miércoles, 16 de noviembre de 2016

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 54 (La desconocida y fantàstica historia de los pueblos indìgenas de Columbus).......2



Eran los marranos, los ovejos, las gallinas, los loros, las guacamayas, las vacas que se atravesaban por todas partes, quitándole espacio a la gente y  comiéndose las provisiones que encontraban en los rincones de las cocinas y a los lados de las chozas.
“Divinos hijos de Are, quieren acompañarnos ésta noche al combate que tendrán los candidatos a cacique mayor, con los cocodrilos y las serpientes?” gritó de pronto el cacique Macaregua, muy desparpajado, asomándose a la puerta de la choza donde estaban los jóvenes Cajamarca y Millaray no bien despiertos todavía. Se había tomado varias totumadas de chicha y eso le daba valor para acercarse a la puerta y hablar duro. “Los jóvenes que aspiran a ser el gran cacique, empezarán las pruebas aprovechando la presencia de ustedes que para ellos es importante” dijo Macaregua, viendo como los dos jóvenes se alistaban, abrigándose con largas y gruesas ruanas de colores para salir entre la gente que los esperaba en un bullicio inolvidable.
Cuando salieron a la puerta, el enorme griterío subiò al espacio, destruyendo las nubes y volviendo añicos el viento, mientras centenares de antorchas de luces amarillas y color ladrillo se alzaron en los brazos de los hombres, iluminando la noche que estaba muy profunda.
Notando la multitud, que los hijos de Are ya habían descansado y que salían a acompañarlos en las competencias de elección, caminaron hasta un valle cercano, empujándose, riendo, silbando y gritando, como pasaba en casos como éste. Cajamarca y Millaray iban acompañados por los caciques de las tribus presentes en èste momento, por los sacerdotes, los ancianos y las mujeres mas jóvenes de aquellas tribus.
Pronto estuvieron cerca a una laguna no muy grande, de agua embarrada, fétida y espesamente enmalezada. Habían troncos formidables, como gigantes caidos después de una batalla, gigantescas piedras testigos del mundo y de los hombres, y rocas como impresionantes laberintos,  donde habían mas de quince caimanes escondidos, con los ojos alerta esperando la presa que pronto tendrían en sus jetas tan hambrientas y tan abiertas.
Los combatientes, se meterían a la laguna, dispuestos a la victoria,  o a la muerte, dedicada a sus dioses.  “Los caimanes los devorarán. Están hambrientos de carne india” se escuchaba por ahí. “Quien será capaz de ganarle a los cocodrilos, con la fuerza tan bestial que tienen?” decía una muchacha con los ojos muy abiertos, abriéndose campo entre todos, que no le hacían caso. Miraba el chapotear de esas bestias disimuladas entre tanto obstáculo, listas para el banquete que veían venir entre las luces azarosas de las antorchas.








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