jueves, 12 de marzo de 2015

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 74 (La desconocida y fantàstica historia de los pueblos indìgenas de Columbus)




Al dia siguiente de que Ewandama se hiciera invisible para viajar  a su pueblo Waunana, el cacique Anbaibe con sus hijos Nutibara y Quimunchù, trajeron a la princesa Mile a la choza donde había dormido el hijo de Ewandama, para que la conociera. Era bella como la luz de una estrella, como un àtomo sideral, y sus movimientos eran semejantes a las altas palmeras. Estaba sin dote y tanto ella como el cacique Anbaibe sabían que una unión entre el joven dios y la muchacha, les traería incalculables riquezas de otros pueblos.    

Aunque la choza era oscura, el hijo del dios Ewandama, logró ver en la penumbra a una bella muchacha de pie en la entrada. Tenía en su cabeza una corona de oro con muchas perlas incrustadas. Le viò una sonrisa tentadora, Pulseras y tobilleras de oro, unos ojos limpios y brillantes, aretes relucientes y sonoros,  un largo vestido ligero de intensos colores y un cuerpo que lo hizo poner de piè de inmediato. “Respetado hijo del dios Ewandama, ella es mi sobrina Mile, hija de mi hermana Yanamà, que gobierna conmigo el pueblo Wayuu desde el oriente hasta el occidente y desde el norte hasta el sur” le dijo El cacique Anbaibe. “La he traido para que la conozca porque està llena de sutileza y de envidiables virtudes que los hombres del pueblo y de pueblos cercanos le admiran.  Y como hemos visto que ustèd està solo y silencioso, le damos el remedio para su aislamiento y su soledad. La bella princesa Mile quiere ser su compañera de siempre, quiere alegrarle los días, hacerlo reir y darle muchos hijos como lo hacen las verdaderas princesas Wayuu”.

Entonces El dios Chocò, que ese era su nombre, sonriò iluminando su cara y agilizando su cuerpo, saliendo muy contento de la choza. Cogió de las manos a la princesa Mile, diciéndole “El pueblo Wayuu quiere que yo pertenezca a ustedes?. Si es asì, estarè contento de quedarme en èstas tierras, en su compañía bella princesa. Los dioses del universo le habían dicho a mi padre Ewandama que cuando yo hablara mas de tres palabras seguidas me convertirìa en un dios con poderes y gran sabiduría. Ahora sè que eso ya ha pasado internamente en mi y que la relaciòn del pueblo de los Waunana, con los Wayuu será fuerte y de gran hermandad. Traerè mi dote a la princesa y asì èste pueblo será mas rico en machos cabrìos, en piedras preciosas, en luz de estrellas, en calientes rayos de sol y en extensas e inacabadas arenas. Esta tierra le darà sabor al mundo porque serán muchos los que vendrán por sal para sus alimentos. Ahora lo que debemos hacer es esperar la presencia del dios Juyà, señor de las lluvias y de su esposa Pulowi. Los invocaremos con músicas, cantos y danzas alrededor de muchas fogatas y con el sonido de tambores y de las maracas mágicas. Ellos, Juyà y Pulowi serán los sacerdotes que consagraran la unión de un dios con una princesa en èste pueblo Wayuu. De modo que llamemos a la gente para hacer un extenso rito, aprovechando la presencia de los hijos de las estrellas, Millaray y Cajamarca que desde hace rato nos están acompañando. Además todo será muy sagrado porque el còndor,  llegado de la luna nos bendecirà también con sus graznidos”.

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