domingo, 10 de enero de 2016

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 14 (La desconocida y fantàstica historia de los pueblos indìgenas de Columbus) LIBRO SEGUNDO




“No, no. No pueden hacernos esa pregunta y mucho menos podemos responderla”. dijo el sacerdote con la cara congestionada y enrojecida, como si un horrible secreto le impidiera hablar sobre eso. “Es algo que pocos hombres, y todos los dioses, saben. El mortal que sepa donde está, se arriesgue a ir allá y encuentre a la niña Luz de Sol con el diamante del poder, se convertirá en jefe de los dioses con poderes increibles en el cielo y en la tierra.  Por eso no nos está permitido revelarlo. Cualquier cosa que nos pidan se la daremos, pero eso no podemos decirlo. Preferimos morir, divinos hijos del Sol, antes que responder esa pregunta”.
Entonces dos de esos sacerdotes, avergonzados porque no podían cumplir los deseos de los hijos del sol, y porque pensaron que los dioses los castigarían por eso, se agacharon en un rincón junto a una columna poniendo de punta sus cuchillos en sus pechos, sobre los que se clavaron, muriendo prontamente entre estertores y gemidos agonizantes, mientras los otros  sacerdotes huían como demonios, poseídos por un pánico increíble. La muchedumbre también se dispersaba enloquecida al darse cuenta de lo que había pasado.  Corrían por los caminos y los bosques huyendo entre lamentos y lloros imparables. “Los hijos de las estrellas que han venido a visitarnos, están preguntando donde queda la montaña brillante y eso nadie puede decirlo porque entonces nos llega la muerte” decían los indígenas corriendo espantados entre los árboles, sobre los palos y las piedras de muchos caminos.
Cuando los aborígenes se fueron perdiendo entre las montañas, el gran Goranchacha, el antiguo y verdadero hijo del sol, bajó cerca del cóndor, montado en uno de los rayos de su padre. Cayó en una alta roca en la base de una colina diciendo sin siquiera saludar  “Preguntar donde está la montaña brillante es un sacrilegio que puede ser castigado por los dioses. Pero como yo se, princesa Millaray, que el universo la ha escogido para que usted sea la diosa de los dioses, podré decirle que primero debe visitar los pueblos de Columbus para que los conozca, los ayude en lo que pueda, los quiera, y les aprenda la sabiduría que tienen. Despues de todo eso, encontrará el camino que la llevará a la montaña brillante. Solo vine a decirle eso y desearle, que tenga mucha fuerza y persistencia en lo que hace. Es necesario que así sea”.
Entonces el gran Goranchacha sin decir mas, se montó de un salto en otro rayo de sol de color ladrillo rojizo, yéndose a velocidades increíbles junto a su padre Xué que lo estaba esperando para que le ayudara a fabricar mas rayos.





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