Entonces
los Jeques, bendecidos por Xué, volvieron al cuerpo del niño, para terminar de destrozarlo
y entregarlo al pueblo que lo repartía en un festín y griterío inolvidable,
comiéndose su carne entre forcejeos y brutalidades sin nombre.
El
alboroto era indescriptible.
En
ese momento Bachué les dijo a Millaray y a Cajamarca “Subamos al cóndor y volemos encima del
pueblo para que crean que somos enviados del Sol y que hemos venido a
bendecirlos. Así hablaremos fácilmente con los sacerdotes. Nos dirán sin
problemas donde queda la montaña brillante”. “como usted diga, diosa” contestó
Cajamarca con sonrisa cómplice, subiendo a las espaldas del ave que se preparaba
para deslizarse en el espacio frio de la mañana.
El
cóndor tomó impulso desde lo alto de la colina dejándose ir entre un bullicioso
aleteo que las tribus escucharon sorprendidas. Al verlo, empezaron a gritar en
vozarrones ensordecedores “Hijos del sol, hijos del sol no se vayan.
Acompáñenos otro rato. El sacrificio sin ustedes no vale nada. No se vayan, no
se vayan que los necesitamos” gritaban saltando y silbando, muchos untados con
la sangre del niño recientemente inmolado .
Entonces
el buitre planeó varias veces sobre la muchedumbre, bajando despacioso a un
lado del templo donde la gente le abrió espacio aplaudiendo, gritando, silbando
y acercándose entre apretones y empujones porque querían ser los primeros en tocar
al pájaro de las estrellas y a los hijos del Sol.
Los
sacerdotes oyendo semejante algarabía, salieron del templo caminando hacia
atrás, para no hacer el sacrilegio de darle la espalda al sol de oro del
templo. Se acercaron a la multitud a ver que era lo que pasaba, y al ver al
inmenso pájaro casi tapando la entrada,
se echaron en tierra al instante, adorando la visita porque comprendieron que había
llegado el pájaro de las estrellas a saludarlos a causa del sacrificio. Era el
pájaro de fuego, no había duda, y lo mejor de todo era que ahí venían los verdaderos
hijos del sol. “Que alegría. Eso solo nos pasa a nosotros. Estamos en contacto
directo con los dioses y debemos adorarlos como nunca lo hemos hecho” murmuraban,
todavía echados en tierra y sin atreverse a levantar la vista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario