domingo, 13 de diciembre de 2015

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 12 (La desconocida y fantàstica historia de los pueblos indìgenas de Columbus) LIBRO SEGUNDO





Entonces los Jeques, bendecidos por Xué, volvieron al cuerpo del niño, para terminar de destrozarlo y entregarlo al pueblo que lo repartía en un festín y griterío inolvidable, comiéndose su carne entre forcejeos y brutalidades sin nombre.
El alboroto era indescriptible.
En ese momento Bachué les dijo a Millaray y a Cajamarca  “Subamos al cóndor y volemos encima del pueblo para que crean que somos enviados del Sol y que hemos venido a bendecirlos. Así hablaremos fácilmente con los sacerdotes. Nos dirán sin problemas donde queda la montaña brillante”. “como usted diga, diosa” contestó Cajamarca con sonrisa cómplice, subiendo a las espaldas del ave que se preparaba para deslizarse en el espacio frio de la mañana.
El cóndor tomó impulso desde lo alto de la colina dejándose ir entre un bullicioso aleteo que las tribus escucharon sorprendidas. Al verlo, empezaron a gritar en vozarrones ensordecedores “Hijos del sol, hijos del sol no se vayan. Acompáñenos otro rato. El sacrificio sin ustedes no vale nada. No se vayan, no se vayan que los necesitamos” gritaban saltando y silbando, muchos untados con la sangre del niño recientemente inmolado .
Entonces el buitre planeó varias veces sobre la muchedumbre, bajando despacioso a un lado del templo donde la gente le abrió espacio aplaudiendo, gritando, silbando y acercándose entre apretones y empujones porque querían ser los primeros en tocar al pájaro de las estrellas y a los hijos del Sol.

Los sacerdotes oyendo semejante algarabía, salieron del templo caminando hacia atrás, para no hacer el sacrilegio de darle la espalda al sol de oro del templo. Se acercaron a la multitud a ver que era lo que pasaba, y al ver al inmenso pájaro  casi tapando la entrada, se echaron en tierra al instante, adorando la visita porque comprendieron que había llegado el pájaro de las estrellas a saludarlos a causa del sacrificio. Era el pájaro de fuego, no había duda, y lo mejor de todo era que ahí venían los verdaderos hijos del sol. “Que alegría. Eso solo nos pasa a nosotros. Estamos en contacto directo con los dioses y debemos adorarlos como nunca lo hemos hecho” murmuraban, todavía echados en tierra y sin atreverse a levantar la vista.




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