro para
ganarle al ruido del viento que lo empujaba queriendo tumbarlo “Quienes son
ustedes. Como llegaron hasta aquí?” les preguntó a los viajeros del còndor, algo
malgeniado. “Su raza humana me produce malestar porque son gente imperfecta,
gente mala”. Les ordeno que sigan su camino entre el viento y las nubes, mientras
yo arreglo un grave problema que tengo en mis tierras. Váyanse, váyanse ya de
aquì. No necesito su compañía. Los dioses vivimos siempre solos”.
Entonces Millaray y Cajamarca siguieron su lento
vuelo en el cóndor pero sin alejarse mucho porque querían saber quien era ese
hombre tan solitario, malgeniado y tan duro con el que se habían encontrado en
aquellos lugares.
……………..Lo
que pasaba era que Caragabi sabía que en el mundo había agua y tenía una
necesidad intensa de ese líquido no solo para el, sino también para la
humanidad que se proponía crear allí. Tres veces soñó con el agua de su reino
pero no sabía como encontrarla porque parecía que una diosa la había escondido
en un lugar secreto.
Qué
sacaba él con que su mundo fuera hermoso y selvático, que hubiera mucha tierra
y grandes riquezas, si faltaba lo mas importante . . .el agua”, pensaba.
……….Y
un día apenas amaneciendo llamó al pájaro dominejo ordenándole. “Vaya dominejo,
vuele por el mundo de nosotros y busque
donde es que nace el agua porque yo no
aguanto mas ésta sequedad tan rara. Vuele, vuele mucho, investigue donde está
el agua. Eso le ordeno” terminó de decirle al dominejo que sin esperar, se fue
por encima de los árboles, metiéndose luego en la selva, atisbando entre las
rocas, en los valles, en las montañas y en los desiertos pero no encontraba
nada de nada.
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