Desobedecido
el dios por aquellos torpes mensajeros, el cóndor de los Andes les dijo en voz
baja a Millaray y Cajamarca “Nosotros deberíamos ir a ver donde hay un buen
lugar para vivir en la tierra”. “No, como se te ocurre. Esperemos otro poco
porque las cosas no están como para hacer locuras” le respondió Millaray
acomodándose mejor en las espaldas del buitre, mientras Cajamarca observaba con
atención lo que Caragabi hacía ahora.
Con
su gran poder, el dios escupió entonces dos veces en el suelo, cubriendo su
saliva con una totuma que uno de sus amigos le trajo, habiéndola cortado
primeramente por la mitad. En seguida y como un sortilegio, la saliva se
transformó en una paloma blanca que salió volando a velocidades insospechadas
por encima de los torrentes y los mares que se habían formado hacìa poco.
En
su vuelo vió a los anteriores mensajeros, entretenidos en sus cosas, pero no
les dio importancia y siguió juiciosa a cumplir el mandato del dios. Se demoró
en su vuelo buscando el lugar deseado, que
finalmente descubrío en parajes envidiables, donde podían vivir los
supervivientes del diluvio sin que les faltara nada.
Y
entonces regresó a donde el dios Caragabi estaba, diciéndole “Precisamente gran
dios Caragabi, en el Chocó, donde usted vivió mucho tiempo, antes del diluvio,
encontré las mejores tierras donde puede volver a vivir como lo que usted es,
un dios”. “Verdad, buena mensajera?” dijo Caragabi emocionado “Podré volver a
esas tierras?”. “Si, gran dios Caragabi” respondió la paloma echando otra vez a
volar, sin importarle el entusiasmo del dios que quería cogerla quizás para
cortarle las alas, Pero la paloma se fue velóz para salvarse de aquellas manos
desconocidas y porque quería encontrar algo de comer.
Entonces
Cajamarca le dijo a Millaray “Ya es hora de que nos acerquemos a ellos porque
la paloma les ha traído el buen mensaje. Ahora sé que necesitan de nuestra
ayuda”.
Así,
el cóndor batió las alas, elevándose en el aire tranquilo y húmedo, llegando a
la peña donde estaba Caragabi con sus diez amigos.
El
dios no se asustó al ver a semejante buitre a su lado. Inmediatamente lo
reconoció acordándose de esos antiguos visitantes que lo habían encontrado
tiempo atrás en las selvas del Chocó, y que el no había atendido por las
preocupaciones que mantenía.
“Ahora
sabemos que podemos ayudarlos. Ustedes necesitan irse de aquí porque la paloma
les ha dicho donde pueden, ahora si, vivir tranquilos, así que nosotros los
llevaremos en el cóndor” les dijo Cajamarca indicándole al buitre que bajara un
ala. “Agárrense del ala que el cóndor ha bajado, y dejen que èl mismo los suba
para que se acomoden en su espalda” ordenó el joven.
Entonces
Caragabi avergonzado por su actitud pasada, cuando ellos se le habían
presentado, se agarró de algunas plumas del ala, lo mismo que sus amigos. En un
instante estuvieron en las costillas del buitre donde se acomodaron, listos a
irse a donde la paloma les había indicado. “Ustedes dònde estaban y porque
hacen esto con nosotros?” les preguntó el dios Caragabi a Cajamarca y a
Millaray a la que se quedó mirando porque estaba muy bella y luminosa. “No se
nada de ustedes. Ustedes son dioses?” preguntó de nuevo Caragabi. Pero Millaray
evitando la respuesta, le ordenó inmediatamente al buitre “Cóndor de los Andes,
vuele a donde la paloma nos diga. Ella nos guiará a los buenos lugares”.
Entonces el cóndor abrió las alas, saltando al vacío y volando por encima de
las aguas que eran muchas, obedeciendo las indicaciones de la paloma, que iba velóz
adelante.
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